Entre la calle del Mesón del Moro y la Escuela de Cristo pero en la parte contraria nos detenemos en la calle Santa Teresa, que se prolonga hasta la plaza de santa Cruz. Pedro de Morgan tiene gran relevancia en esta travesía, que llevó el nombre de este banquero que aquí residía antes de arruinarse y caer en banca rota.
Originariamente la fundación que da nombre a esta calle estaba emplazada en la calle Pajería, actualmente Zaragoza. A esta calle, por aquel entonces y durante mucho tiempo, de dudosa reputación, es donde pudo trasladarse
Santa Teresa de Jesús con el único apoyo económico que tuvo, el de su hermano Lorenzo Cepeda, que volvió de América convertido en un hombre rico. Hasta entonces habían malvivido en unas casas alquiladas por Plaza de Armas.
Sin embargo, hacia el siglo XVII se traslada aquí, junto al que ella mismo fundo el convento San José de las Carmelitas descalzas, aunque no pudo verlo en vida. Diez años después de la estancia en Sevilla, cuando ya había fallecido. Fue San Juan de la Cruz, quien promovió el traslado e incluso firmó las escrituras.
En este Convento se encuentra el único retrato verdadero que pintaron de la Santa, su autoría se lee atribuye a Fray Juan de las Miseria, un napolitano de las Carmelitas. Santa Teresa posó por primera y única vez con 61 años de edad, y cuando vio el retrato que donó a la fundación sevillana le comento a su creador:” Cuan legañosa y ojerosa me habéis pintado”.
La razón de la estructura laberíntica y sinuosa del convento se encuentra en su formación (casas y casas unidas a una casa palacial de los Lerena conformando lo que hoy se conoce como el convento de San José de las Teresas). En 1586 las monjas carmelitas, adquirieron por 13000 ducados y la inusitada colaboración de San Juan de la Cruz, adquirieron un complejo de viviendas al adjudicatario de ellas: Alonso de Paz, que tras la subasta pública por el desaguisado que había causado la quiebra de Don Pedro de Morgan, era el titular de estos inmuebles. Antes de adquirirlas el banquero, habían sido propiedad en el siglo XV de los frailes de Alcántara quienes vendieron la finca al caballero Diego Lerena, su esposa quien vivió aquí heredo las pertenencias y posteriormente su hija Juana de Rivera, después de vivir unas largas temporadas enajenó las viviendas al Sr. Morgan, que residió en la casa-palacio de Los Lerena antes de caer en ruina. Finalmente, el 16 de mayo de 1586 las monjas abandonan definitivamente la calle Pajería, que no era un buen lugar para una congregación religiosa, sino para disfrutar de los placeres sin atender a las consecuencias, y toman posesión de estas casas que se transforman en su convento de clausura. En los años sucesivos las carmelitas van adquiriendo algunas casas anexas a las que ya tenían y ampliando sus instalaciones.
El día 15 de octubre celebran la onomástica de su fundadora “Santa Teresa de Jesús” abriendo para ello las puertas de la iglesia durante la mañana.
La actividad comercial que desarrollan estas hermanas es el arte de la encuadernación. De todas las Ordenes que residen en Sevilla destaca está por la riguridad con la que conlleva su clausura. Es de reseñar que, en 1865, Santa Ángela decide ser monja e intenta entrar en las carmelitas de scalzas, con tal intención acude con su hermana Joaquina al convento de las Teresas, pero su petición es desestimada por no tener estudios y por su aspecto menudo, por el que opinan que el trabajo de lega sería un trabajo demasiado duro para ella.
Originariamente la fundación que da nombre a esta calle estaba emplazada en la calle Pajería, actualmente Zaragoza. A esta calle, por aquel entonces y durante mucho tiempo, de dudosa reputación, es donde pudo trasladarse
Santa Teresa de Jesús con el único apoyo económico que tuvo, el de su hermano Lorenzo Cepeda, que volvió de América convertido en un hombre rico. Hasta entonces habían malvivido en unas casas alquiladas por Plaza de Armas.
Sin embargo, hacia el siglo XVII se traslada aquí, junto al que ella mismo fundo el convento San José de las Carmelitas descalzas, aunque no pudo verlo en vida. Diez años después de la estancia en Sevilla, cuando ya había fallecido. Fue San Juan de la Cruz, quien promovió el traslado e incluso firmó las escrituras.
En este Convento se encuentra el único retrato verdadero que pintaron de la Santa, su autoría se lee atribuye a Fray Juan de las Miseria, un napolitano de las Carmelitas. Santa Teresa posó por primera y única vez con 61 años de edad, y cuando vio el retrato que donó a la fundación sevillana le comento a su creador:” Cuan legañosa y ojerosa me habéis pintado”.
La razón de la estructura laberíntica y sinuosa del convento se encuentra en su formación (casas y casas unidas a una casa palacial de los Lerena conformando lo que hoy se conoce como el convento de San José de las Teresas). En 1586 las monjas carmelitas, adquirieron por 13000 ducados y la inusitada colaboración de San Juan de la Cruz, adquirieron un complejo de viviendas al adjudicatario de ellas: Alonso de Paz, que tras la subasta pública por el desaguisado que había causado la quiebra de Don Pedro de Morgan, era el titular de estos inmuebles. Antes de adquirirlas el banquero, habían sido propiedad en el siglo XV de los frailes de Alcántara quienes vendieron la finca al caballero Diego Lerena, su esposa quien vivió aquí heredo las pertenencias y posteriormente su hija Juana de Rivera, después de vivir unas largas temporadas enajenó las viviendas al Sr. Morgan, que residió en la casa-palacio de Los Lerena antes de caer en ruina. Finalmente, el 16 de mayo de 1586 las monjas abandonan definitivamente la calle Pajería, que no era un buen lugar para una congregación religiosa, sino para disfrutar de los placeres sin atender a las consecuencias, y toman posesión de estas casas que se transforman en su convento de clausura. En los años sucesivos las carmelitas van adquiriendo algunas casas anexas a las que ya tenían y ampliando sus instalaciones.
El día 15 de octubre celebran la onomástica de su fundadora “Santa Teresa de Jesús” abriendo para ello las puertas de la iglesia durante la mañana.
La actividad comercial que desarrollan estas hermanas es el arte de la encuadernación. De todas las Ordenes que residen en Sevilla destaca está por la riguridad con la que conlleva su clausura. Es de reseñar que, en 1865, Santa Ángela decide ser monja e intenta entrar en las carmelitas de scalzas, con tal intención acude con su hermana Joaquina al convento de las Teresas, pero su petición es desestimada por no tener estudios y por su aspecto menudo, por el que opinan que el trabajo de lega sería un trabajo demasiado duro para ella.
Vamos a relatar brevemente las andanzas de esta santa cuando estuvo en Sevilla. Si seguimos las huellas de su estancia en la ciudad nos damos rápidamente cuenta que ni Sevilla ni ella iban por el mismo camino y de haber seguido aquí seguramente no hablaríamos de una santa, pues aquí se dejó conocer el lado más agrio y arisco de su carácter.
Durante el caluroso mayo de 1575 Santa Teresa de Ávila aparece por Sevilla por error ya que desconocía que había traspasado Castilla, y una vez aquí se dispuso a fundar tal y como lo había realizado por tierras castellanas. No obstante, estas tierras pudieron con la Santa: más que calor aquellas monjas castellanas sintieron el fuego de Sevilla con sus hábitos inadecuados y la poca hospitalidad por las reservas que expelían en sus comportamientos, accidentes e imposibilidad de transitar por el río debido a las medidas de sus carros. Santa Teresa también tuvo que lidiar con acusaciones de la Inquisición, los carmelitas calzados no aceptaban cambios y se encontró con dificultades añadidas. Todo ello explica las severas acusaciones que la madre Teresa dedicó a los sevillanos: esta señora se refería a los sevillanos como “gente de poca verdad, dobleces e injusticias que les hacen gozar de una fama bien ganada”. Explicaba que las altas temperaturas influían para que los demonios tuvieran más mano para tentar. Sin embargo, no recibió más que indiferencia del pueblo sevillano, marcando el lado más pusilánime y cobarde de esta Santa que un año después de su accidental llegada se fue para nunca volver, aunque se quedaron muchas monjas de su equipo para llevar a cabo la obra que ella misma fundó: las carmelitas descalzas”
Durante el caluroso mayo de 1575 Santa Teresa de Ávila aparece por Sevilla por error ya que desconocía que había traspasado Castilla, y una vez aquí se dispuso a fundar tal y como lo había realizado por tierras castellanas. No obstante, estas tierras pudieron con la Santa: más que calor aquellas monjas castellanas sintieron el fuego de Sevilla con sus hábitos inadecuados y la poca hospitalidad por las reservas que expelían en sus comportamientos, accidentes e imposibilidad de transitar por el río debido a las medidas de sus carros. Santa Teresa también tuvo que lidiar con acusaciones de la Inquisición, los carmelitas calzados no aceptaban cambios y se encontró con dificultades añadidas. Todo ello explica las severas acusaciones que la madre Teresa dedicó a los sevillanos: esta señora se refería a los sevillanos como “gente de poca verdad, dobleces e injusticias que les hacen gozar de una fama bien ganada”. Explicaba que las altas temperaturas influían para que los demonios tuvieran más mano para tentar. Sin embargo, no recibió más que indiferencia del pueblo sevillano, marcando el lado más pusilánime y cobarde de esta Santa que un año después de su accidental llegada se fue para nunca volver, aunque se quedaron muchas monjas de su equipo para llevar a cabo la obra que ella misma fundó: las carmelitas descalzas”
Como obras artísticas a reseñar se puede citar una imagen de la denominada Virgen de la Pera de Juan Bautista Vázquez "el Viejo"; una Inmaculada y un San José, ambas de Juan de Mesa; una Virgen con Niño de la Roldana, y varias tablas de incalculable labor presididas por una piedad de Luís de Morales y un retablo dedicado a San Carlos Borromeo.
