jueves, 16 de junio de 2016

Monumento al Cid Campeador


Con motivo de la Exposición del 29, la escultora Anna Hyatt Huntington, una enamorada de la historia y cultura española y habitual de Sevilla propuso en 1927 a su marido y fundador de la Hispanic Society que donara la estatua ecuestre de bronce a esta ciudad. Seguramente también influyó en esta donación el hecho de que por aquel entonces existía una estrecha colaboración entre Sevilla y esta sociedad por las continuas excavaciones que se estaban realizando en Itálica.

Mariano Benlliure fue el encargado por las autoridades para encontrar el enclave idóneo. Tras mucho elucubrar, incluso se dice que tuvo que mediar Alfonso XIII, se decidió emplazar el monumento en la avenida que llevaba el nombre del homenajeado y en el lugar donde popularmente se le conoce como glorieta del Cid, aunque realmente se trata de la glorieta de San Diego pues hasta aquí llegaba el antiguo convento de los franciscanos San Diego de Alcalá. Hasta 1929 no se finalizó el pedestal de piedra diseñado por Francisco Traver y se procedió a la liturgia de su inauguración. Este basamento nos muestra dos leyendas a ambos lados, donde se conmemora la relación del Cid con la ciudad. Por una lado…
“Sevilla
dorada corte del rey poeta Motamid
hospedo a Mio Cid embajador
de Alfonso VI y le vio volver
victorioso del Rey de Granada.”
y por el otro lado…
“El campeador
terrible calamidad para el islam
fue por la viril firmeza de su carácter
y por su heroica energía uno de los
grandes milagros del creador
Ben Bassam.”


Esta figura ecuestre se expone en la película Ciudadano Kane, de Orson Welles, el cual pasó varias temporadas aquí, y se aljaba a escasos metros en el Hotel Alfonso XIII,
Según la propia escultura, Alfonso XIII le dijo sobre Babieca, (así se llamaba el caballo de Rodrigo Díaz):
“Yo siempre quise saber qué clase de caballo cabalgaba el Cid. Ahora, al ver el que usted modeló, coincido con usted en que éste es el único caballo digno de haber sido montado por el héroe castellano”

Aunque esta imagen a caballo fue la primera que modeló la artista, desde 1927 realiza varias réplicas semejantes que hoy lucen en New York, en San Diego, en Buenos Aires, en San Francisco y sin ir más lejos en la Plaza de España de Valencia. El prototipo de esta estatua luce en Carolina del Sur. Como vemos surgen muchos gemelos de esta obra, sin embargo ante un turista que nos vacile con que en su ciudad natal también existe una figura semejante a esta, podemos rebatirle comentándole que aquella es una copia de esta.
 

Como anécdota ilustraremos como se mostró este afamado monumento durante dos escasas semanas del principio de noviembre del 2013. Una malla de ganchillo multicolor, similar a los revestimientos realizados por la autora en muchas ciudades enfundaba al Cid y su caballo. La artista responsable de este controvertido traje que suscitó todo tipo de comentarios fue la polaca afincada en Nueva York Agatha Oleksiak.


Popularmente esta estatua se conoce simplemente como “el Caballo”.
Se ha convertido en una referencia natural de la ciudad. Y cuando la Feria se celebraba en el Prado esta figura ecuestre era un punto de citas para los feriantes, un reloj como el de la Plaza Nueva pero con cuatro patas, como exponen muchos sevillanos.
 
Fuente: Sergio David Cansado (Esa Sevilla)
Actualmente los coches no permiten acercarse, pero si se acede a esta zona central de la avenida se descubre una pequeña fuente sin agua rodeada de jardinería.
 

