Todo comenzó en 1526. Mediante la intervención de por aquel entonces, canónigo Martín Gasca se erigió una pequeña ermita en honor a la Virgen de los Remedios. Esta dio nombre a los terrenos que se extendían a su alrededor que eran ocupados por huertas, y años más tarde empezó a formarse el famoso barrio de Los Remedios.
Por su proximidad a la orilla rápidamente este punto se convirtió en un lugar de referencia para todos los navegantes, que desde el río se encomendaban y presentaban sus respetos a la Virgen antes de proseguir su ruta hacia América. Unos años después, motivado por la importancia que había tomado este enclave, el arzobispo de Sevilla adquiere estos terrenos para cederlos a la Orden de los Carmelitas Descalzos hacia 1573.
Esta congregación rápidamente se instala en estas extensiones y un año después ya disfrutan de un convento, construido sin muchos recursos. Los desperfectos ocasionados por las continuas crecidas del Guadalquivir, provocan el desplazamiento del convento unos metros más tierra adentro, acometiéndose más concienzudamente las obras que se enmarcan en 1632. Ocho años después estas instalaciones son consagradas por el arzobispo Jaime de Palafox. Este edificio era austero y pequeño, la iglesia constituía la principal parte de la construcción, acompañada por un patio con arquerías, refectorio, dormitorios y por supuesto en estos terrenos en los que la ciudad aún no había llegado los monjes se beneficiaban de los productos extraídos de una gran huerta, que ocupaba la mayor parte de lo que ahora es la calle Asunción. Ochenta años después de la santificación del convento se recurre al arquitecto José Echamoros para anexionar dos naves laterales a la iglesia, signo indefectible del crecimiento y posicionamiento que la orden iba adquiriendo. Todo lo que sube baja, y en 1810 este edificio fue presa fácil para la invasión de los franceses y los frailes se ven obligados a huir ante el saqueo de los foráneos. Un tiempo después los frailes vuelven a sus dependencias ante la obligada retirada de nuestro vecinos, los galos. Pero el declive de la congregación no había terminado y la desamortización de Mendizabal en 1836 propinó la puntilla definitiva a los habitantes del convento, que tuvieron que abandonarlo definitivamente. Son años difíciles y el antiguo convento ve como es utilizado de almacén de maderas y habitado como casas de vecinos. En 1840 se procede al derribo de sus instalaciones dejando intacta la iglesia. Esta construcción siempre ha sido un referente en el paisaje de la orilla trianera del río.
El destino tiene encomendado un nuevo uso a este edificio. En 1928 el magnate y mecenas cubano Rafael González Abreu adquiere esta antigua iglesia para convertirla, con motivo de la Exposición del 29, en sede del Instituto Hispano Cubano de Historia de América. Se recurre para tal empresa al afamado arquitecto Juan Talavera. El edificio fue catalogado de protección oficial el nueve de febrero de 1931. Digno de mención es el hecho de que en 1928 el escultor sevillano Illanes recibe el encargo de colocar hornacina en la portada de la iglesia con el busto de fray Bartolomé de las Casas, que aún se puede apreciar al igual que una lápida que se pude distinguir en la fachada norte del edificio, recordándonos como el diez de agosto de 1519 parten de la orilla de este convento cinco naves para dar la primera vuelta al mundo. Actualmente sigue siendo sede de la fundación privada del Instituto Hispano Cubano, ocupando para tal fin la primera planta del edificio. Entre sus dependencias destacan una biblioteca y una sala de lectura utilizada por numerosos estudiosos e investigadores, ya que no en vano aquí se encuentra recopilado un importante fondo de documentos americanos del siglo XIX. Sin embargo bien es cierto que estas instalaciones son las grandes olvidadas tanto por los cubanos que residen en Sevilla, como para los que no viven aquí.
Juan Talavera quiso evocar y lo consiguió los rasgos característicos de la arquitectura hispanoamericana, se ayudó para ello de formas geométricas, muy simples, Presenta una fachada rectangular, rematada en la puerta central por un tímpano triangular, dos puertas laterales de menor altura así como cuatro ventanales proporcionalmente distribuidos, constituyen los principales elementos de una fachada con claras connotaciones hispanoamericanas.
Por su proximidad a la orilla rápidamente este punto se convirtió en un lugar de referencia para todos los navegantes, que desde el río se encomendaban y presentaban sus respetos a la Virgen antes de proseguir su ruta hacia América. Unos años después, motivado por la importancia que había tomado este enclave, el arzobispo de Sevilla adquiere estos terrenos para cederlos a la Orden de los Carmelitas Descalzos hacia 1573.
Esta congregación rápidamente se instala en estas extensiones y un año después ya disfrutan de un convento, construido sin muchos recursos. Los desperfectos ocasionados por las continuas crecidas del Guadalquivir, provocan el desplazamiento del convento unos metros más tierra adentro, acometiéndose más concienzudamente las obras que se enmarcan en 1632. Ocho años después estas instalaciones son consagradas por el arzobispo Jaime de Palafox. Este edificio era austero y pequeño, la iglesia constituía la principal parte de la construcción, acompañada por un patio con arquerías, refectorio, dormitorios y por supuesto en estos terrenos en los que la ciudad aún no había llegado los monjes se beneficiaban de los productos extraídos de una gran huerta, que ocupaba la mayor parte de lo que ahora es la calle Asunción. Ochenta años después de la santificación del convento se recurre al arquitecto José Echamoros para anexionar dos naves laterales a la iglesia, signo indefectible del crecimiento y posicionamiento que la orden iba adquiriendo. Todo lo que sube baja, y en 1810 este edificio fue presa fácil para la invasión de los franceses y los frailes se ven obligados a huir ante el saqueo de los foráneos. Un tiempo después los frailes vuelven a sus dependencias ante la obligada retirada de nuestro vecinos, los galos. Pero el declive de la congregación no había terminado y la desamortización de Mendizabal en 1836 propinó la puntilla definitiva a los habitantes del convento, que tuvieron que abandonarlo definitivamente. Son años difíciles y el antiguo convento ve como es utilizado de almacén de maderas y habitado como casas de vecinos. En 1840 se procede al derribo de sus instalaciones dejando intacta la iglesia. Esta construcción siempre ha sido un referente en el paisaje de la orilla trianera del río.
