fuente:https://miradasdibujadas.wordpress.com/2019/10/14/2-una-piedra-que-nos-cuenta-un-triste-episodio-de-1857/ |
Relataremos a continuación un suceso muy popular conocido por una inmensa mayoría de la población de por aquí, pero llena de sentimiento.
En 1857 España vivía un periodo convulso, bajo el reinado de Isabel II y el gobierno por aquel entonces, del militar Narváez, el país se encontraba envuelto en la primera guerra carlista. Un grupo de jóvenes sevillanos y liberales mínimamente organizados bajo la tutela del ex coronel Don Joaquín Sierra, presentaban resistencia como muchos otros grupos a modo de escaramuzas por los caminos de Ronda.
Pero los primeros días de julio se vieron sorprendidos por el ejército en Benaoján y aunque no opusieron prácticamente resistencia ya que solo se registró un disparo no existió clemencia para detenerlos, y en la captura se contabilizaron alrededor de 25 bajas entre los sublevados. Esta acción no pasó desapercibida en los ámbitos del gobierno general, y supuso el cargo al gobernador y el capitán general. Mucho tendría que ver en la magnificación de los acontecimientos y la posterior sentencia, dictaminándose el fusilamiento sin contemplaciones de todos los supervivientes de esta resistencia al régimen, el hecho de que el 1 de julio de 1857 algo más de un centenar de hombres tomaron las poblaciones de Utrera y Arahal, atacando al cuartel de la Guardia Civil e incendiando el registro de la propiedad, así como el intento de proclamación de la república al grito de "mueran los ricos”. Esta tropelía se le asignó a este grupo de jóvenes insurrectos, aunque más tarde se aseguró: “qué no ellos, sino algunos vecinos de las mencionadas villas fueron los autores interesados de aquella estúpida violencia”. A los que habían sobrevivido, los hicieron prisioneros ajusticiados en el cuartel San Laureano de Sevilla. La mañana del 11 de julio de 1957, fue la última vez que estos 82 adolescentes vieron la luz del Sevilla, el fusilamiento en la Plaza de Armas del Campo de Marte se había consumado. Incluso se apunta en algunos textos (aunque desconozco si fue realidad, o exageración), que las bajas superaron a los ajusticiados, ya que dos muchachos que estaban encaramados en lo alto de unos árboles, viendo aquel asesinato programado fueron alcanzados por un par de disparos díscolos y perdidos.
García Vinuesa, el alcalde de Sevilla en aquellos momentos, intentó interceder y evitar el triste final que se les había asignado a aquellos 82 mozuelos. Todo fue en vano, nada se pudo hacer, aquel 11 de julio la ejecución se llevó a cabo. El asistente sevillano, impotente ante aquella barbarie que se estaba acometiendo no pudo más que oír el redoble de tambores que daban comienzo a aquel triste suceso. Desolado buscó una piedra a la altura de la Puerta Real, donde poderse sentar y lloró desconsoladamente a la vez, que los que lo acompañaban le oían decir: ¡Pobre ciudad!, ¡pobre ciudad!
Sevilla adorna sus sucesos hasta la saciedad, crea leyendas y las sigue a pies juntillas sin importarle que en ellas se describa aspectos inverosímiles. Todo vale si incorporamos más belleza a los hechos acontecidos. “Que la verdad no te estropee una bonita historia.”
Como no podía ser de otra forma cuenta la leyenda que las lágrimas del alcalde al tomar contacto con la piedra se tornaban en surcos de líquido acuoso, el mandatario sevillano se cercioró del hecho y dejó dicho que dicha piedra se conservara.
Desde aquel día Sevilla cuenta con una piedra llorosa. En el 2008 se dispuso una placa junto a esta piedra que rememoraba a aquel suceso… “Según la tradición popular sobre este sillar, llamado desde entonces La Piedra Llorosa se sentó a llorar amargamente el 11 de julio de 1857 el entonces alcalde de la ciudad, al contemplar, tras tratar de impedir sin éxito el fusilamiento de jóvenes de Sevilla en la vecina Plaza de Armas del Campo de Marte.
El Ayuntamiento de Sevilla dedica este recuerdo en memoria de la cívica actitud ejemplar de aquel alcalde y como recordación futura contra la pena de muerte.”
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