miércoles, 5 de octubre de 2016

Iglesia del Salvador. I



La Iglesia del Salvador se enclava en un lugar estratégico, en el que siempre se han concentrado las distintas culturas que han pasado por esta ciudad. Consecuentemente las
Culturas: romana, visigoda, árabe y cristiana han dejado huella en este edificio y en su plaza, sin ir más lejos aquí se localizaba El Foro Romano, que siempre ha sido un hervidero de actividad. Tenderetes de frutas y verduras y todo tipo de comercios se amontonaban donde ahora los que deambulan por Sevilla se disputan una mesa en las terrazas que se solapan en este espacio abierto que antecede al templo que nos ocupa.


 

Aunque no esté documentado, los restos arqueológicos nos delatan que aquí se levantaba una Basílica Romana. Cuando el cristianismo empieza a instaurarse en la cultura romana era costumbre utilizar como iglesias las antiguas basílicas romanas que consistían en edificios civiles donde se llevaban a cabo la administración de la justicia e intercambios comerciales y sociales. Hay que reseñar que con la incursión de los moros se solían adecuar estos mismos espacios a mezquitas y posteriormente con la reconquista cristiana se volvían a efectuar las reformas necesarias sobre el mismo centro a fin de adaptarlo a un templo cristiano. Aquí estamos ante un caso pragmático de todo lo expuesto. Las razones de estos cambios hay que buscarlas en la comodidad y economía que suponía disponer de un edificio ya construido y por otra parte el hecho de ampliar la derrota del enemigo, demostrando la supremacía de la religión victoriosa y borrando las huellas de la anterior.
Existen varios hallazgos arqueológicos que dan fe del pasado romano de este espacio:
-Está fielmente documentado que cuando, ya hace siglos, los cristianos, mucho después de la reconquista, decidieron acometer las obras de un nuevo templo barroco, el que vemos actualmente, como solución al avanzado e inevitable estado del antiguo edificio, encontraron monedas de la época de Tiberio y

Teodosio.
-Un fiel resquicio de la época árabe que aún se conserva. Nos referimos a la torre del campanario y antaño el alminar de la mezquita, incluyó en su construcción una lápida romana de época de Augusto.
 

-En el Patio de los Naranjos de la iglesia El Salvador, casi enterradas se conservan unas columnas cuyos capiteles nos revelan su origen romano, pudiendo formar parte de alguna construcción de la época.


 

Entre el año 829 y 830 los almohades levantan en este lugar su templo: la que fue Mezquita aljama de Sevilla, hasta que siglos más tarde para hacer frente a un desmesurado crecimiento de la población tuvieran que construir la Mezquita Mayor, donde ahora encontramos La Catedral. A finales del siglo XXII y para provocar el uso de la nueva mezquita se cierra la antigua, sin embargo esta situación no se alarga en el tiempo y unos años más tarde se reapertura y se reforma bajo la dirección de Abu Yaqub Yusuf al-Mansur, el mismo a quien se le atribuye la construcción de La Giralda y la Mezquita Mayor.
 
Figura un grabado en el tronco de una de las columnas de la antigua Mezquita, conservada en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla, que reza así: “Dios tenga misericordia de Abd al-Rahman b. Al-Hakam, el emir justo, el bien guiado por Dios, el que ordenó la construcción de esta mezquita, bajo la dirección de Umar b. Adabbás, cadí de Sevilla, en el año 214 (h.) y ha escrito [esto] Abd al-Barr b. Harum.” Por su autoría se conoce entonces como La mezquita de Ibn Adabbàs, y en ella se podían diferenciar dos partes, que se solapaban en el mismo edificio:
Una zona al aire libre, lo que se conocía tradicionalmente como el patio de las abluciones y otra amplia zona de oración. Sobre la primera se conserva la torre de Alminar y los arcos de ladrillo sobre columnas con capiteles de acarreo romanos y visigodos, es decir columnas traídas de otras construcciones romanas. La zona de oración se dividía a su vez en nueve naves delimitadas por columnas de mármol de acarreo. La nave central era más ancha que las laterales y la cubierta de todas ellas se componía de madera y teja, copiando el modelo de la primitiva Mezquita de Córdoba.

