Este edificio estuvo actuando a pleno rendimiento durante casi cinco siglos. Se llegaron a contabilizar unos 1000 presos anuales. No obstante en dicha andadura hay momentos críticos que pusieron en entredicho su continuidad.
Wikipedia. Estragos de la epidemia de peste de 1649 frente |
Otra epidemia, la fiebre amarilla, importada por los marinos gibraltareños también causó estragos. A estos delicados momentos hay que sumarle las periódicas y habituales riadas de las que era objeto la ciudad hispalense, especial mención se merece la de 1804 que causo graves destrozos, y provocó dramáticas escenas en la prisión de Sierpes. Pero la gota que colmó el vaso y fue el acicate para que fructificaran los deseos de la población que demandaban un nuevo edificio fue el tristemente famoso terremoto de Lisboa fechado en 1755, se dice que un día después del fatal acontecimiento visitaron el edificio, exactamente el segundo día de noviembre, Francisco Tirado, José Varcarcel y Esteban Paredes, mandatarios y arquitectos del cabildo sevillano, reconociendo que la fachada y otras dependencias del inmueble amenazaban ruina.. Se hacía urgente tomar una drástica medida sobre la continuidad de la Cárcel Real. Aún así, hubo amagos por reformarla, y se dilató su funcionamiento unas cuantas décadas. Finalmente el 3 de julio de 1837 este edificio, cerró sus puertas por última vez.
Los 500 presos que habitaban estos muros fueron trasladados a la nueva cárcel del Pópulo. El Arenal sería el destino de aquellos 500 presidiarios que iniciaban un desfile ante la atenta mirada de los sevillanos que se agolpaban a ver que por fin había llegado el final de la Cárcel Real.
Inmediatamente después de este traslado se produjo el derribo del edificio en cuestión, su situación caótica, que amenazaba ruina, unido a la suciedad de la propia instalación hacían inviables cualquier labor de reforma. Por otra parte la buena localización del solar propicio que no le faltaran novias para levantar una nueva construcción. Se levantó el café Iberia, que fue uno de los más distinguidos y señoriales de la ciudad, en 1887 se situó aquí la sede del Círculo de Labradores, que más tarde acabaría hacia el final de la calle Sierpes en su confluencia con la calle Pedro Caravaca. A mediados del siglo XX es adquirido por el Banco Hispanoamericano, demoliéndose otra vez la construcción que anidaba aquel solar.
En la parcela, de 42.163,18 metros cuadrados, donde hoy encontramos la sede de Caixabank, destaca en su fachada un azulejo mostrando como era la Cárcel en el siglo XVI, según un cuadro de Gonzalo de Bilbao. Recordándonos que allí se encontró uno de los edificios con más experiencias desagradables de toda Sevilla. A decir verdad toda la fachada de la sede financiera de la calle Sierpes, devuelve el tono frío y en parte, lúgubre que tuvo el edificio anterior.
En el 2008 Jose Manuel García Bautista, estudioso de fenómenos paranormales realizó una exhaustiva investigación en el interior del edificio, que arrojó unos resultados sorprendentes.
Los comentarios y anécdotas de antiguos y presentes empleados de la entidad financiera motivaron el interés y despertaron la curiosidad de este investigador. A modo de ejemplo transcribimos unos cuantos: “…Mira, aquí raro es el día que no sucede algo extraño, el despacho del jefe tiene un teléfono que suena sólo y no figura ninguna extensión de llamada, pero es que por la noche es peor. No sé si tus compañeros del departamento, los que están en San Jerónimo, han vivido algo así, pero el teléfono le dicen “el teléfono embrujado” e incluso ya se tiene referencias de un comportamiento raro desde cuando esto era el Banco Hispano Americano”.
Otra persona vinculada al edificio, ya jubilado, nos relataba “el punto de psicosis vino motivada una noche en la que nos encontrábamos tres personas trabajando. Estábamos solos junto con el guardia de seguridad, él se encontraba abajo, y nosotros tres en la misma ala del edificio y en el mismo grupo de mesas. De repente una puerta se abrió pero no entró nadie. Paco M. se levantó y cerró la puerta con cara de extrañeza, cuando venía a mitad de camino la puerta volvió a abrirse, aquello fue muy escalofriante, imagínate en la noche, sabiendo lo que allí pasaba y viviéndolo en primera persona… Cerró la puerta y nada más cerrarla una de las sillas, de esas con ruedas en las patas, echó a rodar poco a poco…mira, cogimos y salimos de allí corriendo hasta parara junto al guardia que nos preguntó: ¿Qué os pasa? Subimos nuevamente pero ya no ocurría nada”.
