miércoles, 23 de agosto de 2017

Plaza del Museo

 
En esta plaza existen algunas construcciones de notable interés, como el propio edificio del museo, así como otros elementos interesantes como el monumento a Bartolomé Esteban Murillo, en cuyo pedestal sólo reza una leyenda que lo dice todo y habla de la familiaridad de Sevilla con este artista: “Murillo”.


En 1846 el afamado arquitecto Balbino Marrón recibe el encargo de dar vida a un paseo en el espacio donde se ubicaba el derruido, en buena parte, Convento de la Merced, donde a partir de ese momento se fijará el Museo de Bellas Artes. Se habilitan diversos adornos de mármol procedentes del desaparecido, también a causa de la Desamortización, Palacio Arzobispal de Umbrete, también se colocaron en el paseo bustos, estatuas, columnas, jarrones… de Itálica, Unas hileras de árboles que se encargaban de refrescar el espacio y una fuente con un genio sobre un delfín que dispensaba agua dio por concluida aquella plaza. Durante 1864 todos estos elementos son trasladados al Paseo de las Delicias, hoy Paseo de la Palmera. Se decide ensanchar estos terrenos, derribándose algunas casas, y obteniendo una superficie más diáfana donde ubicar ese mismo año una estatua dedicada al pintor favorito de los sevillanos, Bartolomé Esteban Murillo. Pensando en su segundo aniversario la Academia de Bellas Artes en 1860 junto con el Cabildo promueve este homenaje a Murillo. En un primer momento se planea la Plaza de Santa Cruz, donde está documentado que reposan los huesos del artista sevillano, pero finalmente se considera esta ubicación junto al Museo, más idónea.

 
Se recurre a Juan Talavera de la Vega para construir el pedestal sobre el que se mostrará la estatua del virtuoso sevillano. De los dos proyectos presentados uno le es admitido pero sujeto a alguna modificación que el autor se niega a hacer, con lo que se encomienda a Demetrio de los Ríos a realizar dicho trabajo. El escultor Sabino Medina es el elegido por concurso público para realizar la escultura que se fundiría en bronce en Paris una vez concluida.

 
Como curiosidad diremos que luce una réplica del mismo autor frente al Museo del Prado en Madrid.
 


En principio se denominó plaza, paseo o jardines de la Merced, y posteriormente paseo, alameda y plaza del Museo. Fue en 1900 y durante tres décadas, cuando la Plaza tomó el nombre del jefe del partido liberal conservador y presidente de la Academia de Bellas Artes: Conde de Casa Galindo. Pero en 1931 recuperó otra vez el nombre que aún perdura. Las hermandades del Santo Entierro, Cristo de la Pasión y la desaparecida iglesia de San Miguel fueron las destinatarias de todos los santos y demás piezas de culto que se desalojaron del antiguo convento de la Merced, para destinarse a Museo.
A mediados del siglo XIX las instalaciones del antiguo convento de la Merced daban cabida a la sede de la Academia de las Bellas Artes, que años más tarde se ubicó en la Casa de los Pinelo.

La Plaza dio residencia a un ilustre sevillano que durante algunos años de su vida vivió en su número uno, aunque hoy en día poco tenga que ver con el domicilio que aquí ocupó Blas Infante.


La Hermandad del Cristo de la Expiración tiene en esta plaza su sede y capilla, donde todos los años en Semana Santa los nazarenos se congregan en este punto, concretamente en la calle Cepeda, para dar inicio a la Estación de Penitencia.

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