Para acabar con este mítico y legendario personaje  hablaremos de la relación que tuvo Rodrigo Díaz de Vivar con esta ciudad, que no duda en mantener el homenaje que implica su glorieta, su avenida y su estatua.
El suceso que lo vincula con Sevilla, se produce cuando su posición ya empieza a ser relevante ya que la recuperación del trono por parte de Alfonso VI, la relación de Rodrigo Díaz con la Corona es estrecha y cercana. Las parias fue el impuesto que tenía que recaudar el Cid en el reino de Híspalis gobernado por Al-Mutamid. Este tributo preservaba a sus contribuyentes sus fronteras, no sólo se comprometían los castellanos a no atacar sino que ofrecían su protección en el caso de necesitarse. Al mismo tiempo, el Rey había enviado a Granada al conde García Ordoñez con el mismo fin. Allí Abdallah Buluggin le pidió que le ayudase en la toma de las tierras de Cabra que pertenecían a la taifa de Al-Mutamid, y el castellano se comprometió a ello. El primer mandatario de la corte sevillana, satisfizo a su cobrador a la vez que solicitó su ayuda para mitigar el ataque a su taifa, por las tierras de cabra. El Cid se prestó a tal gesta, aunque significara ir en contra de su bando, aunque a favor de sus principios. La contienda se sovento con un gran número de bajas y con el conde hecho prisionero. Según muchos historiadores esto propició el principio del calvario de destierros que Rodrigo Díaz de Vivar tuvo que lidiar hasta el fin de sus días, ya que el conde García Ordoñez era uno de los predilectos del Rey.
Y así fue como Sevilla fue testigo de la lealtad a sus principios y a la justicia de un caballero que estuvo tan acostumbrado a las victorias que se ganó el sobrenombre de “Campeador”.


Ya hace más de cinco siglos, y apenas se comenta que en este mismo punto estuvo hasta la llegada de los franceses, que la destruyeron, el quemadero de la inquisición. Hasta 1781, fecha en la que dejo de utilizarse, una especie de mesa cuadrada de mampostería sobre cuatro pilares, con la representación de los cuatro profetas, una estatua en cada esquina, constituía el escenario sobre el que los frailes dominicos condenaban indiscriminadamente a la hoguera a miles de ciudadanos. Entre 1481 y 1489 más de 10.000 fueron quemados y sus hijos y nietos eran perseguidos y se les negaba cualquier mejora laboral, no podían desempeñar o poseer oficios públicos, ni puestos, ni honores, ni ser ascendidos a las órdenes sagradas, ni ser jueces, alcaldes, condestables, magistrados, jurados, escribanos públicos, médicos, cirujanos, tenderos, corredores, cargadores, fieles, recaudadores, alcabaleros o poseedores de cualquier otro oficio público parecido.
Por escabroso y lamentable que fuera este no era el único vehículo por el que operaba la inquisición. Otras formas de operar podían ser (trascribiendo lo redactado en:
http://acordovilla.blogspot.com.es/2012/11/el-quemadero.html)
Por ahorcamiento, que se realizaba en los campos de Tablada.

Por desmembramiento, usualmente con caballos; atando cada extremidad a un animal y azuzándolos hasta que se les desprenden los miembros a la víctima. Esto se realizaba en la plaza san Francisco
Otros tormentos que se aplicaban en el castillo de san Jorge, (hoy mercado de Triana):
El tormento de la garrucha, o la polea, se ataban grandes pesas a los pies de la víctima. Se le ligaban los brazos por detrás en la espalda y se le sujetaban a una cuerda que pasaba por una polea atada al techo de la cámara de tortura. Entonces se le levantaba lentamente en el aire y después se le dejaba caer bruscamente a un par de pies del suelo. Normalmente esto ocasionaba dislocación de las articulaciones y tendones.
La tortura de la torca, o tortura del agua, se atascaba un trapo en la garganta de la víctima. Entonces se echaban grandes cantidades de agua en la boca y, por medio del trapo, estaba obligada a deglutirla toda.
La tortura del potro, se amarraba la víctima a un armazón de madera, con una cuerda gruesa que después se apretaba vuelta tras vuelta.
El sambenito, era una prenda larga, de color amarillo, con una o dos cruces diagonales impresas en ella. Los arrepentidos estaban condenados a llevarlo como señal de infamia durante un periodo que podía ir de unos cuantos meses a toda la vida. Quien llevara un sambenito estaba expuesto al insulto y al ridículo y si era exiliado de su localidad, tenía que hacer frente al robo y al asesinato en la carretera y a una nueva persecución dondequiera que fuese.
 