El destino tiene encomendado un nuevo uso a este edificio. En 1928 el magnate y mecenas cubano Rafael González Abreu adquiere esta antigua iglesia para convertirla, con motivo de la Exposición del 29, en sede del Instituto Hispano Cubano de Historia de América. Se recurre para tal empresa al afamado arquitecto Juan Talavera. El edificio fue catalogado de protección oficial el nueve de febrero de 1931. Digno de mención es el hecho de que en 1928 el escultor sevillano Illanes recibe el encargo de colocar hornacina en la portada de la iglesia con el busto de fray Bartolomé de las Casas, que aún se puede apreciar al igual que una lápida que se pude distinguir en la fachada norte del edificio, recordándonos como el diez de agosto de 1519 parten de la orilla de este convento cinco naves para dar la primera vuelta al mundo. Actualmente sigue siendo sede de la fundación privada del Instituto Hispano Cubano, ocupando para tal fin la primera planta del edificio. Entre sus dependencias destacan una biblioteca y una sala de lectura utilizada por numerosos estudiosos e investigadores, ya que no en vano aquí se encuentra recopilado un importante fondo de documentos americanos del siglo XIX. Sin embargo bien es cierto que estas instalaciones son las grandes olvidadas tanto por los cubanos que residen en Sevilla, como para los que no viven aquí.
Juan Talavera quiso evocar y lo consiguió los rasgos característicos de la arquitectura hispanoamericana, se ayudó para ello de formas geométricas, muy simples, Presenta una fachada rectangular, rematada en la puerta central por un tímpano triangular, dos puertas laterales de menor altura así como cuatro ventanales proporcionalmente distribuidos, constituyen los principales elementos de una fachada con claras connotaciones hispanoamericanas.
Actualmente por la parte del río el antiguo convento queda protegido por un muro que lo separan de unas pistas deportivas propiedad del Real Círculo de Labradores.
Si Sevilla ha podido mantener tantas construcciones antiguas es gracias a su capacidad para transformarlas a nuevos usos, ya sea colegios, universidades, teatros, bibliotecas, edificios públicos, espacios destinados al uso de los vecinos, etc. o como en este caso museos…
Desde el 17 de octubre de 1999 se ha intentado aproximar mediante esta muestra el mundo de los coches de caballos en esta ciudad tan ligada al mundo equino, la puesta en escena de la exposición intenta hacer un auténtico recreo para los sentidos de cualquier visitante.
Por otra parte se han reservado dependencias para realizar exposiciones, muestras, reuniones, cocteles, espectáculos, celebraciones etc., dotando al evento de un carisma y distinción de primer orden, a ello contribuye la historia del lugar, el convento sevillano del siglo XVI.
Se divide en cuatro dependencias temáticas.
En la entrada el visitante podrá encontrar tres carros de campo y trabajo. La segunda sala se dedica al coche urbano y alberga carruajes de paseo y viaje. En la tercera sala, el espacio lo ocupan carruajes deportivos y de caza, así como una colección de arneses y lanzas para enganchar los carros, mientras que la cuarta sala trata del enganche y del caballo.
Destaca entre las muestras , la berlina de lujo de la Hermandad del Sagrario, en su interior podremos ver una selección de todo tipo de carruajes tirados por caballos desde el Spider hasta el Tilbury. Además aquí se ubica la sede del Real Club de Enganches de Andalucía.
Tipos de carruajes:
Milord: carruaje del siglo XIX que puede descapotarse con suspensión normalmente de ballestas elípticas.
Faetón: El pescante está más elevado que la parte trasera y era muy utilizado para el paseo y la caza.
Tilbury: Carruaje de una caja soportada por sus siete ballestas por lo que era el carruaje más pesado.
Dog Cart: Carruaje del siglo XIX de dos o cuatro ruedas utilizado para caza por la nobleza. Posee una caja debajo de los asientos para transportar objetos o animales.
Buggy: Carruaje del siglo XIX y principios del XX. Su caja es pequeña y ligera y puede llevar dos o cuatro ruedas finas.
Ómnibus: Carruaje del siglo XVIII destinado para el transporte público de un máximo de diez personas y equipaje.
Tipos de enganches:
Limonera: Carruaje construido con un sólido chasis suspendido por abrazaderas de cuero. La capota se abría hasta la mitad. Limonera: enganche formado por dos varas en cuyo centro se coloca un caballo omula.
Tándem: Tiro, generalmente en coche de dos ruedas, de una caballería entre las limoneras y delante otra con los tirantes enganchados a las puntas de ellas.
Tronco: Conjunto de dos o más mulas o caballos que tiran de un carruaje desde el eje delantero.
Tresillo: Conjunto de dos pares de caballos enganchados en tronco y delante otra enganchada al juego delantero.
Cuarta: Conjunto de dos pares de caballos enganchados en tronco.
Media potencia: Enganche de cinco caballos, dos en tronco y tres delante en potencia o troica.
Cinco a lo largo: Conjunto de cinco caballos, dos pares enganchados a la cuarta y el último delante.
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