miércoles, 18 de noviembre de 2015

Calle Hernando Colón

Esta calle estaba diferenciada en dos tramos. El primero se extendía desde La Plaza San Francisco hasta el viraje que adopta la calzada para encaramarse a la Catedral, recibió el nombre hasta el siglo XIV de Alfayates, por ubicarse aquí el gremio de los sastres, posteriormente se denominó Tundidores (los encargados de terminar, e igualar con tijeras los pelos de los paños) y así se conoció hasta 1868. El segundo tramo

comprende la parte rectilínea de la calle que desemboca en la Catedral, justo en la parte donde se establece la Biblioteca Colombina, legado de Hernando Colón a la ciudad, este segundo hijo del descubridor demostró querer a Sevilla más de lo que la ciudad hispalense lo quiso a él. A la gran colección que donó, se le busco acomodo en este lateral de la Catedral junto a la Puerta del Perdón, por ese motivo a mitad del siglo XIX, se unificó y se le asigno su nombre a toda la calle. Primero se le llamó Colón a secas y después para no confundirla con la avenida del Arenal se le designó Hernando Colon. La verdadera importancia de esta calle se encierra en el nombre que se le dio a esta parte de la vía que termina en la fachada norte de la Catedral: Alcaicería.
Se denominaba alcaicería al lugar de las ciudades de al-Ándalus, donde se autorizaba a comerciar, al por mayor, con seda bruta. Después la actividad se extendió a la venta de objetos de seda elaborados, para llegar a ser conocido como el mercado de todos los productos textiles, aunque la seda siguió siendo el objeto fundamental de venta.
Cuando los califas Abu Yacub Yusuf y su hijo Abu Yusuf Al Mansur piensan establecer en Isbliya la capital del reino musulmán durante el siglo XII, modifican la fisonomía de esta ciudad. Se produce un intento por ensanchar las calzadas, se crea el Puente de Barcas, se mejoran ostensiblemente las Atarazanas, empiezan las obras de la nueva Mezquita (lo que se transformará posteriormente en la Catedral) se trata de acomodar la ciudad a las expectativas crecientes. El comercio era muy importante en su día a día y no dudaron en derribar casas e incluso el zoco chico del Clavo para así poder levantar la Alcaicería Mayor, o de la Seda, diferenciándola así de la que ya existía desde el siglo IX, y de la que ya hemos hablado en este blog: La Alcaicería de la loza.

Abu Yacub propicia así desplazar el núcleo de la ciudad (que desde el tiempo de los romanos se había situado en las inmediaciones de la Alfalfa) a las proximidades de la Fortaleza musulmana, que se conocerá más tarde como Los Alcázares. Se conseguía así reunir en pocos metros, el poder militar (fortaleza almohade), el poder religioso (Mezquita) y el comercial (gran Alcaicería),  al igual que se hizo en el siglo de Oro, con la Catedral, Los Alcázares y el Archivo de Indias como poder comercial.
Fuente: http://sevillanadas.blogspot.com.es/
Se consiguió instaurar un mercado de productos suntuarios. En esta zona se comerciaba con tejidos, perfumes y especias. La Alcaiceria de la Seda se convirtió en el centro comercial primero de los musulmanes y posteriormente de los cristianos. Llego a alcanzar tal importancia que se quedó pequeño y se extendió a las calles colindantes e incluso a la propia Plaza de San Francisco. La gran relevancia adquirida no era sólo por el volumen de comercio sino fundamentalmente por su calidad. Por eso precisamente, por el alto valor de las cosas que se comerciaban, y porque estaba implícito en cualquier Alcaiceria que presumiera de serlo, dos arcos con puertas de rejas de hierro protegían a los comercios por la noche. El arco de la Rosa se llamaba al que lindaba con la calle Alemanes (con la Catedral) y de los Traperos  al que ocupaba el otro extremo. Contiguo al primer arco se alojaba la guardia de la propia Alcaicería.
Poco les duró el disfrute al pueblo musulmán, ya que mediados del siglo XIII Fernando el Santo reconquistaba Sevilla para los cristianos. Pero la Alcaicería seguía creciendo. Se unieron nuevos gremios a los ya habidos, principalmente los de la plata y la orfebrería. En la Plaza San Francisco ya empezaba la confluencia comercial: las platerías, compartían espacio con las tiendas de chicarreros (de calzado infantil y es que a esta Plaza acudía toda la chiquillería de la ciudad atraída por las corridas de toros que entonces se celebraban aquí), con las tiendas de chapineros (artesanos de los otros tipos de calzado), y con los talleres de batihojas (trabajadores del oro) que se extendían por la calle Batihojas, a medida que se avanzaba la intensidad comercial subía. Alfombras, sofisticadas telas, paños, sedas, ropas, sortijas, provocaban salir de aquel mercado con algunos dinares de menos.
Fuente: Noticias sobre la Alcaicería  y su trasformación en el s.XVIII (Juan Carlos Hernández Núñez)
La fisonomía de las tiendas se repetía por toda la calle, el porche era aprovechado como reclamo y dentro de la tienda ofrecían todo su género, solía esconderse en alguna esquina del comercio una escalera para subir a la planta de arriba que hacía las veces de almacén y de vivienda. Si algo no cambia con los años son las dimensiones, así pues si esta calle actualmente nos resulta estrecha, uno puede imaginar las estrecheces y agobios que se vivían en aquel mercado, aunque también se implicaban las calles colindantes. La vía resultaba insalubre, sombría y solía estar embarrada (causado por los continuos escapes de agua de la fuente de Mercurio Argifonte situada en la Plaza de San Francisco, donde hoy en día se levanta una réplica exacta de dicha fuente). Pero era lo que se llevaba.
Sin embargo nada es para siempre, y cuando Sevilla entera nadaba en la abundancia durante el siglo de oro, el comercio se trasladó al Arenal, si acaso quedaba algo era en las postrimerías de las gradas de la Catedral. La Alcaicería se queda fuera del circuito comercial y se sumerge en una crisis galopante que degenera aún más, como es lógico, cuando es Sevilla la que entra en una profunda cris, ya no es Puerto de Indias y pasa a ser la gran olvidada del Reino.

