jueves, 24 de septiembre de 2015

Casa-Palacio Pilatos

En Andalucía descansan infinitud de residencias señoriales de tiempos pasados. Sevilla es la abanderada en este sentido, ocupando un lugar preferente en la belleza arquitectónica de la Ciudad. Un claro ejemplo de esto lo constituye el palacio de los Duques de Alcalá, el famoso palacio propiedad del Excelentísimo Sr. Duque de Medinaceli. Hablamos de la Casa-Palacio de Pilatos, que
tomó el nombre del de Jerusalén, por empecinamiento de don Fadrique Enríquez de Ribera, que en 1520 volvió fascinado de  su peregrinación por Tierra Santa y comprobó que la distancia entre su casa y el Templete de la Cruz del Campo, era la misma que la medida por él entre las ruinas del pretorio de Jerusalén y el monte Gólgota: 1321 pasos, estableciendo por este motivo la primera estación de Vía Crucis desde la misma casa hasta la Cruz del Campo. Antes se había denominado Palacio de los Adelantados, Casa de Alcalá de los Gazules, Palacio de los Marqueses de Tarifa o Palacio de San Andrés.

  El palacio fue construido en 1483, por iniciativa de Pedro Enríquez de Quiñones (IV Adelantado Mayor de Andalucía) y su segunda esposa Catalina de Ribera, tras la expropiación que se llevó a cabo por aquel entonces a los judíos que disponían en esta zona de sus viviendas, Posteriormente fue su hijo, don Fadrique Enríquez de Ribera, al fallecer su padre que estaba dispuesto a mudar su Palacio a otra zona, quien impregno en sus reformas, ampliaciones y decoración la mezcla del mudéjar, gótico, renacentista… convirtiendo la casa en un ejemplo excepcional de la arquitectura doméstica del siglo XVI.


Realidad y leyenda se cruzan en la historia de este Palacio, así pues la explicación sobre la que se fundamenta su propio nombre
no se ajusta a la realidad, la leyenda sobre el Vía Crucis desde la casa a la Cruz del Campo surge 100 años después de la muerte de su valedor, el primer marqués de Tarifa, Don Fadrique Enríquez de Ribera. Además también corre la creencia que la Casa de Pilatos intenta ser una réplica del Palacio de Jerusalén, pero la realidad es que no tienen nada que ver. E incluso hay partidarios, con cierta retranca eso sí,  que abogan por los orígenes sevillanos de Pilatos. Algunos estudios afirman que los padres del Pretor romano, vivieron algunos años en Itálica (o entre Itálica e Hispalis) además de en otras ciudades hispánicas de la Roma Imperial. El mítico procurador de Judea seria hijo de un tal Marco pontius. Pontius, cuya actuación en la batalla de la ciudadanía romana contra los astures fue destacada. Pilatos nacería en Hispalis (sevilla). Serviría bajo las órdenes de Germánico. Posteriormente se casaría con Claudia Prócula, nieta de Augusto( su abuela Julia se había casado en terceras nupcias con Tiberio).Tras esa boda Pilatos se convertiría en nieto del emperador y recibiría el titulo de "amigo del emperador" y el cargo de procurador de Judea.
Curioso, ¿no?, no dejemos que la realidad estropee una buena historia, y quedémonos con la leyenda, que es mucho más amena.
Lo que sí está perfectamente documentado por el archivero de la Casa, González Moreno, es que las cenizas del emperador Trajano, el I Duque de Alcalá y del virrey de Nápoles, que desde el siglo XVI reposaban en una hornacina, se encuentran desperdigadas en el jardín de la mansión por un descuido de una sirvienta que en el siglo XIX, que allí las arrojó. También descubrió que, al igual que ocurre en los monumentos funerarios egipcios, una vez al año un rayo de sol penetra por un orificio de la baranda de la azotea e ilumina el altar de la capilla.
Este Palacio ha sido llevado al cine en varias ocasiones y en fechas muy distantes, destacan cuatro superproducciones de Hollywood, como son la oscarizada “Lawrence de Arabia”. “1492: la conquista del paraíso” (1992) de Ridley Scott, quién volvería a rodar, trece años después en “El reino de los cielos” y a finales del 2009 Tom Cruise interpretó junto a Cameron Díaz, “Noche y día.
Pilatos no reside en su palacio, lo conserva la cofradía encajonado como un vulgar preso encerrado bajo el puente que nos conecta con Luis Montoto, y a la iglesia San Benito, no merecedor de encontrarse en un Palacio y sale una vez al año en Semana Santa. Dicha fama no es algo injustificada pues, como diría Antonio Burgos todos en Sevilla saben que “Pilatos,………con el cuento de la palangana, por poco, sí nos deja sin Semana Santa...”. Se cuenta que en cierta ocasión una viejecita que acudía cada tarde a la Iglesia de San Benito, tras rezar al Cristo de la Presentación se acercó para orar ante Pilatos. Sorprendido un hermano de la cofradía de la Calzada que la vio, intentó prevenir a la mujer de su error; pero la anciana le contestó: “sí hijo ya sé que es Pilatos, pero es tan guapo que debe ser hasta bueno”.
Dice Antonio Núñez de Herrera en su inefable “Semana Santa: Teoría y Realidad”: “¿Porque quién se acuerda ante este Pilatos tan simpático y buen mozo, que yergue junto a los demás su arrogancia, de aquél otro Pilatos, del de la palangana? La gente adora ya a Pilatos. Le adora aunque no sea más que por fastidiar al de la Macarena. Porque el amor es en Sevilla, muchas veces, una suma de odios polarizados…”



Por último, vamos a describir brevemente lo que nos encontamos al visitar el Palacio, aunque este contiene dos plantas, de la alta tan sólo diré que esta perfectamente amueblada y que dispone de una interesante colección de pinturas y tapices. Esta somera descripción se debe al hecho de que los usuarios de silla de ruedas no pueden visitarla. Al entrar al edificio comprobamos que se encuentra dividiendo  dos jardines, que a pesar del tumulto de los visitantes inspiran paz y sosiego, sobre todo el grande,




al oeste de la propiedad. Atravesando una doble galería nos adentramos en el patio principal. Típico patio andaluz con una  fuente en el centro y dos estatuas de la diosa Palas, Minerva…, todas piezas romanas. Veinticuatro bustos de emperadores romanos, procedentes de las ruinas de Itálica, junto al de Carlos I y Cicerón se distribuyen
por las galerías bajas del patio. También es reseñable que en una sala se expone la obra  “la mujer barbuda” de José de Ribera, lo Spagnoleto, uno de los pocos cuadros que se conservan en España de este pintor. Cuenta la leyenda que esta fémina, la napolitana Magdalena Ventura, conocida como "La Barbuda", después de dar a luz a tres hijos le empezó a salir una prominente barba.







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