martes, 1 de marzo de 2016

Barrio de Santa Cruz. III. La Judería.

Paseando por la Judería en cualquier ventana que nos deje mirar su interior, nos encontramos con patios sorprendentes
Continuamos por la calle Cueto y Cano, esta carismática vía tiene dos tramos bien diferenciados: El comprendido entre los Refinadores y la confluencia de la puerta de la Carne con la calle Santa María la Blanca y el otro más reciente, concretamente de 1870, que va desde ese punto hasta la plaza de los Curtidores. En las puertas de la ciudad que daban comunicación y a extramuros se asentaban los oficios más nobles, si anteriormente hemos hablado de los refinadores de la piel,  en este emplazamiento se situaba el gremio de los curtidores. Esta plaza carece de interés,
únicamente destacan dos diáfanas fuentes que se encuentran canalizadas entre sí. Vallamos al tramo más antiguo de la travesía, nada más adentrarnos en ella, enfrente del restaurante Modesto, en su número 1, encontramos  una cerámica en su parte alta de Fernando III, la

Fuente: Esa Sevilla
cual nos recuerda que el monarca Santo se alojó en la posada que antiguamente se localiza aquí, pasando su primera noche en Sevilla dentro de sus murallas el día antes de conquistarla definitivamente, y por tanto aún no se había ganado el paso. Quedó el Rey tan agradecido del trato dispensado que les concedió el privilegio de disponer de agua corriente en la fonda sin nada a cambio, derecho inusual e impensable entre la población de 1248.
Por su localización esta calle se conocía como calle del Muro de la Carne antes de cambiar su nombre por el del Retiro, a consecuencia de la Huerta del Retiro de los Alcázares, que forman los Jardines de Murillo. Posteriormente y a instancias de Santiago Montoto se decide nombrarla Cato y Cueno, en homenaje al famoso cantaor de sevillanas nacido en Madrid.
Llegamos a la bifurcación, a nuestra izquierda de Santa Mª la Blanca y por el otro lado la calle de la Puerta de la Carne. Aunque seguimos en la Judería hemos dejado a nuestras espaldas el barrio de Santa Cruz, nos adentramos en las inmediaciones de Santa Mª la Blanca y posteriormente nos introduciremos en el barrio San Bartolomé.


 La de la Carne era una de las tres puertas con que contaba la judería, las otras dos conectaban con la metrópolis, pero ésta desembocaba al campo, por donde actualmente discurre la avenida Meléndez Pelayo. Por aquí se ubicaba el cementerio judío. Estos terrenos cumplían los tres requisitos necesarios para ser campo santo de los hijos de Israel:


Que fuera tierra virgen, que el terreno estuviera inclinado (por aquel entonces todo este campo estaba en pendiente) y que su orientación fuera la adecuada, mirando abiertamente hacia el este, ya que los cadáveres deben descansar de forma supina, acomodando su cara hacia este punto cardinal.

 

Los cristianos rebautizaron esta Puerta, que se denominaba Vid-Almar, con motivo del alarife, que le había dado vida, posteriormente también se conoció por la puerta de la Judería, por la gente que se asentó por aquí, también se le llamó Aminjoar, por un rico judío afincado por esta zona. Pero finalmente se le asignó la denominación de Puerta de la Carne, por la proximidad del matadero de reses, siendo paso obligado de los animales vivos en una dirección y muertos, preparados para el consumo humano, en la otra. Como curiosidad hay que decir que el 27 de agosto de 1812 por aquí salieron las tropas napoleónicas derrotadas. Este acceso cuando estuvo vinculado al matadero, más que al pueblo judío que había sido expulsado, abría por las noches. En 1577 esta Puerta fue restaurada y se inscribieron varios versos en su fachada, de los que destacaba estos: “Hércules edificó esta ciudad, Julio Cesar la reparó y el héroe Fernando III la restituyó a Cristo”. Finalmente en 1864 el inconveniente que suponía a la circulación de la ciudad obligó a derrumbarla.
Pero mucho antes había sido paso obligado de los judíos que se dispusieran a visitar a sus muertos. Aunque había documentos que atestiguaban el cementerio hebreo, así como esporádicas extracciones de huesos (1992). Existía la necesidad de argumentar fehacientemente la ubicación de este osario. Así pues durante 1996 y 1997 se procedió al hallazgo. Las tumbas de los judíos suponían un fuerte dispendio en material, que cuando se excavo no se obtuvo y fue porque en otros tiempos ya se habían reutilizado. Se obtuvieron unos 200 cadáveres, más que suficientes para obtener todo tipo de conclusiones, desde la existencia de esclavos que se diferenciaban por la forma en que eran depositados sus cuerpos y por los lugares que ocupaban, a la gran mortalidad infantil que preponderaba en la época. Lo realmente interesante para el estudio y el devenir del pueblo durante siglos fue el encontrar diferentes estratos bien diferenciados a medida que se excavaba, lo cual permite obtener conclusiones de cómo han evolucionado la sociedad, las costumbres de los sepelios, la demografía…

Inhumación de esclavo adosado a la barbacana
Si alguien quiere recabar con más detalle esta información, puede dirigirse a esta web…

Como ya dijimos al otro extremo se encuentra la calle Santa María la Blanca, que recibe su nombre por la iglesia que preside su plaza. Este templo antes fue mezquita, y a la calle se le conocía como Azuayca, que significa mercadillo en pequeño. Luego fue sinagoga y bajo el permiso de Fernando III, los judíos pudieron mantenerla como tal. Finalmente en 1391 se transforma en iglesia, se reconstruye su estilo y se dota de la portad exterior que ha llegado hasta nuestros días. El Cabildo sevillano decide llamarla Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves. Con motivo de las obras de restauración, en el 2013, investigaciones arqueológicas concluyeron que en la estructura del templo habitan vestigios, árabes, judíos y por supuesto cristianos. Determinando así que las construcciones siempre se han levantado sobre lo que ya había, es por tanto la única iglesia sevillana que conserva restos de las tres culturas religiosas.
 
En 1659 se procede a la reconstrucción del inmueble bajo la supervisión del canónigo Justino de Neves. Se derriba toda la iglesia, excepto la Capilla Mayor, construida pocos años antes y se acomete la gran restauración, desapareciendo cualquier motivo que no se correspondiera con el cristianismo. Las obras promovidas le confieren al templo un estilo churrigueresco, que es el que goza actualmente.
fuente: leyendas de Sevilla

Si la fachada no es sobrecogedora, el interior esta tan repleto de adornos que al visitante le produce claustrofobia, en el buen sentido .Importante yesería que enfatiza los relieves, y confiere gran volumen a sus techos, columnas, capiteles recargados, arcos de medio punto, bóvedas, pilas, capillas, enrejado, el blanco de la cal en contraste con los espacios adornados hasta la saciedad con vivos colores, imágenes, pinturas (destaca la Santa Cena de Murillo), vidrieras, retablos, candelabros, azulejos, esculturas, reliquias… Si tuviéramos que depositar una obra en esta iglesia seguramente tardaríamos  más tiempo en encontrarle acomodo que en haberla obtenido.
Al lado de la Iglesia, inmediatamente al pasar el callejón de dos hermanas, se alza el palacio de Altamira, actualmente Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, este inmueble fue construido en el siglo XVII por los marqueses de Villamanrique. En el solar que ocupa el palacio se alzaba la antigua sinagoga y aquí residía Yusuf Pichón, tesorero mayor del rey de Castilla Juan II, en el siglo XV. La construcción gira en torno a un patio central que guarda gran analogía con el palacio mudéjar de los Alcázares de Sevilla. Se trata de uno de los edificios de mayor envergadura de la ciudad que entró en un estado de deterioro avanzado, y gracias a la reutilización del inmueble como edificio público con una cuidadosa restauración a finales del siglo pasado que permitió rescatar y conservar su esencia en estos momentos.
Seguimos por la estrecha calle Archeros, con la que hace esquina la iglesia de Santa María la Blanca y por donde se extiende una de sus fachadas, antiguamente era la calle de la Sinagoga, y como curiosidad cabe decir que en el siglo XVII en las fachadas de las casas y sobre todo en los muros del templo se colgaban frescos, que adquirieron una relativa fama y eran conocidos por sus vecinos como colorines. Durante la boda de Carlos V en Sevilla, esta calzada fue ocupada por los arqueros reales, de ahí su nombre actual.

