domingo, 15 de noviembre de 2020

Evolución del nombre de Sevilla y su mezcla de culturas: un cocktail perfecto.

Sevilla «ha sido desde la protohistoria una ciudad cosmopolita y abierta al Mediterráneo», como demuestran por ejemplo los objetos litúrgicos y de lujo que llegaron aquí desde la otra punta del Mare Nostrum. 

Hasta llegar a su denominación actual el nombre de Sevilla ha sido objeto de una constante evolución y las teorías que han abogado estos cambios en ocasiones, sobre todo al principio no van sincronizadas.

Admitido es por todos que estas tierras fueron pobladas primeramente por la tribu ibérica de los turdetanos que habitaban el valle del Guadalquivir, territorio que se correspondía con la antigua Tartessos. Al poco se hicieron notar los fenicios, el osado Hercules decidió ir un poco más allá en su exploración por la costa, se adentró a la parte atlántica, pasado el estrecho hasta la desembocadura del Guadalquivir y remontándolo llego hasta aquí,  doméstico, por así decirlo e hizo suyos a los turdetanos, tribus que se habían estado estableciendo y continuaron asentándose en la orilla del rio, un terreno totalmente inestable, que intentaban ganar al curso del rio con juncos, otros sedimentos y clavando una sucesión de palos, esta característica según algunas corrientes justifica el nombre que se le da a este poblado: Ispalis, algo así como isla de palos, aunque hay voces que atribuyen este nombre al primogénito del fundador: “Ispal”, por otra parte no faltan las teorías que argumentan que pal, significa llano en fenicio por lo que esta denominación vendría a significar “ciudad llana”, otros ejemplos de estos vocablos serían Palamós o Palafrugell. Para añadir más discordancia al tema algunos historiadores son partidarios de recurrir a la traducción tartésica por la cual “ispal” significa tierra baja y estas tierras colindantes al río, por debajo del nivel del mar reúnen esta característica. Este nombre aparece en los escritos de Estrabón, seguramente influenciado por sus asiduas fuentes griegas ya que en textos griegos de Ptolomeo y Dión Casio figura ISPALIS, mientras en otros de los latinos Cayo Plinio Segundo, Pomponio Mela y Silio Itálico, se cita HISPAL. 

Posteriormente llegaron los visigodos que siguieron adoptando el nombre de Ispalis, más tarde entraron los romanos y latinizaron este nombre, Ispalis dejó paso a Hispalis, aunque puntualmente en el 43 a.C. un Julio César emperador, que había tenido un contacto muy cercano con la ciudad cuando había sido cuestor cambiaría la denominación de Hispania por “Iulia Romuela” o “Romula” asignándole Iulia por su nombre y Rómula, por la Roma chica. Romualdo de Gelo en su particular «Historia de Sevilla» dice: «La primera referencia escrita que tenemos del nombre de Sevilla la hace Julio César en su Bellus civile (La Guerra civil) y la como cita Hispalis>>. En el siglo V la caída del Imperio Romano propicio la llegada por el norte del pueblo vándalo, a quienes sucedieron los visigodos que modificaron levemente el nombre que se habían encontrado por Spalis y que se acuña en sus monedas como Ispali. Posteriormente se da paso a una dominación árabe, durante más de cinco siglos y es en este periodo que la urbe también modifica su nombre: Isbilia o Ixbilia, aunque también fue llamada Servalabari o Hims, aportado este último por el asentamiento en estas tierras a mediados del siglo VIII de musulmanes procedentes de Siria, por lo que se extendió el conocerla, sobre todo entre ellos, como la ciudad siria, resultando Hims Al-Andalus.

En el siglo XIII se reconquista este territorio para el cristianismo y el nombre que había tomado tintes moros también se cristianiza tomando una evolución lingüistica natural de Isbilia a Sevilla, así ha llegado hasta nuestros días.

Pero también se ha impregnado de todas estas culturas que han pasado por aquí sus habitantes, de alguna forma un sevillano es la suma de todos los antepasados que han poblado esta ciudad: tartésicos, cartagineses, fenicios, romanos, vándalos, visigodos, moros, judíos, cristianos, atendiendo especialmente a la forma que tuvo el Rey Fernando de cristianizar Sevilla, ya que para restablecer una población que de la noche a la mañana había cambiado su sesgo moro a cristiano recurrió a habitantes de toda España y también extranjeros, así lo atestigua nombres de calles como Alemanes, Génova, Francos… y por otra parte la calle Gallegos, actualmente Sagasta, el hecho de que en el escudo de la ciudad este reconocido Cantabria… y un sinfín de anécdotas que demuestran este trasiego poblacional. Por si esto fuera poco es de todos conocido que durante el descubrimiento del nuevo mundo Sevilla se convirtió en la puera y paso de conexión entre los dos continentes, no sólo la ciudad recibió un buen número de indígenas, sino que se convirtió en el New York de la época, nunca llego a ser la capital del Reino, pero en aquella época fue la capital del mundo, Sevilla recibía habitantes y muchos de ellos se quedaban. A
Sevilla, la plaza del Cabildo: Sus gentes
todo esto hay que sumarle el efecto imán del que siempre ha adolecido esta ciudad. Yo, sin ir más lejos soy un ejemplo de ello. De pequeño me decían “quien se fue a Sevilla perdió su silla “ y ahora ya se el porqué: quien se va a Sevilla, se queda en ella.

Sevilla, Barrio Santa Cruz: Sus gentes

Recapitulando si la mezcla de razas y culturas dicen que mejora la especie. ¿Cómo habrá sentado  al pueblo de Sevilla, toda la mezcolanza de que ha sido objeto?


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