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Desde la mitad del siglo pasado multitud de de alumnos y profesores han hecho suyas las dependencias de esta gran edificación que alberga la sede del rectorado de la Universidad de Sevilla y de algunas de sus facultades. Bien de Interés Cultural desde 1959 y uno de los edificios clave para comprender la historia de España en un período convulso. Anteriormente entre estas paredes unas mujeres fabricaban el tabaco en condiciones adversas y surtían de cigarrillos a toda Europa, se las conocía como las cigarreras de Sevilla.
fotograma de la película: "Carmen" |
Sevilla se encontraba inmersa en una profunda depresión, nos situamos en la segunda década del siglo XVIII, Cádiz había asumido el monopolio de las relaciones hispanoamericanas, la ciudad hispalense aún no se había recuperado de los catastróficos efectos que el último gran brote de peste negra había asolado a la ciudad que había visto como la mitad de su población no había podido sobrevivir, además España estaba sumida en la Guerra de la Sucesión. Dos dinastías se disputaban reinar la nación: los Borbones y los Austrias, por lo que había un cierto vacío de poder.
En medio de todo este período convulso, las autoridades se pusieron a buscar un lugar ideal para almacenar todo el tabaco procedente de América y realizar su posterior manufacturación. Y es que Sevilla conservaba el monopolio de este producto. Finalmente se asignaron unos terrenos extramuros de la ciudad, junto a la Puerta de Jerez, el Colegio de San Telmo. Ese lugar, conocido como las Calaveras, por haber sido un cementerio en época romana, cumplía con la condición indispensable que se requería y no era otra que aprovechar la cercanía con el Arenal (el puerto de Sevilla).
Su construcción se inició el año 1728. Su diseño y posterior supervisión fue acometida por ingenieros militares procedentes de España y de los Países Bajos. El proyecto inicial en 1725 fue firmado por Ignacio Sala, aunque finalmente de éste sólo se ejecutó la cimentación y la canalización del arroyo Tagarete que corría por la actual calle de San Fernando. Fue Diego Bordick Deverez, quien sustituyó a Sala en el periodo que discurre entre 1731 y 1750, realizando un nuevo proyecto, en el que se prestaba especial atención a la adaptación de la nueva maquinaria de mayor tamaño, que se iba introducir en la Fábrica. Finalmente, a partir de 1750 toma las riendas Sebastián Van der Borcht, que se cataloga como el constructor más importante en la construcción de la fábrica. En esta última fase se cuenta con la colaboración de aparejadores locales como Vicente Catalán Bengoechea, Pedro de Silva y Lucas Cintora.
Tres décadas después, concretamente en el verano de 1758 el edificio comenzó su actividad productiva. Según inscripción de dos de los pilares del puente levadizo del lado oeste, las obras finalizaron en el año 1770. La finalización de la capilla contigua se data en 1763.
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La cercana puerta de San Fernando, de estilo clasicista, se construyó en 1760 y casas de la calle San Fernando se construyeron en 1770. Los terrenos sobre los que se levanta este edificio no son del todo firmes, siendo muy irregulares, por lo que se recurre a una cimentación con arquerías invertidas. Esta técnica es poco habitual para la época, pero ha demostrado ser más que efectivo al no ser dañado por el terremoto de Lisboa de 1975, que causó estragos en Sevilla. Por tanto y a consecuencia de este hecho la Real Fábrica de Tabacos cuenta con su propia cámara secreta, que aunque no está a la vista del visitante se halló gracias a unas obras de mejora en fechas recientes.
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En su interior podemos encontrar el patio del reloj, donde nos topamos con una escultura de Maese Rodrigo de Santaella, fundador de la Universidad de Sevilla. Este patio es de uso cultural y social.
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Apreciamos otro patio, al que le da nombre la fuente situada en el centro. Aquí se pesaba y cargaba el tabaco. También es destacablela monumental doble escalera que da acceso al Paraninfo, donde se celebran los acontecimientos académicos de mayor solemnidad, y la Galería de Rectores, donde se exponen los retratos de Rectores de esta universidad durante los siglos precedentes.
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Otro patio, llamado el del Arte, que es el actual Laboratorio de Arte; conformaba la antigua casa patio sevillana del Director. Tiene patio central, fuente, galerías de arcos y balcones al mismo y está decorado con azulejos, yeserías y carpinterías de madera, de la obra original barroca.
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Aunque finalmente no fructificó, como dato curioso en 1756 hubo un proyecto para instalar la Administración de la fábrica en el Palacio de las Dueñas de los duques de Alba.
