El silencio caracterizaba a esta calle en tiempos pasados, no había quien no pensara que su nombre venía de esta cualidad parecida a la de las casas cuna. Sin embargo el motivo se encuentra en el número 13 de esta vía, allí se levantaba un hospital de niños expósitos desde 1558.
Anteriormente se conocía por Arqueros, pues fue a este tipo de soldados a quien se le asignó esta zona a mediados del siglo XIII, con la reconquista.
Posteriormente esta calle fue denominada Carpinteros, tuvo que ver en ello la ocupación de sus viviendas por este gremio. Han seguido frecuentando la que fue su iglesia y su capilla,
establecida muy cerca, hablamos de la Iglesia San José. De hecho este edificio fue construido por estos, lo cual desembocó en un interesante pleito con los arquitectos, quienes gozaban en exclusiva de este derecho.
establecida muy cerca, hablamos de la Iglesia San José. De hecho este edificio fue construido por estos, lo cual desembocó en un interesante pleito con los arquitectos, quienes gozaban en exclusiva de este derecho.
En el interior del hospital de niños huérfanos una lápida recoge la siguiente leyenda, en latín: “Porque mi padre y mi madre me abandonaron, el señor me recogió”, el clero enfundo aquel sitio de bondad y beneficencia, pero la realidad fue muy distinta. Se reclutaban los llamados niños innominados, que solían bautizarse con el nombre del santo del día, abandonados, desprovistos de ropas, enseres y desnutridos, otros simplemente moribundos con
el fin de ahorrarse los gastos del funeral y también los había ataviados de todo lo necesario, estos últimos pertenecían a clases altas, eran los bastardos que deseaban ocultarlos, al menos temporalmente, y solían abandonarse con cartas explicativas o de recomendación y compromiso de reclamarlos. En definitiva, aquel espacio representaba en muchas ocasiones la muerte de inocentes padres de lo más bajo de la sociedad, y la posterior inanición y desatención de sus vástagos, se confundían las cunas por ataúdes.
el fin de ahorrarse los gastos del funeral y también los había ataviados de todo lo necesario, estos últimos pertenecían a clases altas, eran los bastardos que deseaban ocultarlos, al menos temporalmente, y solían abandonarse con cartas explicativas o de recomendación y compromiso de reclamarlos. En definitiva, aquel espacio representaba en muchas ocasiones la muerte de inocentes padres de lo más bajo de la sociedad, y la posterior inanición y desatención de sus vástagos, se confundían las cunas por ataúdes.
En esta vía destacan varias edificaciones…
La impronta de Anibal González está presente: el nº33 y nº41 son edificios regionalistas llevados a cabo por el famoso arquitecto, además del impactante Palacio conservado como restaurante llamado Cuna 2, por estar situado en ese número.
Donde ahora está ubicado el teatro Quintero, no hace mucho tiempo estaba el cine Pathe.
El edificio ciudad de Londres que destaca poderosamente, se encuentra haciendo esquina con la calle Cerrajería. Obra del arquitecto sevillano Espiau, sirvió de inspiración para la posterior construcción de su obra regionalista más representativa: “el edificio La Adriática” de la avenida Constitución. Se levanta entre 1912 y 1914, con motivo de la Exposición del 29 y aunque en 1982 sufriera un devastador incendio, la fachada ha sido conservada, aunque su interior ha sido modificado totalmente ajustándose a lo que es ahora, unas galerías comerciales dedicadas a los tejidos y a la confección.
El nº8 de la calle presume de tener uno de los mejores palacios de Sevilla, hablamos del
de la Condesa de Lebrija, propietaria desde 1901 aunque dicha edificación es originaria del siglo XVI, pasando por épocas de abandono y ostracismo hasta la llegada dela Condesa. En su interior se percibe la afición de la condesa por la arqueología, reuniendo una importante colección de restos arqueológicos y obras de arte.
de la Condesa de Lebrija, propietaria desde 1901 aunque dicha edificación es originaria del siglo XVI, pasando por épocas de abandono y ostracismo hasta la llegada dela Condesa. En su interior se percibe la afición de la condesa por la arqueología, reuniendo una importante colección de restos arqueológicos y obras de arte.
El Palacio de Los
Montilla supone el comienzo de la vía, es singular el hecho de que mientras su fachada que da a la calle cuna es regionalista, la que da a la calle Laraña es neogótica, a ello contribuyó sin duda la construcción tan lenta hasta su finalización.
Montilla supone el comienzo de la vía, es singular el hecho de que mientras su fachada que da a la calle cuna es regionalista, la que da a la calle Laraña es neogótica, a ello contribuyó sin duda la construcción tan lenta hasta su finalización.
De los restaurantes que encontramos en la calle, destacan “El restaurante Pando, el Victoria Eugenia, el Cuna2”, respecto a este último tengo que decir que adentrarse en él,
es permanecer en un palacio, numerosos camareros se ocupan de que a los comensales no les falte de nada, comida exquisita y a precios adecuados (la
economía de uno no le permite acudir muy a menudo, pero merece la pena visitarlo de vez en cuando) te garantizan una comida inmejorable, y por si no bastara con eso, al terminar puedes subir en ascensor a la terraza y seguir disfrutando de la velada en un marco incomparable. Mencionable y prioritario para mí, al menos, es el hecho de que dispongan de una buena rampa que te permite sortear las escalinatas de la entrada.
es permanecer en un palacio, numerosos camareros se ocupan de que a los comensales no les falte de nada, comida exquisita y a precios adecuados (la
economía de uno no le permite acudir muy a menudo, pero merece la pena visitarlo de vez en cuando) te garantizan una comida inmejorable, y por si no bastara con eso, al terminar puedes subir en ascensor a la terraza y seguir disfrutando de la velada en un marco incomparable. Mencionable y prioritario para mí, al menos, es el hecho de que dispongan de una buena rampa que te permite sortear las escalinatas de la entrada.
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