lunes, 22 de junio de 2015

Torre del Oro. I


  A comienzos del siglo XIII, durante los últimos coletazos de los reinos de Taifas, el río Guadalquivir vio cómo se daban por finalizadas las obras de su Torre vigía, a partir de entonces todo lo que pasara en el acuífero a su paso por la ciudad sería vigilado desde esta edificación de algo más de 15 metros de diámetro y casi 37 de altura. La importancia de esta singular torre dodecagonal  estriba en su ubicación, es su estratégica situación la que le ha permitido presenciar un sinfín de vivencias, seguramente más que ninguna otra construcción hispalense, tanto es así que compite con la Giralda a la hora de señalar un emblema
de la ciudad.
El álgebra estaba muy presente en las obras almohades, por lo que los doce lados de esta Torre no era un capricho, sino una jerarquía que empezaba aquí, seguía en la octogonal Torre de Plata, que se erige en la calle Santander Cerraba el paso al Arenal mediante un tramo de muralla que la unía con la Torre de la Plata (de ocho lados), para continuar con la hexagonal torre de Ab-del-aziz, y terminar antes del Alcázar con la cuadrada torre de Santo Tomás. Una muralla unía estas cuatro torres, cerrando el paso desde el propio Alcázar hasta el Arenal. Treinta escasos años después de su creación no se pudo evitar que los marinos de Ramón Bonifaz con la flota de la Reconquista, usaran dos naves pesadamente lastradas con piedras y provistas en sus proas de sierras de acero, impulsadas por remeros, impactaran contra la cadena, rompiéndola y destruyendo el puente de barcas, donde hoy está el de Isabel II, cortando de ese modo la llegada de suministros a la sitiada Sevilla. 
Originariamente esta emblemática torre se llamó bury al-dahab, en referencia a la proyección dorada en el río que provocaban los azulejos dorados que la revestían. Esta es la explicación que se da por algunos para justificar su actual nombre, sin embargo en ese caso debería de llamarse dorada. La misma replica se puede dar a quienes atribuyen esta denominación al dorado de los cabellos de la amante del Rey Pedro I, quien la encerró aquí, con aviesas intenciones, ya que su marido estaba en la guerra. Este hecho debió ser el colofón a las idas y venidas que hacía el monarca a la Torre ya que se dice que fue el lupanar del promiscuo Pedro I. Que aquí se descargara todo el oro proveniente de América también tendría algo que ver con su designación. De todas formas, la teoría más consistente es la que otorga el nombre de Torre del Oro, al hecho de que durante muchos años fue donde los Señores de la ciudad guardaban sus joyas y demás riquezas.



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