miércoles, 24 de octubre de 2018

Plaza Virgen de los Reyes

“Los focos que iluminaban la catedral creaban un espacio irreal entre noche y luz. Desorientadas por el contraste, las palomas volaban en todas direcciones, apareciendo de pronto y desapareciendo después en la oscuridad, entre la inmensa y armónica montaña de cúpulas, pináculos y arbotantes donde campeaba la torre de la Giralda. Era casi fantástico. Un paisaje de fondo tan extraordinario como el de las antiguas superproducciones de Hollywood a base de tela pintada y mucho cartón piedra. La diferencia consistía en que la plaza Virgen de los Reyes era autentica, construida a fuerza de ladrillos y de siglos. Y no había estudio cinematográfico capaz de reproducir su aspecto impresionante por mucho talento o dinero que se le echara al asunto. Aquel era un decorado único, irrepetible…”
La piel del tambor por Arturo Pérez Reverte.


La confluencia de  la plaza del Triunfo, por un lado y el callejón de Santa Marta y las calles Don Remondo, Mateos Gago y Placentines, tiene un punto de coordenadas con mucha historia, hablamos de la plaza Virgen de los Reyes.
Estamos ante uno de los puntos más fotografiados de la ciudad. Parada obligada y paseo de miles de turistas. De aquí parten y llegan coches de caballos con familias o parejas subidos a una visita por esta inolvidable ciudad. Especial relevancia adquiere este entorno en fechas muy señaladas en el calendario festivo de la ciudad, como son el Corpus Christi o la Semana Santa , y en esta última el motivo de que las sillas que inundan el lugar estén tan cotizadas se encuentra en la presencia de la puerta catedralicia que da a esta plaza y que es transitada por los distintos cortejos profesionales, cuando abandonan la Catedral y emprenden el camino de vuelta en su Estación de Penitencia, nos referimos a la archiconocida por todos los sevillanos por esta particularidad, la Puerta de Palos. Sin embargo cada 15 de agosto esta plaza se convierte en el centro neurálgico de una fiesta clave en la ciudad, la de su patrona, la  Virgen de los Reyes.
Hasta el siglo XVIII no queda definida esta céntrica plaza, tal y como la vemos hoy en día, por ello podemos asignarle un origen relativamente moderno,  y es de señalar el derribo de los arcos que conectaban el complejo catedralicio a la altura de la Puerta de Palos con el Palacio Arzobispal. Respecto a estos arcos eran de construcción romana y árabe. De la constitución de este primer arco que se apoyaba en la Catedral, a base de cuantiosos palos de madera que apuntalaban dicha construcción evitando que se viniera abajo como así se propició posteriormente, recoge su denominación esta suntuosa puerta catedralicia por la que deambulan las cofradías una vez culminada su Estación de Penitencia. Realmente se llama de la ”Adoración de los Reyes Magos”, antiguamente se le conocía como la de “junto a la torre”, por su proximidad a la Giralda. Pero esta no es la única puerta de la Catedral en esta fachada, también encontramos la puerta llamada de la Campanilla, cuya construcción definitiva se fecha incluso antes que su vecina, concretamente en el siglo XVII, cuya advocación es la entrada de Cristo en Jerusalén. Por su cercanía a la Sala Capitular también recibió el nombre, durante algún tiempo, de puerta del cabildo o del Consistorio, y otro nombre por el que se conocía era la de San Cristóbal por la vidriera que contiene.

Hasta 1936, cuando queda denominada esta plaza como ahora se la conoce, en honor a la Virgen patrona de la archidiocesis hispalense, por la intervención de la Academia sevillana de Bellas Artes, recorre un itinerario por el que se le conoce de diferentes maneras. A mediados del siglo XIII se le llama plaza de santa María en honor a la madre de Dios y del Corral de los Olmos. Tres siglos después recibe el nombre de Santa Marta por ubicarse en esta zona el hospital del mismo nombre. Por idénticas razones también recibe la denominación de la plaza del Arzobispo.Los aires revolucionarios propiciaron que en 1868 se le conociera oficialmente como el paso a la Giralda y unos años después se rotuló como Plaza del Cardenal Lluch, en memoria de este siervo de Dios. La II República influyó para que en 1931 se bautizara como Plaza de Andalucía, pseudónimo que perduró cinco años. Lo que seguramente muchos sevillanos desconocen es que la primera acepción que recibió este espacio fue el de Per de la Cisa, en homenaje a un famoso e influyente vecino  de la época.