 
 
FUENTES

3 comentarios:

  1. Francisco José Gutiérrez Gallego5 de diciembre de 2020, 23:45

    Buenas noches.
    Sus comentarios sobre la Inquisición son falsos y, sobre todo, negrolegendarios.
    Puede consultar a Geofrey Parker, o a García Cárcel, o a Contreras, o a Henningsen, o a Haliczer, o a María Elvira Roca para saber la verdad.

    Las torturas que cita son falsas o, más bien, de las inquisiciones protestantes. La inquisición española sólo admitía dos tipos tipos de tortura: el látigo y el agua
    La Inquisición española era una institución muy organizada, mucho mejor reglamentada que cualquier otra en su momento, y en la que la religión seguía siendo asunto de la religión y no del Estado. Se ocupaba de delitos que todavía lo son hoy día, como por ejemplo los que se conocían como delitos contra la honestidad: el proxenetismo, la pederastia, la trata de blancas, la falsificación de monedas y documentos... Tenía un campo muy amplio de trabajo. El hecho de constituirse como una forma organizada, reglamentada y judicialmente estable de tratar las disidencias religiosas evitó las matanzas que éstas provocaron en el lado protestante. Conocemos todas y cada una de las sentencias a muerte que aquí se firmaron. Están muy bien documentadas en un estudio del profesor Contreras y de un danés, Henningsen. La Inquisición juzgó un total de 44.000 causas desde 1560 hasta 1700, con el resultado de 1.340 muertos aproximadamente. Y esa es toda la historia. Calvino mandó a la hoguera a 500 personas en solo 20 años por herejía. Cuando uno se pone a ver las barbaridades que sucedieron en el lado protestante, es que no hay color, entre otras cosas porque el cálculo de muertos que la intolerancia protestante pudo provocar sólo puede hacerse aproximadamente puesto que en la mayoría de los casos no hubo juicio, ni abogados, ni derecho a defenderse, fue por el procedimiento bárbaro del linchamiento, nada más. Esto no ocurrió nunca en las zonas católicas, jamás, y por tanto, no ocurrió en Sevilla.
    La Iglesia tendría que haberse puesto de manera un poco activa a limpiar su buen nombre y no esperar a que venga un señor como Stephen Haliczer, de la Universidad de Illinois, a publicar un trabajo de investigación sobre la Inquisición y a decirnos: «vamos a ver, ¡pero si esta institución era ejemplar en su tiempo! ¡Si el uso de la tortura era absolutamente limitado! ¡Si las cárceles suyas eran más benignas que las de la jurisdicción civil! ¡Si los juicios tenían más garantías que todos los demás!
    Por favor, corrija sus datos.
    Gracias.

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  2. No voy a corregir estos datos, pues aun validando los tuyos, la verdad es que no puedo determinar que los míos sean falsos pues yo no estaba alli y lo que hablo lo digo por otras fuentes que he consultado al igual que tu. Y entonces cientos de películas y documentales tampoco estarían en lo cierto. Por ejemplo usted afirma que la inquisición española sólo admitía dos tipos tipos de tortura: el látigo y el agua y ahora mismo yo estoy recordando en doc. y películas bien documentadas en la inquisición española, o por lo menos eso dice la crítica que son voces más versadas que la mía, como se utilizan otros métodos de tortura. O me vas a decir que colocar a una persona atada por los pies a unas ruedas con engranajes que tiran en dirección contraría a otras ruedas a las que se le atan los brazos, dando como resultado la separación en dos del cuerpo en cuestión esta relacionado con el agua o con el látigo. Si estas tan a favor de la Inquisición española deberías reclamar a muchos otros muchos autores que han publicado cosas mucho más importantes y con infinitamente más difusión y además antes que mi artículo.
    Gracias, y cuéntame si tienes éxito en tus quejas.

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