El convento posee también varias reliquias de Santa Teresa, como el original del libro de las Moradas, así como una cruz que regaló San Juan de la Cruz a la congregación.
Frente al convento hay que destacar la casa que fue de Bartolomé Esteban Murillo, hoy convertido en museo.
Llama la atención por toda la Judería, por tratarse de una zona con historia, como por todas las edificaciones antiguas que nos encontramos por todo el casco urbano de Sevilla: los continuos azulejos de Aseguradora de Incendios que suelen adornar las fachadas. Estas cerámicas pueden ser escuetas y austeras o suntuosas y decorativa. Indicaban que el continente de la casa que contemplaba dicho azulejo estaba asegurado.
El contrato consistía en el pago de una cuota por parte del asegurado. La Compañía Mutua de Seguros de Incendios de Casas se asienta en Sevilla desde 1834. Las construcciones de la época eran de madera, por lo que había muchas probabilidades de sufrir un incendio.
Otra curiosidad que se da preponderantemente en el barrio, aunque que no exclusivamente, ya que suele verse en las esquinas delas calles estrechas con una antigüedad considerable. Nos referimos a los roces, muescas o hendiduras que suelen verse en las esquinas de las travesías. Estas eran consecuencia de los roces que provocaban las ruedas de los carros a su paso por estas estrechas calles. Las zonas más castigadas solían reforzarse con la exposición de ruedas de carro obsoletas, que hacían las veces de para-golpes.
Seguimos por Ximenez Enciso y continuamos nuestro paseo por la ultima calle que confluye paralela a Santa Teresa, aunque no tan larga. Es la calle Jamerdana, donde destaca el famoso hospital de los Venerables, sobre el que volveremos en una posterior entrada. No existe consenso entre los historiadores a la hora de determinar el origen de dicho nombre. Quizás la más admitida sea la que le otorga un origen árabe, destacando que significa mercado, concretamente los intestinos de las reses eran vendidos aquí por los moros a los cristianos, otra acepción se refiere a la declinación que ha sufrido el vocablo árabe Jammaratum, que significa taberna y es que esta zona estaba llena de ellas. Provisionalmente esta calle se llamó San Fernando, por tener la iglesia de cuya advocación era titular el rey Santo, nos referimos a la de los Venerables. En 1869 ya se le conoce con el topónimo que ha llegado hasta nuestros días.
Escrutando el caserío de Jamerdana, contemplamos en su número 1 una suntuosa edificación, con un azulejo dedicado a San José y dos escudos de las Orden de las Carmelitas, este inmueble perteneció al hospital de las Cinco Llagas y Torreblanca posteriormente.
Finalmente, en 1984 se dispuso un grabado en la calle que homenajeaba al ilustre personaje que vivió aquí durante el último cuarto del siglo XVIII: Blanco White.
