miércoles, 27 de septiembre de 2017

calle y leyenda del Hombre de Piedra

 
Sevilla es lugar de leyendas y anécdotas y a poco que indague uno  encuentra tal cantidad de datos, nombres propios, fechas… que cuanto menos acaba por surgirle dudas sobre la posible realidad de la historia. Como muestra de esto que comento hoy traemos a colación “la leyenda del hombre de piedra”.

En la Sevilla del siglo XV un tal Mateo el rubio daba buena cuenta junto a sus amigos de un vino correoso y vulgar servido en una frecuentada taberna sevillana ubicada en la calle denominada por aquel entonces “del Buen Rostro” y que en adelante y hasta nuestros día s adoptaría el nombre del suceso que estaba a punto de acontecer.



Un inciso, que documenta la historia que a continuación relatamos, tiene que ver con la norma dictada, por aquellos tiempos, por el rey Don Juan II, que bajo la Cruz de las Culebras en el exterior de la Iglesia del Salvador se encuentra grabada y dice así:
“El rey i toda persona que
topare el Santísimo Sacramento
se apee, aunque sea en el lado
so pena de 600 maravedises
de aquel tiempo, según la loable
costumbre desta ciudad
o que pierda la cabalgadura
y si fuere moro de catorce años arriba que hinque las rodillas
o que pierda todo lo que llevare vestido...”
Dicho esto volvamos a la barriada de San Lorenzo, en cuya calle Buen Rostro se estaba cociendo la leyenda que nos ocupa.
 
 

A lo lejos y en dirección de la parroquia de San Lorenzo, el tintineo de una campanilla acompañada inundaba el silencio de la noche, los clientes de la bodeguita, poco dados a temas religiosos, no dudaron a la hora de interrumpir sus conversaciones y arrodillarse en señal de respeto de una pequeña comitiva que acompañaba al párroco, ataviado con los enseres necesarios para administrar la que seguramente iba a ser la última comunión que recibiera un enfermo del barrio. Sin embargo “el rubio”, así apodado por sus colegas, lejos de hincar sus rodillas empezó a soltar blasfemias y burlas de todo tipo a la comitiva. Un rayo oportuno cayó entonces sobre su persona y las piernas del brabucón Mateo se hundieron en el suelo hasta la altura de sus rodillas que se había negado a doblar. Su torso, petrificado en piedra desde ese mismo instante, se puede contemplar todavía en la calle que lleva el nombre de esta leyenda: Hombre de piedra.

 

1 comentario:

  1. Estoy buscando una familia Q siempre vivió en la c. Hombre d piedra

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