miércoles, 3 de enero de 2018

Las Dueñas.II . Su interior.

 
 


 
Primero los Pineda, titulares de la Casa Bermeja, y posteriormente Catalina Ribera,
hasta que el destino quiso que un Alba se cruzara con un descendiente de esta. Así esta propiedad, después de su periplo entre la burguesía sevillana recaló en la Casa de los Alba.
Existe una leyenda urbana, que por lo que cuenta uno podría atravesar España pisando sólo las fincas propiedad de la Duquesa de Alba.

 Quizás no sea cierto estrictamente esto, ahora bien lo que está fuera de cualquier duda es que nos encontramos ante una de las familias terratenientes mayores de España, con más de 34.000 hectáreas bajo su control. Sólo esta casa de Sevilla está valorada en más de 30 millones de euros. El palacio fue declarado en 1931 Monumento Histórico-Artístico.
Algunos comentarios de los empleados de Dueñas dicen que en cualquier momento parece que Doña Cayetana (la última Duquesa de los Alba, que vivió los momentos más alegres de la última parte de su vida, según sus propias palabras)  vaya a aparecer de alguna de las estancias de Palacio. Y es que se ha querido mantener el aspecto de la casa cuando la Duquesa habitaba estas habitaciones, aunque la segunda planta sigue siendo residencia y está vedada a las visitas.


Vayamos pues a describir brevemente lo que nos puede deparar la visita a esta casa-palacio. La superficie que ocupan los distintos patios que rodean la propiedad, su esmerado cuidado y su frondosidad hacen recomendable, más si cabe visitar esta mansión en primavera cuando la naturaleza rompe con todo su esplendor.

Al entrar en la finca, un enorme jardín central divide el edificio central de las caballerizas o las cocheras y nos presenta algunos rincones caprichosos. La natualeza recubre el paisaje de un olor a azahar en primavera, anunciando que los naranjos ya empiezan a llenarse de sus frutos. Las naranjas que maduraban en estos árboles solían ser recogidas por el personal y acabar siendo zumo para doña Cayetana y sus hijos.

 
El antiguo abrevadero, transformado en fuente, nos sugiere que hemos llegado a la zona equina.



Adentrándonos en las caballerizas, ausentes de caballos, pero manteniendo el lugar como si los hubiera, hasta se conservan los nombres de sus últimos inquilinos. Estas caballerizas ostentan el honor de ser las más antiguas de Sevilla, que aún se conservan.
 

 
Debajo de esta estancia se esconden unos baños árabes, que no se han querido excavar. En el centro podemos presenciar una vitrina de cristal con la original silla de montar de Eugenia de Montijo.
 

Dejamos estas estancias y llegamos al patio principal y anexo a este se ubica el famoso patio rectangular de los Limoneros, que sirvió de expiración al poeta y dramaturgo Don Antonio Machado. Frondosos arbustos, importantes cipreses y excelentes ejemplares de limoneros, que recalan todo el protagonismo de este patio, colman el paisaje que se extiende ante nosotros.

Un acceso lateral precedido de unos escalones conecta con un patio auxiliar, cerrado a las visitas, que antiguamente separaba la zona de Palacio y la de la casa de vecinos que durante algún tiempo anidó esta propiedad. Una de estas habitaciones familiares estaba alquilada al padre del poeta. Quiso el destino que en una vivienda de este complejo naciera el 26 de julio de 1875, uno de los miembros más importantes de la generación del 27, el mismo que inmortalizara este espacio con sus versos …
… mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero…
 


 

En el patio principal hemos dejado atrás un cenador, compuesto por una gran mesa caliza y rodeado de enredaderas, junto a un cartel que nos informa que en él solía desayunar cada mañana la condesa de Montijo.


Sin embargo doña Cayetana prefería usar las estancias del piso superior para estos menesteres.
 
 
 


A continuación divisamos un formidable escudo de armas, labrado en piedra, procedente de las murallas de la ciudad flamenca de Namur sobre unos azulejos que recoge una leyenda en latín, que dice:
"Procede este escudo de la Casa de Monterey, de los bastiones de las murallas de Namur. Adquirido por la Duquesa de Fernán Núlez cuando fueron destruidas, hizo de él donación a su nieto el señor duque de Berwick y de Alba, don Santiago Stuart y Falcó, el cual dispuso que fuese colocado en su palacio de Sevilla. MCMXI".

 
 

A su lado podemos contemplar una alberca.
 




la Casa de Alba también contribuyo en la Guerra Civil española con la cesión de este espacio que aquí se indican para montar un hospital de guerra.

 




 
 
 El patio principal de la casa-palacio da acceso a los diferentes salones de la propiedad.
 





Seguramente estemos ante el habitáculo principal, presidido por la valiosa escultura que recrea a una bailaora flamenca esculpida por Benlliure, nos referimos al Salón del Baile o de la Gitana que es donde solía recibir las visitas la duquesa de Alba. Todo sigue como ella lo dejó, con gran parte de su colección de porcelanas, de distintos siglos y estilos, los marcos con las fotos de sus hijos y personalidades que han acogido estas paredes como Eduardo VIII, Alfonso XIII, Jacqueline Kennedy o Grace Kelly y su marido Rainiero de Mónaco…





 
 
 

La capilla de palacio es la más fastuosa de las estancias. El Cristo del Gran Poder y Nuestra Señora de la Esperanza están representados en el frontal del altar, entre rosarios e imaginería religiosa que se extiende por toda la sala. Destaca también casquete de seda papal que Benedicto XVI le envió a la duquesa.









En el salón flamenco, carteles de anuncios de las fiestas de Sevilla y de Jerez, desde el siglo XIX distinguen sus paredes. También encontramos en esta estancia, objetos y fotos del mundo de la tauromaquía, y en una vitrina, un traje de luces verde regalo de su amigo Curro Romero. Y en la sala del tablao, nos adentramos en un homenaje al flamenco, una de las más notables aficiones confesables de la Duquesa. Imposible visualizar todos los objetos que allí se acumulan. Preside este salón uno de sus trajes de flamenca favoritos de Cayetana y los zapatos con los que le  gustaba taconear.


Finalmente se ubica el salón de lectura o biblioteca donde se recogen multitud de libros y en el escritorio junto a la ventana se conserva la carpeta original donde se fraguó el escudo de la Casa de Alba.


 
 

Nuestros pasos nos llevan al patio de los aceites, y contiguo a este se ubica el patio de Santa Justa.





 

 

Y volvemos al patio de acceso. rodeados de bucólicos paisajes y cuidada vegetación, hemos vuelto al comienzo de nuestra visita y la podemos dar por finalizada.


 


 

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