miércoles, 6 de abril de 2016

Barrio Santa Cruz. VIII

Vista desde calle Susona, al pasar el arquillo, a la derecha nos encontramos con la calle Vida
Sobre la desaparecida calle Ataúd, en la que desembocaba la calle vida, y que se dice que se llamaba así por sus dimensiones, que recordaban a un ataúd. También existe otra teoría que explica que el origen del topónimo es por una prostituta hebrea enterrada allí.
Por el lado derecho de la calle vida, se ubica la de Rodrigo Caro, por la que nos sumergiremos hasta la Plaza Alianza.



La plaza del tambor, el Arquillo de los Sacramentos, la calle del horno de sacramentos y la plaza del pozo seco, actualmente “Alianza”, desaparecidas en los siglos XIV y XV se aunaron para dar cabida a la calle que homenajea con su nombre al poeta Rodrigo Caro.  Todos estos topónimos tenían una explicación. Así “plaza del tambor” le debe su nombre a la localización en este espacio de la Puerta del tambor, que se cerraba al toque de dicho instrumento, “horno de Sacramentos” debido a un horno de pan establecido en este lugar, “Arquillo de los Sacramentos” por un retablo de la Sagrada Familia que adorna este Arquillo, “pozo seco” por la existencia en esta plaza de un pozo que se había quedado seco. La calle Rodrigo Caro no termina aquí, sino que su sinuosidad se prolonga hasta converger con Mateos Gago, convirtiéndose de esta forma en una de las entradas al barrio por antonomasia: Santa Cruz.

La plaza Alianza debe su aspecto actual a la reurbanización del barrio de Santa Cruz efectuada a comienzos del siglo XX por el marqués Benigno de la Vega-Inclán, Comisario Regio de Turismo, asignando el diseño al arquitecto D. Juan Talavera Heredia.
En el siglo XV se llamó “Consuelo” para dejar paso en el XVI a la denominación “Pozo Seco”, finalmente y por la presencia de un café en sus inmediaciones pasa a llamarse desde 1830, como todo el mundo la conocía: Plaza de la Alianza.
Café Alianza, que da nombre a la Plaza

En el 2006 el gobierno socialista intentó llamarla “Indalecio Prieto” pero esto no fructifico, al parecer el nombre está más arraigado de lo que muchos dirigentes piensan. Esta plaza quizás sea el lugar más transitado por los turistas, que visitan el barrio de Santa Cruz.
Volviendo al “Don Juan Tenorio", de José Zorrilla, en esta plaza estuvo la residencia de Doña Ana de Pantoja, prometida de Don Luis Mejía, el que fue rival de Don Juan.

 


 El Hotel Palacio Alcázar, se levanta en el número 11 de la plaza desde hace un lustro. Aquí estuvo, después de ser un corral de vecinos, la residencia y el estudio de pintura del torero y pintor John Fulton, apodado en el mundo taurino como “el Yankee”. Se enamoró del mundo torero cuando con 12 años vio “sangre y arena”, pero hasta los 20 años no acudió a una corrida de toros. Aunque comenzó tardíamente su carrera taurina su evolución fue muy aceptable. Sin embargo destacó más y mejor en el arte de los pinceles. Por vivir en Sevilla, ser torero y natural de Estados Unidos sus pinturas tuvieron gran aceptación al otro lado del Atlántico, y empezó a correr el bulo que el rojo de sus pinturas en realidad era sangre de toro. La leyenda se difundió rápidamente, pero el interesado nunca la desmintió pues se convirtió en una publicidad incuestionable para sus obras, que estaban desarrolladas predominantemente en el estudio de trabajo de esta plaza. Es curioso como otro matador de toros, también foráneo, comparte con el americano la original forma de enamorarse de este arte a través de la misma película: "Sangre y arena", aunque fuera el remake estrenado en 1989, con una desconocida Sharon Stone como protagonista, de la versión original de 1941 que cautivó a John Fulton. Este apostó y se erigió en apoderado del joven torero Atsuhiro Shimoyama , convertido en los carteles como "el niño del sol naciente", quien tras sufrir una grave cogida en 1995 con importantes secuelas no le permitieron volver a la arena. Fulton falleció tres años después, habiendo sido reconocido más como pintor que como torero, y sintió como nadie el infortunio de su discípulo.



vistas de la Giralda desde la terraza Fulton

El magistral Antonio Burgos relata en uno de sus escritos la última vez que coincidió con su amigo “el Yankee”: “mañana de lluvia de enero, fue frente a la Catedral. Ibas con El Niño del Sol Naciente. Me ibas a hablar del racismo de las fronteras de Sevilla contra el japonés. Con tu delicadeza, para que él no lo oyera, le dijiste con ternura:- ¿No tenías que ir al banco? Anda, ve y espérame allí...Y sólo entonces me hablaste de la difícil geografía de las fronteras de Sevilla sufrida por Sol Naciente”.


