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Cuando Cristóbal Colón partió hacia el nuevo mundo en 1492 tenía asignada la misión de traer hallazgos de cualquier tipo susceptibles de transportarlos. Cuando llegan a Cuba el 2 de noviembre de 1492, el comandante genovés delega en Luis de Torres, converso judío que había sido reclutado por su conocimiento del hebreo, el mozárabe y de tener algunas nociones de árabe, que le sería de gran utilidad al Almirante en sus primeros contactos con los que él creía que iban a ser comerciantes asiáticos. Junto al interprete de lenguas desembarcó un marino, natural de Ayamonte, llamado Rodrigo de Jerez, convirtiéndose así el onubense y el judío en los primeros occidentales en pisar tierras cubanas. Son recibidos amigablemente por algunos de los aborígenes que les mostraron unas «hojas secas que desprendían una peculiar fragancia», y les enseñaron la costumbre local de secarlas, meterlas en unas especies de cañas hechas con hojas de palma y maíz, quemarlas e inhalar el humo que emanaban, es decir, Luis de Torres y Rodrigo de Jerez, protagonizaron el primer contacto europeo con el tabaco.
Concluida su primera expedición, Cristóbal Colón regresa a España en 1493, quedando Luis de Torres con otros 38 hombres en el primer asentamiento que los españoles habían fundado en América, llamando fuerte de La Navidad. A él se le atribuyen las primeras corrientes judaizantes en el nuevo continente. Su compañero, Rodrigo de Jerez, vuelve a la península a bordo de la carabela La Niña, trayendo consigo el recién conocido hábito de fumar, las calles de Sevilla son testigos de ver a un hombre que tiraba humo por la boca, enseña a sus vecinos de Ayamonte esta costumbre importada, pero este hecho provoca la alarma en el pueblo. Jerez se escondía y se retiraba a un rincón de su hogar a fumar cuando su mujer lo descubrió y decidió denunciarlo ante La Inquisición «sólo el diablo podía dar a un hombre el poder de sacar humo por la boca», condenándolo el Tribunal de la Inquisición a prisión, y salvándose por poco de la hoguera por este rito endemoniado. Sin embargo cuando siete años después Rodrigo de Jerez es puesto en libertad, la costumbre de fumar se había extendido irremediablemente con gran rapidez.
Se puede reconocer a la Santa Inquisición como el primer miembro de la liga anti -tabaco, aunque posteriormente muchos componentes del clero sucumbieran a tan popular hábito, como ejemplo basta reproducir la bula que el Papa Urbano VIII dictó en 1624 donde exponía textualmente: "No hace mucho que se nos ha informado que la mala costumbre de tomar por la boca y las narices la yerba vulgarmente denominada tabaco, se halla totalmente extendida en muchas diócesis, al extremo que las personas de ambos sexos, y aun hasta los sacerdotes, y los clérigos, tanto los seculares como los regulares, olvidándose del decoro propio de su rango, la toman en todas partes y principalmente en los templos de la villa y diócesis de Hispale (Sevilla), sin avergonzarse, durante la celebración del muy santo sacrificio de la misa, ensuciándose las vestiduras sagradas con los repugnantes humores que el tabaco provoca, infestando los templos con un olor repelente - con gran escándalo de sus hermanos que perseveran en el bien -, y aparentando no temer en nada la irreverencia de las cosas santas.
........por medio de la presente, pongamos en entredicho y prohibamos en consecuencia, a todos en general y a cada uno en particular, a las personas de uno y otro sexo, a los seculares, a los eclesiásticos, a todas las órdenes religiosas y a cuantos formen parte de una institución cualquiera de esa naturaleza, el tomar tabaco bajo los pórticos y en el interior de las iglesias, ya sea mascándolo, fumándolo en pipa o aspirándolo en polvo por la nariz; en fin, usarlo en cualesquiera formas que sean. Si alguno contraviniese estas disposiciones será excomulgado inmediatamente, ipso facto, sin más ni menos, de acuerdo con los términos del presente interdicto."
Nuestro mártir estuvo siete años encarcelado en los calabozos de la Inquisición y cuando fue liberado, esa insólita costumbre ya estaba bien vista y se extendía irremediablemente por toda Europa.
En la España del Siglo de Oro podía verse esta placa de azulejo por diferentes lugares de las ciudades. Un testimonio que pone de manifiesto que el fumar, incluso en los tiempos en que se descubrió el nuevo mundo y con ello el tabaco, siempre resultó una decisión inadecuada...
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