Hemos nombrado el corral de Olmos de pasada y es que este solar dio cabida antes de comenzar este periplo a un terreno con vegetación, lo que podría conocerse como un corral, que ejercía de «salón de plenos», de lugar oficial de las reuniones de los Cabildos municipales y   eclesiasticos, por poco ortodoxo que eso parezca. Y es que hasta 1533, cuando se trasladó a las Casas de la plaza de San Francisco, como recuerda Santiago Montoto, y desde mediados del siglo XIII, fecha que ya hemos subrayado, coincidiendo con la Reconquista de Sevilla, todos los asuntos consistoriales se debatían en este entorno.  Unas seis décadas después, hacia 1592 el cabildo eclesiástico sigue los pasos del municipal y se traslada a la Sala Capitular de la Catedral.
Entre las hojas de los naranjos se aprecia el azulejo de Cervantes
Para hacernos una idea de la Sevilla de estos años basta con atender a la obra de Cervantes, concretamente  en su «Rufián dichoso», como el lugar donde se encontraba la «jacarandina» ya que por aquel entonces en este espacio, el Corral de los Olmos convivía mesón, casa de de juegos y fonda. Recordando esta cita en la obra del escritor se recoge una cerámica en una de las fachadas de la plaza. No es el único escritor que ha localizado su obra en este entorno, podemos referirnos por ejemplo a Camilo José Cela, Arturo Pérez Reverte, Quevedo, Vélez de Guevara, Fernández y González, entre muchos.
Pero, incluso antes de compartir esta ubicación el cabildo religioso y civil, en la época de dominación islámica este punto ya era considerado centro de poder económico, político y religioso por su proximidad a la Gran Mezquita, que años después sería el mayor templo católico de la urbe.


Una pequeña hornacina, con una Virgen en su interior, que se encuentra a los pies de la Giralda. Es la Virgen de los Olmos, único reducto que sobrevive de lo que un día fue el Corral de los Olmos, donde se debatiera los derroteros de una Sevilla medieval. Gracias a esta demolición hoy podemos situarnos en un espacio diáfano a contemplar estas maravillas arquitectónicas como son la Giralda y la Catedral que quedaban encajonadas por el corral y por otras edificaciones de la calle Mateos Gago, cuyo trazado se adentraba mucho más.
La Virgen de los Olmos de inspiración bizantina de la hornacina no es la original, sino una réplica ejecutada por Juan Luis Coto en 1986. La primitiva se retiró por obras de restauración en la Giralda, para decidir finalmente que pasara al interior de la Catedral, concretamente se pude contemplar en la capilla de San Antonio, de esta forma se resguardaba de la intemperie.
Vamos a ir desgranando, en posteriores entradas los elementos que confluyen en esta emblemática plaza que recogemos someramente a continuación…

*La fachada oriental de la Catedral, en su conformación meridional, donde se ubican las dos puertas catedralicias, de las que ya nos hemos ocupado, así como el minarete que contempla y domina toda Sevilla… *La Giralda.


*El Convento de la Encarnación, del que unas dependencias dan esta plaza y otras a la de Santa Marta. De esta construcción destaca y además se contempla en la fachada que da a esta plaza, su monumental espadaña.

*El Palacio Arzobispal, con su
portada barroca, considerada como el máximo exponente de este movimiento arquitectónico en Sevilla, donde la cantidad de barroco no es baladí.



*El callejón de Santa Marta. Esta barreduela es la antesala de la recoleta plaza de Santa Marta, a la que sólo se puede acceder desde aquí.

*Fuente farola de cinco brazos que preside el cero de una irregular plaza, y reviste al lugar de personalidad propia.


*Monumento a Juan Pablo II, figura

realizada en bronce por el escultor, imaginero, Juan Manuel Miñardo. Esta obra homenajea a su Santidad en su visita oficial a la ciudad.


1 comentario:

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