Fuente: Noticias sobre la Alcaicería  y su trasformación en el s.XVIII (Juan Carlos Hernández Núñez)
Cuando en 1679 el Marqués de Sofraga realiza un inventario de la situación del antiguo zoco, alentado por la necesidad perentoria de establecer un plano de la ciudad (20 años después ve la luz el plano de Pablo de Olavide), no solo ratifica que está en ruinas, sino que constata que la mayoría de tiendas han sido abandonadas y ya no queda nada de aquel mercado de lujo de antaño, se comercia con lo que se puede. En 1778 la zona empieza a ser, si no lo es antes, peligrosa y las autoridades mandan derribar varios corralones, que habían hecho las veces de comercios (el Ayuntamiento constata tener registradas menos de diez tiendas). Un siglo después los trabajos de piqueta se dan por concluidos con la destrucción del Arco de la Rosa, primero, y dos años después el de los Traperos. Esta decisión fue aplaudida por el soberano, e intelectuales de la época, así Santiago Montoto publica el 17.01.1852 en el periódico “El Porvenir”:” Ha comenzado el derribo del antiguo arquillo de la seda que tanto afeaba el aspecto público de la calle Colón”.
Actualmente el caballo de batalla de esta calle y de los comercios que anidan en ella es conseguir su peatonalización. Tarea difícil pues la zona peatonal ha crecido tato en Sevilla, que se hace imposible encontrar una vía alternativa para poder circular por el casco urbano. El 20.05.1778, a instancias del Procurador Mayor, ya se aprobó la circulación de carruajes, argumentando para ello que era la única alternativa.

sevilla.abc.es

JAVIER MACÍAS@Javi_Macias / SEVILLA

Día 27/06/2012 - 21.36h

Cortes de tráfico para reclamar la peatonalización de Hernando Colón

Comerciantes y vecinos esperan la autorización para comenzar las protestas porque, según dicen, cada día pasan 16.000 vehículos por esta calle comercial



Comerciantes y vecinos de Hernando Colón esperan una autorización para comenzar a movilizarse con cortes de tráfico para reclamar la peatonalización de esta céntrica calle. Y es que, según han calculado, cada día pasan alrededor de 16.000 vehículos, lo que «hace que el turismo no pase tan habitualmente por nuestros comercios como por los de otras calles, además de las molestias de ruido y contaminación para los vecinos», tal y como señaló la portavoz de la plataforma que viene denunciando este problema, Rosa Vergara.
La calle Hernando Colón es la única salida del tráfico proveniente de la Plaza del Cristo de Burgos y el de Águilas, por lo que el flujo de paso de vehículos es constante. Durante una hora comercial, ayer, en esa calle, de 12 a 13 horas, ABC pudo comprobar cómo pasaban un total de 414 vehículos, la mayoría de ellos taxis y motos, aunque también coches particulares y camiones de carga y descarga. Según Rosa Vergara, «no nos oponemos a que pasen los taxis ni a que entren los vehículos de carga y descarga, pero estos últimos no en horario comercial».
Ayer estuvo la Policía Local velando porque en la Plaza de San Francisco sólo aparquen las motos en el espacio reservado para ello, algo que vienen reclamando también estos comerciantes porque «al estar la plaza llena de motos, todos los turistas se van directamente a la Avenida de la Constitución, no por nuestra calle».
Por otro lado, Rosa Vergara afirmó que «se peatonalizó la Avenida para hundir una calle, que es como quitar la mierda de un sitio para ponerla en otro». 

La estructura de la Alcaicería en general, y de la calle Tundidores en particular no ha variado mucho(sí las calles colindantes, no la calle que es Hernando Colón), pero hay que tener en cuenta que los callejones estrechos y soportales eran frecuentes en toda la calzada, y ahora no están presentes simplemente porque los nuevos edificios han absorbido esos callejones y suelen conformar los patios de las viviendas.

