Le dijo el río a Sevilla, yo soy tu amante rendido, pero Sevilla le dice: no quiero amores de un río. Y el río Guadalquivir, que no quiere renunciar, con llantos de caracolas, se va a Triana a llorar. La esperanza trianera, que tanto ama a su río bate palmas por fandangos, condenando el desafío. Sevilla ya complacida, por la vela de Santa Ana, le jura amor eterno…bajo el puente de Triana.
(Ángel Reyes)
(Ángel Reyes)
El 23 de febrero de 1852 se inauguró este hallazgo. Una procesión partía desde la parroquia trianera Santa Ana, el arzobispo bendijo el monumento, situándose en su parte central, gobernador civil, desfiles militares, concursos de natación, cucañas y demás actos fiestas populares… Sevilla entera celebraba esta conexión entre Triana y Sevilla. Se había vencido al Guadalquivir. Cuatro meses después el puente se abrió al público. El de barcas había pasado a la historia. Sin embargo este recurso que iniciaron los moros, que en aquel entonces era lo habitual, perduró a pesar de sus inconvenientes y sus continuas reparaciones, casi siete siglos y medio, contra las algo menos de dos centurias que lleva en pie el puente de Isabel II.