viernes, 13 de octubre de 2017

Las Dueñas.I. Su origen



En algo más de un año el palacio ha sido el quinto lugar más visitado por los turistas, resulta curioso que una casa palaciega pueda ponerse en el top de los museos más frecuentados en la Sevilla de La Catedral, del Alcázar, de La Plaza de España, y un largo etc. que no puede dejar a nadie indiferente. Predomina el turismo nacional entre sus visitantes, y más concretamente el andaluz.
Y es que había muchas ganas de visitar este lugar vedado al gran público por constituir residencia habitual de Cayetana Fitz-James Stuart , la duquesa más sevillana, la ultima soberana de la casa de Alba, siempre se había negado a dejar entrar al público en lo que era su hogar, pero su fallecimiento dejó lugar a que su primogénito, Carlos dispusiera todo para abrir sus puertas y facilitar la autofinanciación de Las Dueñas.

La segunda planta del edificio permanece cerrada a los visitantes y esta reservada al uso residencial de la familia. Este edificio está catalogado como BIC (Bien de Interés Cultural), lo que lo exime del pago del IBI a cambio de que se abra ciertos días sin cobrar. Consecuentemente los lunes a partir de las 16:00 la visita es gratuita, siendo el resto de la semana ocho euros el precio de la entrada.

La historia de este espacio es dilatada. El nombre lo toma prestado de la calle que le da cabida que a su vez se llama así por la existencia del Convento que se ubicaba frente al Palacio, el Convento Cisterciense de Santa Maria de las Dueñas , que fue fundado en 1251. Aparecen  los primeros tres conventos femeninos en una Sevilla reconquistada por el rey Fernando, además de este, ven la luz los Conventos Santa Clara y San Clemente, el único que ha llegado activo hasta la actualidad. Este recinto cisterciense daba cobijo y recogía a reinas y esposas de los reyes de Castilla San Fernando y Alfonso X el Sabio, mientras estos se dedicaban a guerrear. De ahí el nombre de "dueñas".
La invasión francesa supone la decadencia de este espacio religioso como la de tantos conventos no ya porque las monjas fueran molestadas, sino porque fueron sometidas a unas leoninas contribuciones económicas que las llevan directas a la ruina. Peor suerte corrieron las monjas del convento de la Encarnación, el cual fue derribado para la construcción por los franceses de un mercado de abastos (hoy las famosas Setas de la Encarnación). A punto estuvieron de echar abajo el convento de la Dueñas para hacer una plaza pública en la zona, sin embargo ese plan no fructificó y el edificio sobrevivió. Pero lo que no habían hecho los franceses el sábado 10 de octubre de 1868 con la Revolución de la Gloriosa, las monjas que aún residían aquí son sacadas a la fuerza y enviadas al convento de Santa Inés. Comenzando así una triste peregrinación por Sevilla y finalmente las pocas monjas que aún sobreviven viajan, tras su desolación absoluta, a Toledo a Santo Domingo de Silos en 1912, fecha en la que desaparece totalmente el monasterio. De un edificio de más seis mil metros cuadrados, solo queda un pequeño azulejo que se deja ver en la colección Carranza, que alberga el Real Alcázar de forma permanente desde diciembre del 2010.


El Ayuntamiento de la época tenía mucha prisa en derrumbar el convento y la demolición se inicia el lunes siguiente al sábado en que las monjas son expulsadas del edificio.


A finales del siglo XIV y principios del XV, Doña Catalina de Ribera adquirió a los Pineda la casa que iba a ser el Palacio de Dueñas, esta construcción era mudéjar y teniendo en cuenta que la población mudéjar de Sevilla  se extendía por esta zona, entre otros focos, y si atendemos al testamento de la propietaria en 1503, nombrando a algunos beneficiarios mudéjares, es de suponer que su servicio estuviera compuesto por algunos de ellos, que siempre habían habitado la residencia. Es importante tener en cuenta que esta propiedad no ha tenido nunca un carácter unitario, más bien han sido adiciones que se han ido haciendo. Así si pretendemos crearnos una visión de la propiedad, tenemos que extendernos a la manzana del edificio. La consolidación de un grupo de casas que se fueron transformando paulatinamente durante varias épocas en lo que hoy llamamos el palacio de Dueñas. El núcleo embrionario fueron unas casas propiedad de Juan de Pineda, posteriormente su hijo Pedro, amplió. Este fue el complejo que adquirió en 1496, Doña Catalina Ribera, viuda del Adelantado Don Pedro Enríquez. Son muchos los libros que dan a entender que esta venta estuvo propiciada para pagar el rescate de Juan Pineda, quien fue tomado como prisionero de los moros, en 1484, sin embargo la escritura fechada casi una década después desmiente esta creencia, que seguramente fue extendida para ocultar la necesidad económica que pudiera tener una casa noble como la de los Pineda, y este argumento otorgaba mayor decoro.