Sobre el Hospital de los Venerables, brevemente diremos, surge de la noble idea que se genera en la hermandad del silencio para dar cobijo y sustento a tantos sacerdotes desvalidos y desamparados que deambulaban por la Sevilla del siglo XVII, primero se contó con una humilde casa en la calle Las Palmas, luego se dispuso de la Ermita San Blas, cerca de la Macarena, finalmente se unió a tal cometido la Hermandad de San Bernardo o de los Viejos, dándoles cabida en sus instalaciones. Pero se continuaba sin tener fondos suficientes para desarrollar con las garantías necesarias esta función de caridad. Fue D. Justino de Neves y Chaves, canónigo de la Catedral, quien propone instaurar un centro para tal cometido. Se cedieron unos terrenos, y empezó a fraguarse el complejo para socorres a estos sacerdotes desasistidos. Así en 1679 el Arzobispo Palafox, que sustituía a Spinola, bendijo las instalaciones del Hospital de los Venerables, con su iglesia euida e instalaciones necesarias para transcurrir dignamente los últimos años de vida de los sacerdotes sevillanos desamparados.
Este hospital se ubica en un ensanche que se denomina plaza de los Venerables, también se le conoció como plaza de los desafíos. En la Sevilla del siglo XVII y XVIII este lugar era ideal para celebrar los duelos, ya que era un espacio en el que convergían las traseras de muchas casas, por lo tanto ni puertas, ni ventanas perturbaban la confidencialidad de la plaza, un sombrio y enigmático callejón que daba a la hostería “El Laurel” configuraba el único acceso a este escabroso espacio.
Aunque en la España de los Reyes Católicos los duelos estaban prohibidos, hasta el siglo XIX no se secunda tal prohibición por el populacho. Es curioso que adyacente a este espacio encontramos la calle Muerte, actualmente Susona, y se dice que por aquí se desalojaban, con las piernas por delante, a los perdedores.
La calle Justino de Neves desemboca en esta plaza, este relevante canónigo está presente en numerosas ocasiones a lo largo y ancho del barrio Santa Cruz, pero fundamentalmente su figura se hace presente al tratar la génesis del Hospital de Los Venerables. Destaca en este lugar la sede de la fundación Focus- Abengoa, que es una exposición permanente, dedicada al famoso pintor sevillano Velázquez, aunque no sólo tiene obras de él.
Seguimos por la calle Gloria, antesala a la plaza de Doña Elvira, en esta plaza se asienta parte de la leyenda de Don Juan Tenorio, como ya explicamos con anterioridad, principalmente en la persona de Doña Inés y concretamente donde estuvo su casa, en el número seis. Está probado documentalmente que el origen de su denominación hay que buscarlo en la cesión realizada por el hermanastro de Pedro I, “el cruel” para algunos y “el justiciero” para otros: Enrique de Trastámara al cronista Pedro López de Ayala, por lo bien parado que resultaba el monarca en sus escritos. La hija de éste: Doña Elvia de Ayala. heredó la plaza y las viviendas adyacentes, dándole nombre a este espacio. No nos podemos olvidar del famoso Corral de Doña Elvira, por el que se estrenaron grandes obras en el siglo de Oro. Parte de este significativo corral de comedias se utilizó, durante unos años del siglo XVII, como residencia eventual de los sacerdotes mientras se acababan las obras a unos metros de allí, lo que se conoció como “el Hospital de los Venerables”.
Frente al convento hay que destacar la casa que fue de Bartolomé Esteban Murillo, hoy convertido en museo.
Llama la atención por toda la Judería, por tratarse de una zona con historia, como por todas las edificaciones antiguas que nos encontramos por todo el casco urbano de Sevilla: los continuos azulejos de Aseguradora de Incendios que suelen adornar las fachadas. Estas cerámicas pueden ser escuetas y austeras o suntuosas y decorativa. Indicaban que el continente de la casa que contemplaba dicho azulejo estaba asegurado.
El contrato consistía en el pago de una cuota por parte del asegurado. La Compañía Mutua de Seguros de Incendios de Casas se asienta en Sevilla desde 1834. Las construcciones de la época eran de madera, por lo que había muchas probabilidades de sufrir un incendio.
Otra curiosidad que se da preponderantemente en el barrio, aunque que no exclusivamente, ya que suele verse en las esquinas delas calles estrechas con una antigüedad considerable. Nos referimos a los roces, muescas o hendiduras que suelen verse en las esquinas de las travesías. Estas eran consecuencia de los roces que provocaban las ruedas de los carros a su paso por estas estrechas calles. Las zonas más castigadas solían reforzarse con la exposición de ruedas de carro obsoletas, que hacían las veces de para-golpes.
