viernes, 1 de abril de 2016

Barrio Santa Cruz. VII


Vista general de la Plaza
 
pintoresco rincón al lado del restaurante Doña Elvira

Fachada restaurante Doña Elvira, donde según la novela, vivía Doña Inés.
 
referencia a Doña Inés en la fachada del restaurante
 
Por todo el barrio, hay referencias a la obra en los puntos donde se desarolla

 
La callejuela que vemos a nuestra izquierda, en frente de la plaza de Doña Elvira, es la de Pimienta y la calle Susona es la perpendicular a ésta y desemboca también en la plaza, al hacer un giro de 90 grados y discurrir paralela a la anterior. Famosas leyendas e historias han generado este entramado de arterias de la Judería.


Sobre la primera, la teoría más cierta que explica su nombre se debe a que de este lugar era vecino un importante caballero que respondía al nombre Pimienta. Sin embargo, la leyenda nos detalla una historia mucho más cinematográfica:

 
 
un judío comerciante de especies, afianzado en la Judería, empezó a sufrir varias vicisitudes comerciales, su negocio se iba a pique, estaba desabastecido de especies. Blasfemando y hecho un basilisco culpaba a su Dios de las dificultades sobrevenidas. Un caballero que pasaba por allí le hecho una reprimenda por  culpabilizar de sus males al Altísimo. El judío, reconociendo de su mal hacer, rompió a llorar y sorprendentemente de sus lágrimas brotaban plantas de pimienta. La vivienda que contempla esta leyenda es la rotulada con el número once, conocida como la casa de las ventanas, por el diferente modelaje, derivado de épocas diferentes de cada una.
casa de las ventas por dentro
 

Si nos fijamos en el azulejo que descansa encima del número once, vemos grabada la Giralda con dos ornamentaciones a su lado. Esta ceramina que se inserta en muchas fachadas de las casas de la época, indica que su propietaio no tenía descendientes a quien legar el inmueble, por lo que este pasaba al cabildo de la ciudad.

Sobre la calle Susona, describiremos la historia de esta joven enamorada. Los habitantes de la Aljama en el siglo XIV, aunque aún disfrutaban de una protección de la autoridad real, eran objeto de persecución y maltratados por la sociedad. Esto motivó aires de venganza entre los hijos de Israel. En la casa de D. Diego Susón, importante judío de la época se urgió un plan contra los cristianos que conllevaría el levantamiento de su pueblo. Por otra parte este relevante miembro de la Judería tenía una hija, bella entre las bellas, su físico le había hecho creer que iba a ocupar un importante puesto en la sociedad. Mantenía, sin saberlo su familia, una intensa relación con un joven caballero de la época. Los encuentros furtivos entre los enamorados se producían por las noches, cuando los posibles testigos dormían. Una noche que la hermosa fémina aguardaba a que toda su familia se durmiera, llego a sus oídos toda la concreción del plan de revuelta de los de su sangre. Asustada por las nefastas consecuencias que esto pudiera provocar a su amado, no tardó en delatarle la conspiración que se estaba fraguando. El caballero hizo partícipe de la información al Asistente de la ciudad, D. Diego de Merlo. Las horcas de Tablada pronto dieron cuenta de D. Diego Susón y demás cabecillas de la revuelta en ascuas. Susona, no siguió con su amante, desconsolada, sola, repudiada por los suyos. Se convirtió al cristianismo y siguiendo las directrices del Arcipreste de la Catedral, D. Reginaldo de Toledo, ingresó en un convento. A la vuelta de unos años volvió a su casa y allí pasó el resto de sus días. Al fallecer su última voluntad implicaba que su cabeza fuera separada del cuerpo y exhibida en la puerta de su domicilio, para que pudiera ser contemplada por todos y fueran conscientes de las consecuencias de traicionar a los tuyos.

Está documentado que la calavera de Susona permaneció hasta mediados del siglo XVII. Fue imposible mantener esta reliquia más de dos siglos a la intemperie. Actualmente luce un azulejo con una representación de dicha calavera.


Por este hecho se ha llamó Muerte hasta que en el siglo XIX se decidió cambiar por el topónimo menos escabroso “Susona”.
 
Aún se conserva un azulejo con su antiguo nombre
 

Finalmente la calle Vida también transcurre a nuestra izquierda paralela a la anterior. El

destino ha querido juntar estas dos travesías, y además sus derroteros van parejos. El origen de esta denominación se desconoce pero, se piensa que está relacionado por los nombres de las calles que la rodean, “Muerte” (hoy “Susona), “Ataud” (desparecida y reabsorbida por “la Plaza Elvira”, como consecuencia de su ensanche) y “Guadaña” (también desaparecida por ensanches realizados en la zona. Este espacio al igual que otros lugares del barrio de Santa Cruz ha servido de inspiración a numerosos poetas entre ellos Joaquin Romero Murube que en su Romance del Enamorado dice:
"En la plaza hay una fuente
llorando por Doña Elvira
Callejones de la Muerte
callejores de la Vida"

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