lunes, 1 de febrero de 2016

Miguel de Cervantes y Sevilla


La conexión entre Miguel de Cervantes y Sevilla es digna de analizar. Si bien durante la vida del escritor, la capital hispalense contribuyó a forjar los peores años de su existencia, con el trascurrir de los años, la historia determinaría que es el autor del Quijote quien está en deuda con la ciudad.
 

Su actividad literaria no le reportaba más que pobreza y penurias, por ese motivo en 1587 decide dedicarse a otros menesteres y recala como comisario encargado de abastecer a la famosa Armada Invencible. Su trabajo consistía en requisar el avituallamiento necesario por los pueblos de la provincia. Una irregularidad al acopiarse del trigo y de la cebada que resultan ser propiedad de la Catedral de Ecija, unida a un desfalco que causa un subalterno de Cervantes de unos 27.000 maravedíes que finalmente debe reponer él, de su propio bolsillo, motivan que se desestime su solicitud para ocupar un cargo en las Indias. Es por ello que finalmente pasa a desempeñar las funciones de recaudador de contribuciones.

Malvive y deambula por los pueblos de la provincia profesando sus quehaceres. Pero el infortunio parece cebarse en él y se vale de una oficina bancaria para depositar varios recaudos y transferirlo a la Hacienda Pública. Pero al día siguiente la oficina ya no abrió sus puertas y el banquero que regentaba dicho negocio llamado Simón Freire, natural de Lima, lo declaró en quiebra y seguramente se llevó los dineros a Perú. Y así fue como en 1597 el escritor más importante de la literatura española dio con sus huesos en la cárcel sevillana que por aquel entonces se levantaba en la confluencia de la calle Sierpes con la Plaza San Francisco. Edificio que hoy pertenece a una entidad bancaria, y en sus inmediaciones se ha levantado una estatua del afamado literato, conmemorando su desafortunada estancia durante tres escasos meses y unos años más tarde, en 1602, en que una revisión rutinaria delata unos atrasos pendientes a las Arcas del Estado, provocando su reingreso en esta cárcel una larga temporada. 

                                    
De esta galera se dice que cualquier incomodidad tenía su acomodo, y también se cree que fue en sus paredes donde empezó a fraguarse “Don Quijote de La Mancha”, no tenemos más que fijarnos en el prólogo de esta obra, donde seguramente su autor se inspira en este edificio cuando escribe: “donde todo triste ruido hace su habitación". (en la novela “la Venganza de Sevilla” de Matilde Asensi se describen detalladamente las calamidades que aquí acontecían)
La experiencia sufrida por Cervantes le aboca a volcarse otra vez en las letras, con el firme propósito de mantenerse en esta ocupación, pues si bien le reportaba pingües beneficios económicos, al menos no tenía que lidiar con las adversidades que le habían aportado otros acometidos.
Por tanto se puede afirmar que si Don Miguel de Cervantes Saavedra dedicó su acontecer a las letras estuvo motivado porque en una ciudad de la geografía española todo parecía reconducir su destino al camino que le otorgó la inmortalidad.
Además de todo esto, la época estudiantil del escritor también estuvo ligada a Sevilla, pues desempeño sus estudios en la Casa Profesa de los Jesuitas, donde hoy encontramos La Facultad de Bellas Artes. Es aquí donde coincidió con pedro De Leon y el destino los volvió a unir en la cárcel de Sevilla, uno como preso y el otro como capellán de la penitenciaría.
Muchas de las posteriores obras del dramaturgo hispano tienen que ver con sus vivencias en la capital hispalense, como “Rinconete y Cortadillo”, “dos doncellas”, “Entremeses” e incluso los avatares del ilustre hidalgo por las ventas y posadas de La Mancha, que se corresponden más bien con sus visitas por los caminos de la provincia de Sevilla.




Esta circunstancia no pasa desapercibida y el Cabildo sevillano, en 1916, a iniciativa de cronistas e intelectuales de la época como Luis Montoto, con buen criterio, decide colocar un total de diecisiete conjuntos de azulejos grabados en las ubicaciones de la ciudad mencionadas en sus Novelas Ejemplares, que no son más que obras breves, realizadas por el autor en 1613 que encierran un mensaje a modo de moraleja. Por su parecido a la señalización mediante catorce azulejos, de la Vía Crucis dela Cruz del Campo, de la que ya me ocupé en una anterior entrada, se les conoce, no sin cierta retranca, como Vía Crucis Cervantino. Las cerámicas relacionadas se pueden apreciar en: 
I. La Puerta de la Carne, concretamente en la fachada de la sede de la Diputación Provincial de Sevilla.
II. Calle Pescaderias.
III. Antigua calle de Tintores, actualmente calle Joaquín Guichot.
IV. Calle Alemanes, junto a la Puerta del Perdón de la Catedral.
V. Una de las puerta almenadas  esquina Eduardo Dato con la calle Portacoeli. (Jardines de la Buhaira).
VI. Calle Sierpes, donde se ubicaba la Cárcel Real.
VII. Fachada de la iglesia de la Anunciación en la calle Laraña.
VIII. En la Plaza del Salvador, concretamente en la Plaza del Pan, rotulada como Jesús de la Pasión
IX. Calle Alcaiceria de la Loza.
X. Calle Nuñez de Balboa.
XI. Calle Troya, en Triana.
XII. Calle Huelva, en las inmediaciones de la Plaza de la Alfalfa.
XIII. Calle de Santa Paula, concretamente en este convento.
XIV. Plaza de San Francisco, en el Arquillo del Ayuntamiento.
XV.  Calle Adriano.
XVI. Plaza de la Virgen de los Reyes, donde se encontraba antiguamente el Corral de los Olmos.
XVII. Calle Santo Tomas, en la confluencia con la Avenida de Constitución, a la altura de la Torre la  Abdelaziz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario