viernes, 25 de junio de 2021

El guardainfante. Otra prenda prohibida.




“¿Qué es el guardainfante? 
Un enredo
para ajustar gordas
un molde de engordar cuerpos…
es un encubre-preñadas,
estorbo de los aprietos
arillo de las barrigas
disfraz de los ornamentos
y es, en fin, el guardainfante
un enjugador perpetuo
que está secando la ropa
sobre el natural brasero.” 
Luis Vélez de Guevara en el El diablo cojuelo.

“..no hay cosa más ajena del cuerpo humano (ordinariamente grácil y delicado) de las mujeres que el grueso y aparente bulto que ahora acompaña sus caderas”. “el demonio no ha podido inventar traje más atado y penoso”, es costoso y superfluo. feo y desproporcionado. lascivo, deshonesto y ocasionado a pecar. impeditivo en gran parte a las obligaciones y acciones domésticas. perjudicial a la salud y a la generación humana, a la conciencia y a la causa pública”. suscribe don alonzo de carranza en 1636 en su discurso contra los malos trajes y adornos lascivos.
Y seguía… en un derroche de intenciones por eliminar del armario de las féminas españolas una prenda que el tiempo le obligó a tragarse sus palabras y quizás tuvo que aprender que en general, pero sobre todo en lo referente a las mujeres y la moda la vía de la fuerza para prohibir algo es completamente estéril y suele producir el efecto contrario.
Algunas de sus afirmaciones sobre una prenda, según él, inventada por el demonio, cuyas “afectaciones” en la mujer que la usa son:
Resulta IMPEDITIVO
“Inhabilitadas de poder acudir a las ocupaciones caseras dadas a toda suerte de mujeres”. Obligadas y convidadas a la desidia.
“Imposibilitadas de entrar por puertas ordinarias, …solamente pueden entrar en las salas y aposentos principales, de grandes puertas y postigos, y viven despedidas de ver y visitar los retretes y aposentos menores que habitan las criadas (gente licenciosa), sabedoras que en ellos no han de ser jamás vistas de sus amas”.
Francisca de Velasco, marquesa de Santa Cruz, Juan Carreño de Miranda, 1665-1670.
En lo referente a la SALUD
“Se oponen estos trajes en dos maneras: una, impidiendo el conceto; otra, causando su aborto y perdición”.
“Lo primero se verifica con lo que dejamos dicho cerca de las indigestiones y obstrucciones y, consecutiva y necesariamente, la esterilidad”.
“También la pompa y anchura deste nuevo traje es llano que admite mucho aire y frialdad que envía al útero, donde se fragua el cuerpo humano. Y aforismo es de Hipócrates (y, consiguientemente, definición o regla infalible en Filosofía y Medicina) que el útero de la mujer frío, y con esto condenso y estipado, es totalmente inepto para la generación”.
“Y si en favor del nuevo uso airoso y pomposo alguno dijere que con la mucha ropa, y en particular con calzones, no solamente se repara este daño, sino que también las mujeres andan aun más abrigadas que antes, se le replica fácilmente que ahí también está el daño e impedimento de la generación; porque con esto reciben demasiado calor (el que bien muestran las ordinarias fluxiones uterinas calientes, de que hacemos testigos a los médicos) que produce sequedad y adustión en el útero: causa también de la esterilidad, como enseña el mismo Hipócrates”.
“Lo segundo, de los abortos que necesariamente provienen deste traje, es claro e innegable que el aborto sucederá con más causa en las que cargan de la mucha ropa de gran peso y volumen que requiere este nuevo y descomunal uso”.
Resulta INDECOROSO Y DESHONESTO
“Con estas pompas en forma de campana andas las mujeres con nueva y nunca usada libertad, y con tal olvido o desprecio de la decencia y recato que pide su estado, y tan engreídas y alentadas.”
“Las españolas siempre habían afectado las ropas y sayas muy largas, besando la tierra con la superficie dellas sin descubrir los pies ni parte alguna dellos, como ahora lo hacen con este nuevo uso indigno de toda modestia cristiana, poniendo ya gran parte de la gala y adorno lascivo en medias, ligas, zapatos y sus rosas”.
“Acordó el Demonio de introducir ahora en España una novísima disolución y animoso desenfado, dando muestra desembarazada y sin velo alguno de su garganta y parte de los pechos: insolente licencia, opuesta de manifiesto y sin rebozo a la debida honestidad y recato cristiano”.
“Porque lo ancho y pomposo del traje, que comienza con gran desproporción desde la cintura, les presta comodidad para andar embarazadas nueve y diez meses sin que desto puedan ser notadas. Principalmente las que usan guardainfantes; que de aquí dicen tomó el nombre esta diabólica invención que junto con ella nos vino de Francia, …Hecho preñada fuera de matrimonio una doncella de gran porte y suerte, dio principio a este traje para encubrir su miseria, y que con esto se le dio el nombre de guard-enfant”.