La primera fase de transformación de las casas mudéjares de los Pineda a un palacio, se lleva a cabo bajo las directrices de Doña Catalina, hasta su fallecimiento en 1505, y de su testamento escriturado dos años antes, nombra beneficiario a su hijo Fernando. Las siguientes y decisivas fases de transformación fueron de la mano de Fernando Enríquez de Ribera, sin embargo con su muerte su hermano queda como único heredero de los Ribera al no tener descendencia, le sucede su sobrino Pedro, conocido con el pseudónimo de Per Afán, que a la muerte de su tío Fabrique en 1539 hereda la Casa Pilatos y antes de fallecer en 1571 manda realizar importantes reformas en ambas mansiones. Es en este punto, donde la historia de las dos casas palaciegas se cruzan, ya que se estima que las manos ejecutoras de muchas obras que se dan en ambos palacios fueran las mismas. Finalmente y después de algunas generaciones el palacio de dueñas acaba siendo propiedad de Antonia Enríquez de Ribera, quien se esposa con el futuro VI Duque de Alba Fernando Álvarez de Toledo, y así por matrimonio la mansión pasa a formar parte de la casa de Alba, hasta nuestros días.

En el siglo XIX Dueñas sucumbió a la situación caótica en que estaba inmersa la ciudad, y este palacio se vio convertido en casa de vecinos, sus salones compartimentados con tabiques y los artesonados cubiertos con cielos rasos. Curiosamente, uno de los inquilinos, y administrador del Palacio, fue Antonio Machado Álvarez cuya circunstancia posibilitó el nacimiento de uno de los más grandes poetas españoles, Antonio Machado en 1875.
 
 

Y es que el arte nunca se ha mostrado esquivo con esta Casa-Palacio.
 
 
 
Por esta época también tuvo su estudio aquí, cuando las viviendas habilitadas eran arrendadas, Salvador Clemente quien impartió clases de pintura a Juan Ramon Jiménez, que vivió durante una etapa de su vida en Sevilla en la contigua calle Gerona. También vieron nacer las paredes de este Palacio a Carlos Falcó y Fernández de Córdoba, marqués de Griñón y marqués de Castelmoncayo, Grande de España.
Durante el siglo XX Las Dueñas ha sido lugar de encuentro de miembros de dinastías europeas y personalidades diversas del mundo de la cultura, la política y el arte internacional. Han visitado el palacio, o residido en él, personajes tan Ilustres como la Emperatriz Eugenia de Montijo, el político e hispanista inglés, Lord Holland, Eduardo VIII y su hermano Jorge VI, Alfonso XIII, Jacqueline Kennedy, quien se inspiró en este ambiente idílico y nos dejó hasta un cuadro realizado por ella mismo, Wallis Simpson, el Príncipe de Gales, el Duque de Windsor, Grace Kelly y su marido Rainiero de Mónaco, entre otros.

La paulatina y continua habilitación del palacio ha dado como resultado la mezcla de varios estilos arquitectónicos como el gótico, mudéjar y renacentista. Sus patios se encuentran adornados con mosaicos, azulejos, tejas y ladrillos que del mismo modo que ocurre en la Casa de Pilatos, infieren al paisaje un ambiente andaluz.
En el arco de la entrada principal al palacio se puede observar un ángel con la túnica jaquelada de azur y plata, con alas de plata, y en su mano derecha una espada de plata con empuñadura de oro, y en la izquierda un mundo de azur superado de una cruz de oro. Lema: "Tu in ea et ego pro ea." ( "Tu en ella , yo por ella ") , lema de los Alvarez de Toledo, que con posterioridad pasaría al Ducado de Alba, y es que debemos tener presente que cuando esta casa palaciega se incorporó al patrimonio de los Alba en el siglo XVII, Fernando Álvarez de Toledo, aún no había recibido el ducado.
 

En la parte baja del palacio, a uno de los lados de la galería, se encuentra una pequeña capilla, cuyo altar está adornado con azulejos y cerámicas típicamente sevillanas. En la planta superior se encuentra un lujoso salón de techo octogonal y alfarje dorado.
 
 

El palacio ha sufrido varias reformas en los siglos XVII y XIX y su mayor atractivo es la colección de arte que alberga.
Como nota curiosa cabe reseñar que cuando el ducado de Alba y el convento convivían en esta calle. Ambos se enzarzaron en un pleito por una especie de acceso directo de tribuna  en la iglesia del convento, demanda que perdió el ducado. “Con la iglesia hemos topao”.


 
CONTINUARÁ





 

 




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