viernes, 30 de julio de 2021

El primer microscopio de España


La Real Academia de medicina en Sevilla y antes la Sociedad Regia de Medicina ha sido reconocida como el primer centro de investigación científica que se establece en nuestro país, con su laboratorio en el que había los utensilios y las máquinas más idóneas. Es en este punto donde queremos detenernos como curiosidad y es que el primer microscopio conocido en España se localizó en esta ciudad.

Estatua de Benito Jerónimo Feijoo en Orense


En este aspecto se ha hecho valer y es por todos admitido lo que dictaminara el doctor Marañón, ya que es una autoridad en todo lo concerniente a medicina y su parecer resulta irrefutable. Por ello cuando expone que el primer microscopio que hubo en España, lo tuvo el Padre Benito Jerónimo Feijoo, poco más hay que añadir. Sin embargo existen documentos escritos que han salido a la luz al indagar en la biografía del Fundador, don Juan Muñoz y Peralta, en los que al parecer algunos de los miembros de la “Veneranda Tertulia”, cuatro o cinco años antes que el Padre Feijoo adquiriera un ejemplar fabricado en Inglaterra ya usaban un microscopio traído a través del puerto de Cádiz.
Sea como fuere lo que esta fuera de toda duda es que el primer microscopio que piso la Península Ibérica se utilizó en Sevilla.
A continuación, transcribimos íntegramente la carta que adjuntó a la devolución el padre Feijoo y que fue publicada en su día por el Doctor Gregorio Marañón, sacando a colación muchos aspectos que a lo mejor no son muy conocidos.

«P. Ntro. - Amigo y señor: Allá va la comisión que acaba de remitirme nuestro P. General. A quien dan no escoge. Las ochenta misas ya corren desde mañana por cuenta de todos los Sacerdotes que hay aquí obligados a las de la casa. Dentro de dos o tres días saldrá de aquí un Colegial hijo de Monserrate de Cataluña para Monserrate de Madrid. Este llevará el Marco Antonio Mureto y agregado a él un microscopio que dos años ha se compró por encargo mío a un judío de Amsterdam en 350 rs y pedía pienso que hasta cuatrocientos pero respondiéndole el deán de esta Iglesia, quien, en compañía de D. Joaquín de Velarde y D. Clemente Duque, hizo por aquel tiempo viaje a París y Holanda, que yo no habría dado más dinero para la compra que los 350, lo que era verdad, le alargó con la condición de que yo le enviase el tomo 8º y 9º de el Teatro crítico. El demonio de judiazo tenía los siete primeros en compañía de todas las obras del Padre Vieira. Era o es oriundo de Portugal. Yo no tengo paciencia para andar atisbando átomos y así remito el microscopio para que V. Pdad. los atisbe , si quiere, o haga de este armatoste lo que se le antoje. Por si V. Pdad. no hubiese visto otro de este género advierto que vienen a ser no uno, sino seis microscopios, esto es, aquellas rodajitas con un vidrio menudísimo en el centro y cubiertas con su monterilla, cuanto es más pequeño el vidrio descubre objetos más menudos, y así se varían los microscopios colocándolos enroscados en la cabeza del tubo a porción del tamaño de los objetos que se quieren examinar, y el objeto acomodado en un vidrio de cualquiera de las tablillas se emboca por la abertura que está pocas líneas debajo de la cabeza del tubo. Toda esa baratija de instrumento descubrirá a poca reflexión su uso respectivo. En el secreto van unos niveles de la nueva invención. (Cartas inéditas de Samos, 21 octubre. S.a.).» 
Estamos ante un personaje sobresaliente, Benito Jerónimo Feijóo y Montenegro nació en 1676 en Casdemiro (Orense) y falleció en Oviedo en 1764, ciudad ésta en donde vivió gran parte de su vida dedicado a la vida monacal benedictina. Sin embargo fue en Sevilla y en la Corte donde desarrollo su vida más operativa. Eligió ser miembro de los monje benedictinos, lo que le supuso tomar voto de pobreza y, por tanto, renunciar a sus derechos como mayorazgo de su casa.  La Sociedad Económica de Sevilla lo incluyó entre sus socios numerarios; Fernando VI le dio el título de consejero real en prenda de su estima y Carlos III le regaló por la misma razón un ejemplar de Las antigüedades de Herculano. El papa Benedicto XIV y el cardenal Quirini hicieron de él grandes elogios y fue por muchos escritores y sabios respetado y agasajado.
Carlos III- Retrato en el Museo del Prado
El siglo XVIII ya estaba inaugurado, era el periodo de la Ilustración, se abogaba por todo lo que supusiera adelanto, Europa estaba sumida en un clima de desarrollo. Los grandes pensadores, y eruditos en los más nobles campos habían tomado la delantera. España se habría de incorporar con considerable retraso a esta corriente cultural, sin embargo si buscamos quién representó en mayor grado este movimiento, encontramos a la corte de Carlos III, un monarca preocupado por rodearse de gente preparada, grandes baluartes de la época. Es precisamente en este aspecto donde el padre Feijóo destaca en su lucha sin cuartel por modernizar España, sentar las bases que le permitiera subirse al carro de la modernidad que imperaba en los países más importantes, intentó difundir la cultura y la ciencia. Concretamente en la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla, encontró la niña de sus ojos. Aprobaba el método que exhibían, no en vano la costumbre de formalizar tertulias con personalidades versadas era de algún modo los cimientos de la Ilustración.
El populacho del país entero estaba imbuido por una superstición extrema, esto dominaba el grueso de las disertaciones de un pueblo maleable al antojo de unos pocos. El Padre Feijóo, hombre de extensa cultura, se propuso combatir la ignorancia en una España donde saber leer era un lujo reservado a la clase alta. Este monje fue considerado un filósofo influyente de pensamientos aristotélicos, priorizando el método experimental sobre cualquier deducción racional, y por ende la verdad, en cualquiera de sus formas sobre la mentira.
Es por todo ello que sorprende tanto que decidiera deshacerse de tan valiosa máquina,, argumentando en propias palabras: «Yo no tengo paciencia para andar atisbando átomos y así remito el microscopio para que V. P.dad los atisbe, si quiere, o haga de este armatoste lo que se le antoje». Faltaba así a uno de los principios fundamentales de cualquier hombre de ciencia que se precie, y es que como popularmente se admite, “la paciencia es la madre de las ciencias”.
Sirva de justificación si cabe, que en el entorno de la época la anatomía patológica aún no ea seguida por la medicina, y aunque la obra de Morgagni ya empezaba a tener adeptos fue más tarde cuando fue asimilada por la medicina.
Por otra parte de la lectura de la carta se extrae por una referencia anecdótica relativa al vendedor, que en el momento de la transacción ya estaban publicados los nueve tomos del Teatro Crítico, es decir, posterior a 1740, y entre los microscopios ingleses construidos por estos años, el más popular y que coincide bastante bien con los datos descriptivos que tenemos es el modelo de John Cuff .
Microscopio de Cuff (de mediados del XVIII)


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