lunes, 6 de junio de 2016

Parque Maria Luisa. I

Escuche usté, amigo:
¿Ha estao usté en Sevilla? ¿Ha visto usté el parque de María Luisa?
¿Qué no lo conoce? ¿Qué no ha estao usté allí?
Pues..., usté no sabe lo que es un jardín.
(continúa al final)



Para hablar del Parque, ineludiblemente debemos detenernos en la vida de María Luisa Fernanda de Borbón. Tres años después de enviudar, los vastos terrenos que conformaban los jardines del Palacio de San Telmo, donde ella tenía fijada su residencia estaban en avanzado estado de abandono. Su propiedad constituía una exageración en sí misma. El 19 de junio de 1893 la duquesa decide donar estas extensiones a la ciudad y el cabildo sevillano en agradecimiento decide bautizarlos como el Parque de María Luisa.


 
No podía imaginar la Infanta María Luisa que estos jardines palaciegos se convertirían en un lugar privilegiado de Sevilla, de reconocimiento mundial.
La hija de Fernando VII y María Cristina, fue a su vez hermana menor de la Reina Isabel II. Fue matrimoniada con Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, aunque la primera intención del Rey de Francia era casar a su vástago con la hermana mayor que ostentaría el trono, se tuvo que conformar con el segundo premio. Así a sus tempraneros 14 años la débil, famélica, y tímida joven (con una infancia llena de carencias afectivas pues desde los dos años fue huérfana por parte de padre y su madre se volcó con la heredera al trono, su hermana, tan sólo un año mayor), emigra a Francia y en soledad de los suyos, inicia una nueva vida con su cónyuge. Se une una juventud inexistente con una precaria infancia, pero ahí no termina el calvario de la infanta ya que vivió de primera mano la Revolución de 1848 que desembocó en un desesperado exilio, la pareja acaba en Sevilla y se instalan tras obtener el permiso del gobierno para adquirirlo, en lo que hoy es el Palacio de San Telmo. Por tanto desde 1850 los Duques se afianzan en este domicilio. Complementariamente se hacen con la propiedad de dos fincas, que anexionan al palacio como jardines, dando lugar a lo que posteriormente constituye el Parque.

El duque sueña con la Corona española y conspira durante toda su vida por obtenerla, la discreta María Luisa toda su vida fue a remolque de su marido. Al matrimonio hay que reconocerles el embellecimiento del palacio de San Telmo. Monstpesier fallece sin ver fructificados sus sueños conspiradores, ella le sobrevive siete años, tiempo al que se dedica, desde su palacio, a numerosas obras de caridad.

No es un tema baladí que los sevillanos pueden presumir de vivir en la urbe que encabeza la lista de las ciudades españolas con más zona verde por habitante, concretamente unos 22 metros cuadrados. El Parque que nos ocupa con sus más de tres decenas de hectáreas tiene gran culpa de ello. En 1893 este vergel urbano fue catalogado como bien de interés cultural.

Mientras estas parcelas estuvieron bajo la propiedad de los Duques su evolución fue muy modesta. Tan sólo destaca la construcción de lo que se llama actualmente el Costurero de la Reina y un invernadero con una estructura metálica.
A partir de 1910, siendo ya el Parque de María Luisa público, se programan las obras para la Exposición Iberoamericana que se plantea celebrar. Todo el proyecto gira en torno a lo que fue un día los jardines del palacio de San Telmo. En enero de 1911, se designa un Comité Ejecutivo de la exposición que encarga al visionario arquitecto sevillano Anibal González la labor de dirigir y diseñar las obras del proyecto y se recurre al paisajista francés  Jean-Claude Nicolas Forestier, quien ya contaba con cierta experiencia en el bosque de Boulogne de París, para realizar el proyecto de jardinería.

Forestier no se limitó a aplicar el clasicismo francés, adaptó su trabajo al clima, idiosincrasia y paisaje sevillano y este hecho fue el mayor de los aciertos de su obra. Se inspiró en la Alhambra de Granada, en el Retiro de Madrid y en El Alcázar de la propia ciudad. Combinó jardines londinenses, versallescos y mudéjares.



Aquí confluyó espacio, talento y porque no decirlo, libertad a la hora de planificar para recrear todos los estilos que habían impregnado al francés de una creatividad que se culminó en la conformación del parque. El proyecto aprovechó los ya existentes monte Gurugú y el estanque de los patos para crear un eje central, al cual sumaría la fuente de los Leones y el estanque de los Lotos.
Se añadirían las avenidas de Pizarro y la de Hernán Cortes, que corren paralelas a este eje y otra perpendicular a estas para poder facilitar la circulación de carruajes dentro del propio recinto. Todo esto se llevó a cabo con un cuidadoso mantenimiento del frondoso arbolado ya existente en los jardines palaciegos.
 