En un sentido más imparcial se podría decir que los guardainfantes, también conocido en España como ‘miriñaque’, ‘tontillo’ o ‘panier’, eran estructuras que se ataban a la cintura para aumentar el volumen o ahuecar las faldas.
Tiene su origen en Francia, así a partir de 1630 aterriza en España, según algunos historiadores la hipótesis más probable es que se introdujera de manos de los cómicos dedicados al teatro llegados hasta la Corte del Madrid de los Austria. No obstante, tanto aquí en España como en Francia, la popularizaron las prostitutas y mujeres del pueblo, de ahí la lluvia de críticas y murmuraciones que despertó. Era un tiempo en el que resultaba habitual que una joven aparentemente sana se encerrara en sus aposentos, sin hacer vida pública a consecuencia de una enfermedad que solía dilatarse, en sentido literal, unos nueve meses, en otros casos si había posibilidad no era extraño que la joven protagonizara un viaje, que provocara su desaparición cerca de ¾ de año. Esta prenda confería otra posibilidad durante el periodo de gestación. Una vez el vástago viniera al mundo era razonablemente fácil deshacerse de la criatura dándolo a una Casa Cuna, que tanto se estilaban en aquella época o directamente donándolo en adopción.
“A este traje ancho y pomposo concurren a un tiempo de que lo usan las primeras de nuestras españolas, y a su imitación por gran parte de las de inferior suerte o esfera”. Y quizás sea este aspecto el que provoque que la prohibición de esta prenda no fructificase. Cuando años más tarde Velázquez viaja a la Corte y emprende el retrato de la familia real, su famosa pintura de Las Meninas se atisba el orgullo y la aceptación por parte de Felipe IV que las infantas luzcan sus guardainfantes.

Aunque esta moda fuera seguida en toda España y principalmente en la capital del reino vale lo que argumentábamos en el post anterior de “las tapadas” para atestiguar que en Sevilla esta corriente tuvo especial seguimiento, y quizás a esta circunstancia tengamos que sumar el temperamento de las féminas sevillanas que mostró una mayor resistencia si cabe. 
El origen de este incómodo artefacto no fue otro que disimular los embarazos fuera del matrimonio y de las prostitutas, que estaban fuera del objeto de la ley, pero esta vocación de ocultar actos impuros no gozaba del agrado de los varones. Los moralistas se enervaban al comprobar los lazos implícitos que la lujuria y el adulterio cosechaba en esta prenda, aunque eran esos mismos varones los que ayudaban con su forma de proceder a esa lascivia que tanto y tanto criticaban. El 12 de abril de 1639 desde la corte de Felipe IV, arengado por un séquito de hipócritas se promulgan unas ordenanzas destinadas a regular el vestuario femenino. Se establecía una multa pecuniaria de unos 20.000 maravedies. Aunque en un primer momento tuvo un efecto disuasorio sobre las féminas, rápidamente se comprobó que estas hacían caso omiso a la ley y en un momento dado preferían hacer frente a la multa a que les dijeran como tenían que vestir. Como ya hemos comentado en Sevilla se constataba en mayor medida dicha rebeldía. El entonces alcalde sevillano, el conde de Salvatierra se vio obligado para hacer más evidente la normativa a que el impresor Francisco Lyra imprimiera dejando que todos los ciudadanos que supieran leer o pudieran leerle la Pragmática se dieran por enterados. Pero en la práctica nada se consiguió y los agentes públicos que tenían que velar por el acatamiento de esta normativa tampoco estaban por la labor de ser demasiado taxativos. En la procesión del Corpus de ese año el guardainfante parecía el traje oficial de las sevillanas. Don Pedro de Soria, mano derecha del Conde de Salvatierra estalló, y quiso dar un puñetazo sobre la mesa, el 20 de agosto de ese mismo año dispuso a un numeroso grupo de efectivos del ejército español y se dirigió a la Alcaicería de la Seda, un laberinto de callejuelas que se extendían a partir de la actual calle Hernando Colón y que, como ya sabemos era el mercado donde el gremio del textil comerciaba con estas y otras prendas, incluso allí se ubicaban los talleres que fabricaban entre otras cosas el perseguido guardainfante.
http://sevillanadas.blogspot.com/2014/01/el-dia-de-los-guardainfantes-rotos.html

Desde el Arco de la Rosa, denominación que recibía la puerta norte de la Alcaicería, Don Pedro de Soria gritaba y daba órdenes a diestra y siniestra despojando las tiendas, los expositores y los talleres de estas prendas “del demonio” cuando el montón sobre el que los soldados apartaban estas vestimentas ya no iba a crecer más y se habían asegurado de requisar todas las muestras existentes, Don Pedro les prendió fuego, aquel montón de ropa ardía entre llamas tal y cual había actuado la Inquisición. Las llamas purificadoras daban buena nota de la ley, la moral y la religión de este país. Sin embargo, todo esto fue inútil y unas semanas después los guardainfantes ya llenaban los expositores de las tiendas, bueno si que tuvo alguna efectividad y es que ante el cambio de los acontecimientos y la aceptación de esta prenda en la corte y la aristocracia la carrera de don Pedro de Soria iría cuesta abajo y sin frenos.
Por tanto y como ya hemos dicho, de repente el uso de estas vestimentas saltó con mayor aceptación al ámbito cortesano revolucionando así el mundo de la moda barroca. Quizás tuvo algo que ver en este cambio, Isabel de Borbón, hermana de Luis XIII, y segunda esposa de Felipe IV. Su procedencia de la corte francesa, en aquel momento, enemiga confesa de la española influyó en que la nueva reina se viera obligada a redefinir su imagen y su nueva posición a fin de no perder prestigio y con ella el guardainfante, una prenda nacida para encubrir la inmoralidad de un embarazo extramarital, pasó a convertirse en una prenda de moralidad intachable, de uso entre las Reinas, sus damas y cortesanas en general. Durante mucho tiempo, el guardainfante, tontillo o miriñaque fue muy utilizado por las damas de la alta sociedad española. Durante mucho tiempo, el guardainfante, tontillo o miriñaque fue muy utilizado por las damas de la alta sociedad española.



Al parecer a finales del XVII esta prenda cayó en desuso tal y como contaba Madame D’Aulnoy a su vuelta de un periplo por España: “Hasta hace algunos años las señoras llevaban guardainfantes de un tamaño prodigioso, lo cual las incomodaba e incomodaba a los demás. No había puertas bastante grandes por donde ellas pudiesen pasar, se los han quitado, y ya no los llevan más que cuando va a ver a la reina o a ver al rey…”





1 comentario:

  1. Me temo que aquí se confunden chulas con meninas. Nada tiene que ver un guardainfantes con miriñaques, tontillos o verdugados. Es un anacronismo mezclar estos ahuecadores, de épocas distintas y formas aún más distanciadas, como de sistemas diferentes. El miriñaque, término popular que aparece por primera vez a mediados del XIX, se aplica a la falda de aros, llamada crinolina o jaula, en recuerdo a las almidonadas faldas interiores de 1830 compuestas por crines y luego sustituidas por aros de acero flexible. Nada que ver con el guardainfante (1640-60) Los paniers rococós (1720-1790) compuestos por medios aros sujetos a la cintura sobre las piernas, como alforjas (paniers) tampoco tiene que ver con el guardainfante. El tontillo era un tipo de panier muy subido y lanzado que se puso de moda a finales del XVIII como reacción a la moda naturalista que se estaba imponiendo.Tampoco tiene que ver con el guardainfante. Y menos el verdugado español que tanta proyección internacional tuvo desde el XVI hasta 1630 ya con un diámetro considerable. Una rígida falda interior reforzada con varas verdes, normalmente de mimbre, de ahí lo de verdugado, que había que cambiar a menudo para que se mantuvieran un tanto flexibles y no legaran a partirse. Lo escandaloso si fue el verdugado francés, que en realidad era italiano, muy usado por cortesanas y prostitutas. Popularmente llamado de tambor, por su forma, y que permitía cabalgar a las damas, por terminar sus aros a mitad del muslo. Luego evolucionó elevándose ligeramente por atrás, escandalizando aún más, por la facilidad que tenía una mujer de intimar, lejos de los rígidos verdugados españoles, hasta el suelo, que incluso imposibilitaban el sentarse. Predicadores de la época no se cansaban de amenazar incluso con la excomunión a las mujeres que usaran esta prenda. Convertían a la mujer en un ser desproporcionado y antinatural. Por su forma era muy fácil ocultar embarazos indeseados. La reina Isabel de Inglaterra, en su última época lo usaba, pero siempre afirmó que lo mejor de su odiada España, era el verdugado español. Este de forma cónica acabó sus días con un gran diámetro y rigidez de sayas, aparte de la sensación de altura por la aplicación de chapines, ya no solo para la calle, sino para ir ocultos bajo el vestido. Y el guardainfante no vino de Francia, sino que Ana de Austria, la esposa de Luis XIII lo llevó a esa corte, ocupándose ella de ir recortándolo, mientras que en España aumentaba hasta la exageración en la década de 1660. Fue un intento de una España en decadencia, de seguir con una hegemonía que se iba perdiendo aún más durante el reinado de Felipe IV. Consistía en un armazón rígido, de madera, y forrado con un cierto arqueo que lo elevaba por los lados. Difícilmente se podría ocultar un embarazo cuando la parte superior se armaba de cartones, dando esa forma cilíndrica característica del torso, precursora del corsé decimonónico. y que se apretaba hasta el vientre con la obsesión , lo mismo que el peinado, de horizontalizar la figura y parecer más corta de piernas (se dejan los chapines por zapatos planos. Lo que vino después con Carlos II fue el triunfo de la moda francesa, donde e guardainfantes se hace cada vez más pequeño hasta convertirse en el llamado sacristán y las formas naturales, pero de gran vuelo en las faldas de esta época primera del reinado del joven Luis XIV

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