Seguimos por Ximenez Enciso y continuamos nuestro paseo por la ultima calle que confluye paralela a Santa Teresa, aunque no tan larga. Es la calle Jamerdana, donde destaca el famoso hospital de los Venerables, sobre el que volveremos en una posterior entrada. No existe consenso entre los historiadores a la hora de determinar el origen de dicho nombre. Quizás la más admitida sea la que le otorga un origen árabe, destacando que significa mercado, concretamente los intestinos de las reses eran vendidos aquí por los moros a los cristianos, otra acepción se refiere a la declinación que ha sufrido el vocablo árabe Jammaratum, que significa taberna y es que esta zona estaba llena de ellas. Provisionalmente esta calle se llamó San Fernando, por tener la iglesia de cuya advocación era titular el rey Santo, nos referimos a la de los Venerables. En 1869 ya se le conoce con el topónimo que ha llegado hasta nuestros días.
Escrutando el caserío de Jamerdana, contemplamos en su número 1 una suntuosa edificación, con un azulejo dedicado a San José y dos escudos de las Orden de las Carmelitas, este inmueble perteneció al hospital de las Cinco Llagas y Torreblanca posteriormente.
Finalmente, en 1984 se dispuso un grabado en la calle que homenajeaba al ilustre personaje que vivió aquí durante el último cuarto del siglo XVIII: Blanco White.
Sobre el Hospital de los Venerables, brevemente diremos, surge de la noble idea que se genera en la hermandad del silencio para dar cobijo y sustento a tantos sacerdotes desvalidos y desamparados que deambulaban por la Sevilla del siglo XVII, primero se contó con una humilde casa en la calle Las Palmas, luego se dispuso de la Ermita San Blas, cerca de la Macarena, finalmente se unió a tal cometido la Hermandad de San Bernardo o de los Viejos, dándoles cabida en sus instalaciones. Pero se continuaba sin tener fondos suficientes para desarrollar con las garantías necesarias esta función de caridad. Fue D. Justino de Neves y Chaves, canónigo de la Catedral, quien propone instaurar un centro para tal cometido. Se cedieron unos terrenos, y empezó a fraguarse el complejo para socorres a estos sacerdotes desasistidos. Así en 1679 el Arzobispo Palafox, que sustituía a Spinola, bendijo las instalaciones del Hospital de los Venerables, con su iglesia euida e instalaciones necesarias para transcurrir dignamente los últimos años de vida de los sacerdotes sevillanos desamparados.
Este hospital se ubica en un ensanche que se denomina plaza de los Venerables, también se le conoció como plaza de los desafíos. En la Sevilla del siglo XVII y XVIII este lugar era ideal para celebrar los duelos, ya que era un espacio en el que convergían las traseras de muchas casas, por lo tanto ni puertas, ni ventanas perturbaban la confidencialidad de la plaza, un sombrio y enigmático callejón que daba a la hostería “El Laurel” configuraba el único acceso a este escabroso espacio.
Aunque en la España de los Reyes Católicos los duelos estaban prohibidos, hasta el siglo XIX no se secunda tal prohibición por el populacho. Es curioso que adyacente a este espacio encontramos la calle Muerte, actualmente Susona, y se dice que por aquí se desalojaban, con las piernas por delante, a los perdedores.
La calle Justino de Neves desemboca en esta plaza, este relevante canónigo está presente en numerosas ocasiones a lo largo y ancho del barrio Santa Cruz, pero fundamentalmente su figura se hace presente al tratar la génesis del Hospital de Los Venerables. Destaca en este lugar la sede de la fundación Focus- Abengoa, que es una exposición permanente, dedicada al famoso pintor sevillano Velázquez, aunque no sólo tiene obras de él.
Seguimos por la calle Gloria, antesala a la plaza de Doña Elvira, en esta plaza se asienta parte de la leyenda de Don Juan Tenorio, como ya explicamos con anterioridad, principalmente en la persona de Doña Inés y concretamente donde estuvo su casa, en el número seis. Está probado documentalmente que el origen de su denominación hay que buscarlo en la cesión realizada por el hermanastro de Pedro I, “el cruel” para algunos y “el justiciero” para otros: Enrique de Trastámara al cronista Pedro López de Ayala, por lo bien parado que resultaba el monarca en sus escritos. La hija de éste: Doña Elvia de Ayala. heredó la plaza y las viviendas adyacentes, dándole nombre a este espacio. No nos podemos olvidar del famoso Corral de Doña Elvira, por el que se estrenaron grandes obras en el siglo de Oro. Parte de este significativo corral de comedias se utilizó, durante unos años del siglo XVII, como residencia eventual de los sacerdotes mientras se acababan las obras a unos metros de allí, lo que se conoció como “el Hospital de los Venerables”.
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