 

A este diseño se adicionó una nada desdeñable muestra de especies avícolas, que junto a la riqueza vegetal añadida a la ya existente suponía más azúcar a un espacio ya dulce.
Mención al margen merecen las glorietas, sobre las que volveremos más adelante, que suponen espacios intimistas dentro de la grandiosidad del parque, evocando los patios de las casas andaluzas.

Así, el 18 de abril de 1914, coincidiendo con la feria de ese año, las puertas del parque se abren al público sevillano y desde aquel día la ciudad ya no fue la misma.

Entre 1912 y 1922 se acometen las obras arquitectónicas más importantes, aunque el populacho ya ha integrado el parque al patrimonio público de la ciudad, las obras están sometidas a un ritmo incesante. Consecuentemente se levantan los edificios más célebres del interior del parque como son la plaza de América, la Plaza de España (construcciones monumentales que merecen unas entradas específicas), el Pabellón Real  y el de Domecq, que a pesar de sus reducidas dimensiones, no tiene desperdicio, guarda en su construcción muchas semejanzas con el Real.
Es el único pabellón comercial que se conserva dentro del recinto. Su primera planta se dedicó a la muestra de los productos de su promotor: Don Pedro Domenecq.
Un año después de su apertura, Forestier diseña una ampliación del parque para aunar la Plaza de España. También es destacable la terminación de más glorietas para la celebración de la Muestra.
Después de la exposición se han seguido añadiendo glorietas, hasta la década de los setenta del siglo pasado se añadieron algunas y también se han dispuesto nuevos monumentos al parque. La última intervención arquitectónica fue hace escasos años: el busto de Anibal González, ubicado delante de la Plaza de España, como contemplando su obra.
En 1956 se remozó la vegetación del parque, desestimando algunas plantas muy deterioradas y sustituyéndolas por otras de su misma especie y características.
...

No, señó;
No lo sabe usté,
se lo digo yo.
El parque - el paraíso. Está en la orilla
del río más juncal y más cañí
que hizo Dios, pa lucirse haciendo ríos...
¡El Guadarquiví¡...
el río de la gracia y del salero,
que en eso da lecciones hasta el mar,
porque el mar es más grande, tié más agua...
pero menos sal.
Un cachito e tierra
e un cachito e gloria
se puso a echá flores,
se puso a echá rosas,
claveles y azahares,
y nardos y aromas
(¡vamos que las plantas
se volvieron locas¡),
y salió aquel parque...
¡Ay, Jesú, qué cosa¡...
Como pa er regalo
de una reina mora
o pa que los ángeles
tuviesen alfombra...
Un mantón de Manila
con mil bordaos,
donde los pajarillos
no son pintaos,
sino de veras...
¡Hay ruiseñó que canta
por peteneras¡
un mantón que deslumbra
con sus reflejos,
donde las rosas nacen
entre azulejos,
y por hermosas,
también corren las fuentes
sobre las rosas.
¿Quién bordó ese pañuelo de pedrería?
El sol, el sol bendito
de Andalucía...
Pañuelo moro
al que dio por flecos
sus rayos de oro.
En fin, que ése es un parque
neto, serrano,
andaluz, con hechuras,
juncal, gitano...,
¡la maravilla¡
¡El pañolón de flores
de mi Sevilla¡
Pos...misté una cosa
que no va a creé:
Ese jardinillo
lo jiso un francé.
¿Qué tendrá mi tierra
(yo me jago cruces),
que hasta a los franceses
los vuelve andaluces?...
¿Qué dirá el gabacho
cuando vaya al Boá?...
Esto es cualquier cosa...
Pa jardín...,¡allá¡
El querrá de fijo,
si se va a París,
jacer otro parque
como el hizo allí,
y no va a salirle...
¡Qué le va a salir,
si el sol de su tierra
parece un candil
y a las hembras dicen
Madán por gachí¡...
Que venga primero,
si quiere lucir,
a aprender el Sena
del Guadalquiví.
Los claveles del parque
de mi Sevilla
se suben ellos solos
a la mantilla.
Con las que en mayo nacen
en su lindero
hay pa cubrir de rosas
el mundo entero.
Ca naranjillo tiene
diez ruiseñores,
y es aquello una orgía
de luz y flores,
cuando entre los rosales
que besa el río
pasa dándoles celos
el mujerío.
Aquello es gloria pura,
que Dios envía...
Vamos...¡la borrachera
de la alegría¡
To se ríe: las flores,
la tierra, er viento...
¡hasta el cielo parece
que está contento¡....
que el cielo en estas tardes
dice a Sevilla:
¡Buen jardinillo tienes¡...
¡Anda, chiquilla¡...
Dios mismo es quien t'ha dao
tu pañolón...
¡Vaya si estás serrana
con el mantón¡
¿Y usté no ha estao nunca
en er parque aquel?
Pues usté no sabe
lo que es un vergel...
No, señó: no lo sabe usté, ¡Se lo digo yo!

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