Cuando en 1248 el ejército cristiano se adueñan definitivamente de Sevilla. En un primer momento aprovechan las mezquitas de la ciudad. Lo primero era modificar la orientación del centro religioso (las mezquitas tenían una orientación Norte-Sur, mientras que la iglesias cristianas están orientadas Este-Oeste). En el lugar más sagrado de la mezquita, reservado al Mihrab, se construye una capilla dedicada a la Virgen, concretamente se sitúa la imagen fernandina de la Virgen de las Aguas. Se adapta el antiguo alminar como torre-campanario.

Su  fuente, su agua corriente y la propia distribución hacen del patio de las abluciones un lugar idóneo para instalar las habitaciones de los servidores de la iglesia. También se implementó como cementerio, instalando varias capillas funerarias, de las que cabe destacar la de la familia de los Pineda, capilla que aún podemos ver en un óptimo estado de conservación. Así como la tumba de Carlos de Borbón y la abuela de Don Juan Calos I, entre otros difuntos. Por aquel entonces era costumbre y una señal de distinción entre los acaudalados señores y respetados linajes ser enterrados en los templos.

Por distintas razones se han acometido reformas puntuales, así por ejemplo el terremoto del 24 de agosto de 1356 fue el causante de las obras en la parte superior del Alminar, transformado en campanario. Es en esta actuación cuando se disponen arcos que se distinguen en el segundo cuerpo de esta pequeña torre. De 1610 data la bóveda circular que cubre el último cuerpo de la torre. Y de unos años más tarde, antes de las medianías del siglo XVII, las continuas construcciones que se acomodan en el Patio de los Naranjos reducen su superficie, nos referimos a la Capilla Sacramental y  a la Capilla del Cristo de los Desamparados.

Acceso al Patio de los Naranjos por lateral
Acceso al Patio de los Naranjos por c/Córdoba

De esta  época procede el nombre adoptado por el edificio que nos ocupa y es que el rey San Fernando dedicó este templo al Divino Salvador del Mundo, asignándole el mismo número de canónigos que a la Catedral. La naturaleza institucional que se le concedió desde un principio al Salvador, atribuyéndole un nivel inmediatamente después de La Catedral le confiere un carácter colegial y parroquial  que le permite desmarcarse en sede permanente solemne de la liturgia y la oración, así como labores solidarias y demás acciones ligadas al buen pastor, de sus feligreses. Consecuentemente esta iglesia dispone de un numeroso clero, muchos operarios y servidores encargados de la conservación del edificio y de la provisión de enseres y materiales, justificando así las viviendas y dependencias levantadas en el patio.


Varios siglos después, ya bajo el mandato de Isabel II, se llega a un acuerdo entre la monarca y la Santa Sede y exactamente el 28 de junio de 1852 se deroga el carácter de colegial(
dentro de la iglesia ser considerado un centro como colegiata es un privilegio por la que se asegura  a la organización proclamada una importancia sólo superada por la Catedral), lo que degrada al Salvador a ser una parroquia más de la ciudad. Esto implica un sustancial adelgazamiento de la plantilla de empleados, voluntarios y personal eclesiástico. La desamortización de estos años provocó perdida de patrimonio que tuvo que subastarse para obtener fondos que permitieran el mantenimiento de la iglesia. Sin ir más lejos en 1860 se tuvo que acometer una profunda reforma  en el complejo, por lo que vio subastado su patrimonio económico  y esto le llevó a perder fondos económicos para el mantenimiento del templo.
La antigua Mezquita sobrevivió hasta bien entrados el siglo XVII, ocho siglos con muchas reformas, parches, mejoras o como queramos decirlo, habían abocado al templo a una situación caótica, el deterioro de la construcción era irreversible. En 1671 la visita a la Virgen de las Aguas, alojada en el templo, que el arzobispo Antonio de Paino realiza es el detonante para que se proponga un nuevo edificio ,cuando contempla los techos apuntalados del templo no vacila y se compromete con su visitador a que se proceda a la demolición del ruinoso complejo, que aún perduraba.


 


Continuará...

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