Otro testigo -P.N.- vio una noche como una máquina de escribir aporreaba sus teclas solas de forma machacona e insistente, aquella máquina funcionaba sin que nadie actuase sobre sus teclas ante el estupor del trabajador.
Consecuentemente la investigación estaba suficientemente justificada, obteniéndose una impresionante psicofonía, se constataron descensos significativos de temperatura, junto a la anomalía que presentaba el funcionamiento eléctrico. Quizás todo esto nos pone los pelos de punta, pero por otra parte no es nada comparado con los excesos que se cometieron en aquel mismo espacio siglos atrás, cuando era común entre los presos esquivar a los alguaciles, revolcándose entre los excrementos del pozo ciego ubicado en el patio de la cárcel y empleado en ocasiones como retretes eventuales, siendo todo el tiempo un socorrido desagüe de suciedad e inmundicias. Untados con este barro como si fueran croquetas de excrementos conseguían la intimidad necesaria ante los vigilantes que no se acercaban a ellos, ni para infringirles castigos.
Los 500 presos que habitaban estos muros fueron trasladados a la nueva cárcel del Pópulo. El Arenal sería el destino de aquellos 500 presidiarios que iniciaban un desfile ante la atenta mirada de los sevillanos que se agolpaban a ver que por fin había llegado el final de la Cárcel Real.
Inmediatamente después de este traslado se produjo el derribo del edificio en cuestión, su situación caótica, que amenazaba ruina, unido a la suciedad de la propia instalación hacían inviables cualquier labor de reforma. Por otra parte la buena localización del solar propicio que no le faltaran novias para levantar una nueva construcción. Se levantó el café Iberia, que fue uno de los más distinguidos y señoriales de la ciudad, en 1887 se situó aquí la sede del Círculo de Labradores, que más tarde acabaría hacia el final de la calle Sierpes en su confluencia con la calle Pedro Caravaca. A mediados del siglo XX es adquirido por el Banco Hispanoamericano, demoliéndose otra vez la construcción que anidaba aquel solar.
En el 2008 Jose Manuel García Bautista, estudioso de fenómenos paranormales realizó una exhaustiva investigación en el interior del edificio, que arrojó unos resultados sorprendentes.
Los comentarios y anécdotas de antiguos y presentes empleados de la entidad financiera motivaron el interés y despertaron la curiosidad de este investigador. A modo de ejemplo transcribimos unos cuantos: “…Mira, aquí raro es el día que no sucede algo extraño, el despacho del jefe tiene un teléfono que suena sólo y no figura ninguna extensión de llamada, pero es que por la noche es peor. No sé si tus compañeros del departamento, los que están en San Jerónimo, han vivido algo así, pero el teléfono le dicen “el teléfono embrujado” e incluso ya se tiene referencias de un comportamiento raro desde cuando esto era el Banco Hispano Americano”.
Otra persona vinculada al edificio, ya jubilado, nos relataba “el punto de psicosis vino motivada una noche en la que nos encontrábamos tres personas trabajando. Estábamos solos junto con el guardia de seguridad, él se encontraba abajo, y nosotros tres en la misma ala del edificio y en el mismo grupo de mesas. De repente una puerta se abrió pero no entró nadie. Paco M. se levantó y cerró la puerta con cara de extrañeza, cuando venía a mitad de camino la puerta volvió a abrirse, aquello fue muy escalofriante, imagínate en la noche, sabiendo lo que allí pasaba y viviéndolo en primera persona… Cerró la puerta y nada más cerrarla una de las sillas, de esas con ruedas en las patas, echó a rodar poco a poco…mira, cogimos y salimos de allí corriendo hasta parara junto al guardia que nos preguntó: ¿Qué os pasa? Subimos nuevamente pero ya no ocurría nada”.
Otro testigo -P.N.- vio una noche como una máquina de escribir aporreaba sus teclas solas de forma machacona e insistente, aquella máquina funcionaba sin que nadie actuase sobre sus teclas ante el estupor del trabajador.
Consecuentemente la investigación estaba suficientemente justificada, obteniéndose una impresionante psicofonía, se constataron descensos significativos de temperatura, junto a la anomalía que presentaba el funcionamiento eléctrico. Quizás todo esto nos pone los pelos de punta, pero por otra parte no es nada comparado con los excesos que se cometieron en aquel mismo espacio siglos atrás, cuando era común entre los presos esquivar a los alguaciles, revolcándose entre los excrementos del pozo ciego ubicado en el patio de la cárcel y empleado en ocasiones como retretes eventuales, siendo todo el tiempo un socorrido desagüe de suciedad e inmundicias. Untados con este barro como si fueran croquetas de excrementos conseguían la intimidad necesaria ante los vigilantes que no se acercaban a ellos, ni para infringirles castigos.
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