 
Y nuestros pasos desembocan  en la calle Verde, si se quiere conocer el motivo de este topónimo tan sólo se debe visitar esta arteria en primavera, donde las vegetación en general y las enredaderas en particular tiznan toda la calle del color que le da nombre. No obstante el nombre es de los más antiguos de las calles del barrio San Bartolomé y en el siglo XIII ya recibió esta denominación. Destaca la presencia de unas cadenas en el balcón de la vivienda que coincide con la intersección de la calle archeros. Estas cadenas indicaban que un rey había pernoctado en esa habitación. Cuenta la leyenda que fue el emperador Carlos V quien durmió aquí. También se ponían cadenas cuando un habitante de la casa había pasado por galeras, de cualquier manera la primera posibilidad es mucho más atrayente, y máxime si la estancia forma parte de un hotel como es el caso.
 
Muchos de nosotros, pondríamos en tela de juicio si nos afirmaran que en plena Judería existe un hotel de 18.000 metros cuadrados, sin embargo es así. Se trata del hotel Casas de la Judería, es un concepto diferente de establecimiento.  19 casas judías conectadas entre sí, formando un pequeño barrio secreto a través de sus laberínticas calles y pasadizos subterráneos. Sus estancias se caracterizan por ser diferentes entre sí, ostentando una decoración y disposición únicas. Antes tenía su acceso principal en el callejón de dos hermanas, lo que era un serio inconveniente para llegar con el coche, la de retrovisores que se habrán quedado en el arquillo del callejón. Esto se subsano con la adquisición de dos nuevas casas: la de los Padilla, una de las más antiguas de Sevilla, ubicada en la calle Verde, y la medianera del palacio de Altamira en Santa María la Blanca, 5, donde tiene ahora su entrada principal el hotel.


Es altamente recomendable tomarse algo en la cafetería, o si disponemos de un mayor presupuesto dejarse ver en su afamado restaurante, y deleitarse con su distinguida decoración y retrotraernos a épocas anteriores.
patio absorbido por el hotel, espectacular
 
Pero siempre no ha sido así, esto era una zona marginal y en esta calle la miseria era lo habitual.
En el siglo XVIII en la calle verde, se situaba el corral de los gitanos.  Hasta 1914 no se pavimentó siquiera y en 1945 se instaló el alumbrado público.  La foto , estraida de la web: Sevilla eterna y realizada por Loty en 1928, nos muestra un corral con abundante chiquillería y se denota miseria por los cuatro costados. A continuación se puede ver el antes y el después...
 

 
 
Como curiosidad comentaremos que estas laberínticas debían tener la altura suficiente para que cubriese a un caballero a caballo, y una anchura suficiente para que un burro con su carga pudiera pasar.

Giramos a la derecha, pasamos unos pocos metros por la calle San Vicente y abordamos la aún más estrecha calle de la Virgen de la Alegría. Ya estamos ante la que fue la otra sinagoga que nos faltaba: la iglesia de San Bartolomé.
CONTINUARÁ…

2 comentarios:

  1. Son calles, plazas, casas y patios embriagadores. Parece retroceder a tiempos pasados. Da gusto pasear por allí, como lo hacía el Ordenanza Sabio, historiador de la ciudad, Manuel Márquez de Castro, y comentaba en su blog, La Judería de Sevilla.

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