miércoles, 23 de mayo de 2018

Monumento a la Tolerancia.


Sevilla y Chillida no sólo comparten la rima, también existe un monumento que nos conecta a ambos. El nombre de este hallazgo abstracto no deja dudas de lo que representa: Monumento a la Tolerancia.



El  cabildo de Sevilla en 1980 con Luis Uruñela a la cabeza, empezó a darle vueltas al levantamiento de un monumento que recordara el edicto de Granada de 1492, mediante el cual los reyes Católicos expulsaron a los judíos de sus reinos, el homenaje se concreta en la la ejecución de cinco miembros de una familia judía en la época de la expulsión. Sin embargo el proyecto se abandonó y fue con motivo de la Expo del 92 cuando se retoma y como resultado nos deja esta disposición de hormigón en un enclave de la ribera del río con unas vistas muy románticas, frecuentado normalmente por visitantes, deportistas, paseantes y parejas de enamorados. En el antiguo muelle de la Sal, junto al puente de Triana, desde el paseo colon con vistas a la Sevilla del otro lado de la orilla del Guadalquivir se levanta esta escultura, que representa unos brazos ofrecidos en señal de abrazo, una recurrente actitud que nos recuerda a la propia Plaza de España que emula un abrazo, pero en aquel momento era al pueblo sudamericano.
El primer día del mes abril de 1992, tuvo lugar la inauguración de este monumento, al que acudieron el presidente de Israel, Jaim Herzog, acompañado de su esposa Aura, y el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, además del propio autor, Eduardo Chillida.
La pieza de 5 metros por doce se asemeja mucho aunque siendo de un tamaño más reducido a  la realizada por el mismo autor denominada el Elogio del Horizonte de Gijón.
La Fundación Amigos de Sefarad fue quien se hizo cargo totalmente de sufragar esta obra que ascendió casi a los 100 millones de pesetas. En el acto de inauguración Chillida pronunció estas palabras: “No es mi intención dar ningún ejemplo a nadie, pero sería perfecto que algún día en Sevilla el pueblo judío, el árabe y el cristiano volvieran a darse la mano. Eso es precisamente la idea que refleja el monumento.”
La gran figura abstracta, está acompañada de dos muros de piedra. En uno de ellos se transcriben las palabras que el Premio Nobel de la Paz Elie Wiesel, víctima del Holocausto, pronunció también en la inauguración:
“Deteneos, hombres y mujeres que pasáis. Deteneos y escuchad. Escuchad la voz de Sevilla, voz herida y melodiosa, la de su memoria, que es también la vuestra, es judía y cristiana, musulmana y laica, joven y antigua. La humanidad entera en sus sobresaltos de luz y sombras, se recoge en esa voz para extraer del pasado fundamentos de esperanza. Aquí como en otros sitios, se amaba y se odiaba por razones oscuras y sin razón alguna. Se hacían rogativas por el sol y por la lluvia. Se interpretaba la vida dando muerte, se creía ser fuerte por perseguir a los débiles, se afirmaba el honor de Dios, pero también la deshonra de los hombres. Aquí como en otros sitios, la tolerancia se impone, y lo sabéis bien vosotros, hombres y mujeres que escucháis esta voz de Sevilla…”

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