Pared-Rte La Mamarracha, seguramente correspondiente a la absorción del callejón o edificio contiguo

Es también reseñable que en dicha calle, Tundidores y Alcaicería, descansaban tres retablos. Uno se conserva en la Catedral, aunque en precario estado, el que ocupaba una pequeñísima capilla enrejada que se exhibía en la calle Tundidores. Antes de que fuera demasiado tarde, en vistas de los delincuentes que merodeaban aquel barrio, en 1840 las autoridades decidieron llevar  dicho retablo de Nª Sª de los Reyes con el Rey Fernando a sus pies, al Sagrario de la Catedral. Donde  se deja ver con una pequeña inscripción que delata su ubicación original: ”Estas imágenes... se veneraron 284 años en un retablo en la calle Tundidores, y se trasladaron a esta capilla en 1840 por un devoto”. 
Fuente sevilla en  estampas.sevillanadas.

Generación tras generación se ha ido conservando un hecho que aconteció en la calle Tundidores, hoy Hernando Colón. En la acera de los números impares, por el principio de la vía según entramos por la Plaza de San Francisco. Aquí vivía un sastre, llamado Cosme y su esposa Manuela Tablantes. Todo se desencadeno el día que el marido subió a su domicilio inesperadamente y descubrió a Manuela en la cama con un empleado suyo, José Márquez. Cosme no dudó en acudir a la Real Audiencia, las leyes por aquel entonces contemplaban el cadalso para los que cometieran adulterio, era una forma de evitar que el implicado se tomar a la justicia por su mano. El ajusticiamiento de los dos amantes fue inmediato y en seguida se preparó todo para llevar a cabo la ejecución al día siguiente. La medida no fue popular y religiosos, estudiantes, familiares e incluso autoridades procuraron intervenir y convencer al rencoroso Cosme que era el único capacitado para retirar la denuncia. Sin embargo estas buenas intenciones no medraron, por eso al día siguiente amaneció el cadalso hecho ceniza, circunstancia que se volvió a repetir y el Consistorio tomo medidas, estableciendo una férrea vigilancia durante la noche en el arquillo del Ayuntamiento donde la mañana del 25 de octubre se iba  a llevar a cabo la ejecución. Un tumulto sin precedentes acompañó el devenir de aquellos acontecimientos, y se dice que un fornido franciscano que estaba próximo a Cosme le abrazo, inmovilizándole e impidiéndole hablar, a su vez el monje empozó a vociferar: “¡Le ha perdonado, Cosme le ha perdonado!”. La intervención de los estudiantes principalmente abalanzándose hacia el cadalso y liberando a los ajusticiados, hizo el resto. La ejecución finalmente, se había paralizado. Dejaron pasar unos días y más sosegadamente la Real Audiencia exigió a Cosme Que perdonara a su mujer para terminar de una vez por todas con aquel asunto doméstico que se les había ido de las manos. Los adúlteros no se fueron de rositas, al joven Márquez se le condenó un año a galeras, y a la seductora Manuela se le obligo a ingresar en un convento, sin embargo al poco salió y lejos de llevar una vida recatada, volvió a las andadas. Por eso se la conoció como LA MALDEGOLLADA.

IMAGENES
Calle  Hernándo Colón, tramo que sería la calle Tullidores
Nombre de la calle, por la parte de la Catedral, aquí estaría el arco de la Rosa
Calle Floretín, aqui terminaria la c/Tullidores, y estaría eel arco de los Traperos


Restaurante Mamarrracha, muy recomendable, ocupa el nº 1 y 3 de la c/ Hernando Colón. ¿En una casa situada más o menos en esta ubicación vivirían Cosme y la Maldegollada?
  
La orignalidad prima en el local, un poco más allá esta Ovejas Negras y en otra zona La Chunga, bares del mismo dueño.

Cuidado jardín vertical del esablecimiento



Paparracha, buena mezcla de sabores.

Focaccia, porque hay vida más alla de las croquetas, pescaíto...

Pluma. Muy tierna, altamente recomendable

Sabrosa tarta de queso

Catedral al fondo, cerca de donde está el bar Perol empezaría la calle Alcaicería

Los Comercios dominan esta calle: juguetería técnica Cuevas, Inés Rosales (contigua a la calle), filateli Hispalis y Carmen Rodríguez, bares de tapas el Perol, Ovejas Negras, el Torito Rojo, tienda de guitarra J.L. Postigo, tiendas de suvenirs, mimarket, establecimientos de comida rápida, estanco...


FUENTES CONSULTADAS

Historia de las calles y plazas de Sevilla (Jaime Passolas Jáuregui)

Esquinas y conventos de Sevilla (Santiago Montoto)

Noticias sobre la Alcaicería de la seda y su trasformación en el siglo XVIII (Juan Carlos Hernández Núñez)



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