  D. Joaquín Romero Murube, reubicó en 1965 desde los Jardines de las Delicias del Parque de María Luisa la fuente que hoy preside el centro de la plaza. También destaca adosada a las murallas del Alcázar donde ya se enclava la calle Joaquín Murube un azulado retablo cerámico dedicado al Cristo de las Misericordias, desde 1975.
A este articulista y poeta de la generación del 27, Sevilla siempre le estará agradecida por su trabajo de custodia y gran dedicación que prestó, siendo funcionario de la época al Real Alcázar.
Siguiendo por este poderoso retablo cerámico llegaremos al mismo punto donde empezamos este deambular por la enigmática Judería, la Plaza del triunfo.



Finalmente otra calle, con una importante leyenda, por la que no nos hemos detenido es la de "La Cabeza del Rey Don Pedro".


Toda la leyenda empezó cuando el alcalde de Sevilla en aquel entonces se jactaba diciendo que ningún delito que se cometiera bajo su mandato quedaría sin castigo. El polémico Pedro I no tardó en desafiarlo y ataviado con una gran capa deambulaba por la noche cuando tuvo un desafortunado encuentro con un miembro de los Guzmanes, familia que apoyaba a su rival para usurparle la corona, su hermano bastardo Enrique de Trastamara. Aquello terminó en un duelo de espadas cuyo vencedor fue el monarca. Protegido bajo la penumbra de la noche, Don Pedro se esfumó del sitio de los hechos, donde hoy se encuentra la calle Candilejo. Sin embargo una anciana vecina del lugar, alertada por los ruidos había sido testigo directo del encuentro mortal. Al reconocer la cabellera rubia, el ceceo de su habla y el sonido de sus rodillas motivado por una especie de suplementos ortopédicos, la mujer mayor se asustó y huyó despavorida, perdiendo en tal maniobra su candil, el cual fue determinante para que las autoridades dieran con ella.(Un estudio médico sobre los restos de Pedro I, que se encuentran en la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, revela como consecuencia de una parálisis cerebral infantil, un desarrollo anormal en algunas extremidades del monarca, concretamente en sus piernas.)

 La importancia e influencia de la familia Guzmán no permitió que el caso se desestimara y el Rey se vio obligado a recibir a la anciana, que asustada por las posibles represalias se había negado a declarar hasta ese momento. La intimidad y seguridad que le ofreció el monarca azuzó al testigo, y ante la pregunta sobre quien había sido el asesino, la anciana solicitó un espejo y sin ninguna compañía más, colocándolo delante del Rey le indicó el rostro del asesino.
D. Pedro I había prometido que la cabeza del asesino le sería arrancada, aunque lógicamente no fue fiel a su palabra. Concedió una urna de madera donde descansaba la cabeza del asesino, a cambio hizo prometer que esta no se abriría hasta su muerte. Cuando su cuerpo ya no tuvo vida se averiguó en su interior un busto con su rostro. Esta original taya de piedra se encuentra actualmente en la Casa Pilatos. En la calle Cabeza del Rey Don Pedro, se depositaron unas figuras de barro que reproducían el rostro del monarca. Aproximadamente en 1620 se sustituyeron por las piezas de piedra que hoy se dejan ver. Junto a esta corta travesía confluye la calle donde vivía la anciana que perdió su candil, que se bautizó como calle candilejo, nombre que ha sobrevivido hasta nuestros días.

Pero, curiosamente el destino se escribió durante estos días. Transcurrieron ocho años, en 1369, D. Pedro I acudió a Toledo para disipar una revuelta, aunque fue derrotado y tuvo que recluirse en el castillo de Montiel (Ciudad Real), sitiado y vencido por Enrique de Trastámara, intentó sobornar con tierras y demás riquezas al hombre de confianza de su adversario: Du Guesclin. Sin embargo, llegado el momento, éste renunció al monarca y ayudó a su señor enzarzado en un duelo que acabó con el despojo de la cabeza del Rey Don Pedro. Cuentan las crónicas que tras un lamentable encuentro en la tienda del valeroso y famoso por su fealdad, Bertrand Du Guesclin. Enrique se presentó al encuentro gritando:"¿Dónde está ese hijo de puta? a lo que Don Pedro contestó: "El hijo de puta lo seréis vos, pues yo soy hijo legítimo del buen Rey Alfonso", ante este nivel de cortesía ya podemos imaginarnos el final del encuentro. Pedro I iba a salir victorioso, ya había reducido a su oponente y se disponía a darle la estocada final cuando  Du Guesclin intervino y cambió el curso de la historia, dándole protagonismo a la casa de Trastamara. De esta acción pasó al acervo popular la frase que le dedicó el aguerrido hombre de confianza de Enrique al Rey depuesto: "Ni quito ni pongo Rey, pero ayudo a mi Señor".

THE END


 



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