Como buen edificio sevillano no está exento de tener asociada alguna leyenda. Para explicarla tenemos que fijarnos en la Estatua de la Fama que remata la fachada del Rectorado. Se dice que cuando las cigarreras entraban en la Real Fábrica de Tabacos, había ocasiones en las que el ángel tocaba la trompeta de forma aleatoria. Otra leyenda expone que la trompeta suena cada vez que pasa una chica virgen bajo la estatua y por esa razón llevaba sin sonar 300 años. A parte de leyendas más o menos machistas, el sentido de esta escultura liga completamente con el destino que desde mediados del siglo XX adopto este edificio fabril. El ángel de la Fama simboliza el camino que hay que recorrer para alcanzar la gloria.
La Fábrica de Tabacos se convirtió en el edificio civil más grande de toda Europa durante los siglos XVIII y XIX y exportaba el tabaco a todo el continente europeo. Se llegó a estimar que el 97% del tabaco que circulaba por toda Europa procedía de esta fábrica.
Pero con anterioridad a la construcción de la nueva fábrica, la ciudad ya comercializaba y producía el tabaco procedente del nuevo mundo, hasta mediados del siglo del siglo XVII por diversos edificios de la urbe, y posteriormente se decidió centralizar el negocio en la primera fábrica de tabacos de Sevilla, situada en lo que hoy ocupa la plaza de San Pedro, pero ese edificio tenía varios inconvenientes: no tenía apenas seguridad; se encontraba intramuros y la llegada de la mercancía se hacía muy complicada; la organización era escasa.
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Durante esta época el trabajo era desempeñado por hombres ya que al principio el tabaco se transformaba en polvo y esto implicaba labores duras y forzadas poco apropiadas para las féminas. Pero poco a poco se puso de moda por toda Europa el tabaco liado y las mujeres eran ideales para esta manufacturación porque tienen las manos más pequeñas y delgadas que los hombres, facilitando la manipulación del tabaco liado: el cigarro, y porque además cobraban menos y eran más sumisas a la hora de aceptar un trabajo de muchas horas. Consecuentemente, aunque en Sevilla costara más que en otros lugares, en 1813, se incorporaron las mujeres al mundo laboral de la fábrica de tabacos. La mayoría de estas mujeres eran gitanas venidas del barrio de Triana y las trabajadoras llegaron para quedarse ya que en los momentos de mayor demanda se llegaron a cifrar más de 6.000 operarias en la Fábrica de Tabacos sevillana, más conocida como la Tabacalera.
A los comienzos del siglo XX, o quizás un poco antes el proceso fabril del tabaco comienza a mecanizarse progresivamente. Cada vez es más frecuente la presencia de las innovadoras máquinas picadoras, desvenadoras, tiruleras, liadoras y prensas modernas, las empleadas cada vez tienen menos protagonismo en lo que un día no muy lejano dependía totalmente de la destreza de sus manos. El mapa productivo había cambiado y el final de las famosas cigarreras, que hasta entonces era un apéndice inseparable del paisaje urbano de Sevilla, estaba escrito. En 1906 se contaban unas 3.300 entre maestras, porteras y operarias, y quince años después esa cifra ya no llega a 2.000 y veinte años después sigue la progresión descendente y sólo permanecen algo más del millar de operarios. Como todo en esta vida la irrupción de las cigarreras y su posterior asimilación en el devenir diario de la ciudad tiene su principio y su final. Los versos que escribiera una cigarrera cuando se despedía para no volver de la Tabacalera, describen, bien a las claras el momento definitivo.
"Adiós Fábrica de Tabacos, gloria de las cigarreras
qué pena nos da el pensar de no volver más a ella;
aquí entramos desde niñas y ésta fue nuestra alegría
que cantando y trabajando se nos pasaba la vida.
Para el gremio del tabaco se hizo su construcción
desde que a España lo trajo aquel Cristobal Colón;
tus talleres y galerías no los pisaremos más,
pues de centro de trabajo se vuelve Universidad."
En la siguiente entrada nos centraremos en los pormenores de la vida dentro de la Fábrica de Tabaco, relatando algunas anécdotas y curiosidades. Consideramos que este espacio físico bien merece una parada, pues en una sociedad dominada claramente por el género masculino, donde a la figura femenina se le obligaba a ser la protagonista del lamentable dicho “oír, ver y callar” entre estas paredes fabriles emergía un oasis en la vida social de la ciudad. Era un terreno por y para la mujer, aquí el sexo contrario era objeto del vacile femenino, aquí el mal llamado sexo débil, adoptaba un papel dominante. “Las cigarreras jugaban en casa”.
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